Defender a los uigures
Biden no puede entrar en colisi¨®n con China, pero tiene que denunciar el atropello a los derechos humanos
La declaraci¨®n con la que Estados Unidos ha calificado de genocidio la represi¨®n de la minor¨ªa musulmana uigur a manos del Gobierno chino redobla la atenci¨®n global sobre esta inaceptable situaci¨®n. Pueden resultar discutibles tanto el momento en el que ha sido hecha p¨²blica ¡ªpor parte de la Administraci¨®n de Trump, con cierto cinismo, en sus ¨²ltimas horas¡ª como el encaje del concepto de ¡°genocidio¡± en este caso con la tipificaci¨®n prevista por el derecho internacional. Pero lo que es innegable es que las evidencias que han logrado atravesar las impermeables fronteras informativas chinas revelan abusos de los derechos humanos a enorme escala cometidos por el r¨¦gimen de Pek¨ªn contra los uigures, incluyendo campos secretos de ¡°reeducaci¨®n¡±, donde se interna arbitrariamente a miles de personas y se practican esterilizaciones forzosas.
Con una actitud absolutamente cerrada, China no solo niega las acusaciones, sino incluso la existencia de cualquier problema grave con ese colectivo ¨¦tnico, religioso y cultural, m¨¢s cercano a otros pueblos de Asia Central que a la cultura tradicional china. Ayer, Pek¨ªn anunci¨® sanciones contra 28 funcionarios estadounidenses que incluyen a quien hasta el martes era secretario de Estado, Mike Pompeo. El movimiento es una represalia diplom¨¢tica que, aunque dirigida contra una decisi¨®n de la Administraci¨®n anterior, supone un primer motivo de fricci¨®n con el flamante presidente de EE UU, Joe Biden, quien ahora debe decidir el siguiente paso. Y aqu¨ª es preciso subrayar que, a pesar de estar en las ant¨ªpodas de Trump, Biden se ha mostrado muy firme sobre la violaci¨®n de los derechos humanos de la minor¨ªa uigur. De hecho, durante su campa?a electoral, ¨¦l tambi¨¦n, a trav¨¦s de un portavoz, calific¨® de genocidio lo que est¨¢ ocurriendo en la provincia aut¨®noma de Xinjiang. Su nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, ha avalado esa calificaci¨®n en una comparecencia para su confirmaci¨®n ante un comit¨¦ del Senado.
Resulta obvio que, para obtener la estabilidad mundial, EE UU y China deben llegar a un entendimiento al menos en las grandes cuestiones. Pero ni esto ni el c¨¢lculo de que ciertas presiones pueden no tener efecto inmediato pueden llevar a la renuncia de la defensa de los derechos humanos o a una relativizaci¨®n de hechos de extrema gravedad, como sucede con la minor¨ªa uigur. Es preciso que esa defensa est¨¦ presidida por la serenidad y la efectividad. Una actitud en la que adem¨¢s, en este caso concreto, Europa tendr¨ªa que implicarse con m¨¢s firmeza. El presidente de EE UU tiene ahora la complicada labor de ratificar esa defensa y evitar a la vez un rumbo de colisi¨®n con Pek¨ªn ¡ªcon quien mantiene importantes discrepancias en otros campos¡ª, cuyas consecuencias pueden resultar nefastas para todo el planeta.
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