Extra?os en el para¨ªso
La presencia de inmigrantes en Canarias genera xenofobia y nadie se queja cuando llegan europeos
Los datos son objetivos. En 2020 llegaron a Canarias 23.000 migrantes; muchos, demandando asilo. En enero de 2021 rebasan ya los 2.000. Han llegado a la UE. Son los supervivientes, rescatados por Salvamento Mar¨ªtimo de las aguas del Atl¨¢ntico: otros miles perecieron en su mort¨ªfera ruta. La respuesta es subjetiva, y por lo tanto pol¨ªtica. Frente al esfuerzo desplegado por las instituciones, ONG, voluntariado, contrasta un virulento brote de xenofobia y de racismo rampante. Algo in¨¦dito en Canarias, por oposici¨®n a su historia de hospitalidad y apertura al exterior. Recubiertos en lenguaje de denuncia biempensante, algunos mensajes pol¨ªticos practican una deplorable demagogia que justifica, ergo banaliza, el mal sin condenarlo. Patrullas de ¡°vigilantes¡± se convocan en las redes para acosar a extranjeros, incluso menores vulnerables, a los que se estigmatiza como una amenaza en bulos viralizados. Por descontado, todo delito debe ser investigado, y sus responsables penados. En igualdad ante la ley, extranjeros o espa?oles. La Ley de Extranjer¨ªa prev¨¦ el mecanismo de expulsi¨®n para quienes delinquen; pero en absoluto autoriza a ning¨²n batall¨®n vecinal a tomarse la justicia por su mano.
Regresemos a los hechos. Durante largas d¨¦cadas, Canarias ha recibido en torno a 15 millones de turistas anuales. Por aviones y cruceros, incontables desembarcos y pernoctaciones diarias. Hoteles y apartamentos repletos de visitantes y poblaci¨®n flotante forman con naturalidad parte del paisaje canario. Nunca se habl¨® ¡ªal contrario¡ª de ¡°excesiva sobrecarga¡± ni ¡°presi¨®n territorial¡±. La prolongada crisis sanitaria, con su catastr¨®fico impacto al derrumbarse el viaje vacacional, hace que echemos de menos esos millones que nos faltan. Sin embargo, la ret¨®rica del rechazo a quienes llegan huyendo de la desesperaci¨®n se refuerza con sofismas que deben ser confrontados. ?Por qu¨¦ raz¨®n las personas arribadas desde ?frica se estiman ¡°carga insufrible¡± para la ¡°capacidad de recepci¨®n¡± de Canarias, mientras nunca se arguy¨® un ¡°problema de cabida¡± durante la normalidad a?orada en la que, cotidianamente, llegaban 50.000 a los aeropuertos canarios y 25.000 a sus puertos, de los que siempre un porcentaje se queda irregularmente? ?Acaso resulta ¡°insoportable¡± su pobreza, su color de piel? Estancias colmadas de europeos o rusos jam¨¢s suscitaron l¨ªmites cuantitativos. No obstante, si son africanos quienes se alojan ahora, siquiera provisionalmente, en habitaciones vacantes (factura costeada por el Gobierno), alzan la voz quienes protestan contra tal ¡°invasi¨®n inasumible¡± e invocan ardientemente su contraindicaci¨®n con la industria del turismo y con la recuperaci¨®n.
M¨¢s evidencias f¨¢cticas. En Canarias no se ha dado un bloqueo comparable al hacinamiento en Lampedusa o Lesbos. Tampoco rechazos en el mar como los denunciados con implicaci¨®n de Frontex. Para evitarlo ha habido, en cambio, cuantiosas derivaciones a la Pen¨ªnsula, y redistribuci¨®n entre islas. Est¨¢ bien fundamentada la invocaci¨®n de su derecho a circular hacia el resto del territorio nacional y espacio Schengen de la UE con su documentaci¨®n en regla, en igualdad de trato. Pero es falsa la ret¨®rica que alega que est¨¦n ¡°concentrados¡± o ¡°encerrados¡± en un ¡°campo¡± convertido en ¡°isla c¨¢rcel¡±. ?Cuidado con esas palabras! La imagen de ¡°prisi¨®n¡± propala su injusta percepci¨®n como delincuentes condenados. Ciertamente, albergarles en establecimientos vac¨ªos por la covid solo puede entenderse como medida temporal aunque insatisfactoria: si por un lado aporta ingresos a un sector que, si no, estar¨ªa inactivo, por otro intenta acoger con dignidad a personas en espera de otras v¨ªas que la pandemia impide (realojamientos de la UE). Pero es precisamente porque no tienen intervenida su libertad de movimientos ¡ªcomo en las islas E¨®licas o las del Egeo¡ª por lo que algunos vociferan contra ellos en las calles, ¡°abandonados a su suerte, extra?os en el para¨ªso, abocados a robar¡±. ?Alerta! Tras la apariencia de tan airada indignaci¨®n contra su situaci¨®n rezuma un trasfondo inquietante de aporofobia xen¨®foba; e incluso racismo, sin m¨¢s, cuando alg¨²n/a responsable arguye: ¡°?C¨®mo van a regresar nuestros turistas cuando vean estas im¨¢genes de hoteles llenos de...?¡±.
?Qui¨¦n niega que la gesti¨®n del repunte de cayucos y pateras ha sido y es mejorable?: ni las Administraciones se encontraban preparadas, ni se ha garantizado siempre el imperativo respeto a los derechos y a la ley. Urge exigir, como hacemos desde el PE, una respuesta de la UE que sea com¨²n, eficaz y cumplidora del derecho. Y que reactive cuanto antes programas de realojamiento conforme al mandato normativo de solidaridad vinculante y responsabilidad compartida (art¨ªculo 80 TFUE) tantas veces incumplidos. Mucho por hacer, sin duda, en un contexto endemoniado por el virus. Pero en la respuesta, ?atenci¨®n!: es preciso tener claro cu¨¢l es la m¨¢s equivocada, y por tanto rechazable, cuando no, adem¨¢s, est¨²pida, por abocada al fracaso. Ni racismo ni odio. Tampoco ninguna connivencia, menos a¨²n complicidad, para prestar cobertura al hostigamiento a migrantes so pretexto de ¡°explicarlo¡± como una ¡°reacci¨®n¡± o ¡°inevitable consecuencia¡± de la supuesta incuria de los poderes locales o del Gobierno regional, nacional o europeo.
Juan F. L¨®pez Aguilar, eurodiputado socialista, es presidente de la Comisi¨®n de Libertades, Justicia e Interior del PE.
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