El bitcoin s¨ª es una moneda, se?ora Lagarde
La criptomoneda no sustituir¨¢ al dinero oficial, pero limitar¨¢ a gobiernos y bancos centrales
Los economistas odian el bitcoin. En el mundo del bitcoin no hay comit¨¦s de pol¨ªtica monetaria en los que presten sus servicios. Ninguna de nuestras instituciones, fundaciones, peri¨®dicos o acad¨¦micos actuales cuentan demasiado en ese mundo. En el mundo del bitcoin tampoco hay foros de Davos exclusivamente por invitaci¨®n. Los gobiernos y los bancos centrales tambi¨¦n lo odian, porque los priva de control. Desde el punto de vista de los usuarios y los defensores de la criptomoneda, todo esto no son pegas, sino atractivos.
Para quienes tienen formaci¨®n en econom¨ªa y no en inform¨¢tica, el bitcoin es un concepto extremadamente dif¨ªcil de entender. La semana pasada, Christine Lagarde lo menospreci¨® diciendo que no era dinero de verdad. Funny money, dinero falso, lo llam¨® en una ocasi¨®n. Pero no le corresponde a ella decidirlo. Si Elon Musk acepta pagos en bitcoin por sus coches y paga a su personal en bitcoins, y si otros empresarios hacen lo mismo, el resultado ser¨¢ una minieconom¨ªa separada del mundo de los d¨®lares y los euros. En ese mundo, el bitcoin funcionar¨¢ como medio de transacci¨®n, dep¨®sito de valor y unidad de cuenta, lo cual constituye la definici¨®n tradicional de moneda. Si ese mundo entra en recesi¨®n, no habr¨¢ ning¨²n instrumento pol¨ªtico que lo salve. En el mundo del bitcoin no existe el concepto de pol¨ªtica contrac¨ªclica. Del mismo modo, si entra en una burbuja, la burbuja estallar¨¢ y no habr¨¢ ning¨²n banco central que recoja los restos despu¨¦s. Los grandes bitcoiners apuestan a que su mundo es preferible al nuestro, con sus fluctuaciones c¨ªclicas de auge y ca¨ªda generadas por los bancos centrales que rescatan una y otra vez a los actores financieros.
Personalmente, adopto una postura agn¨®stica en este debate. No obstante, lo que s¨ª que veo es que las pol¨ªticas de los bancos centrales y los gobiernos occidentales desde la crisis financiera mundial han provocado que una gran minor¨ªa de la poblaci¨®n desconf¨ªe de un sistema que no entiende. No se puede pasar por alto a esas personas. Tienen derecho a voto y poder adquisitivo. Y ahora tienen acceso al bitcoin.
El bitcoin es creaci¨®n de una persona o un grupo de personas autodenominado Satoshi Nakamoto. Empez¨® en 2008 con un art¨ªculo en la lista de correo sobre criptograf¨ªa de Usenet. Su objetivo no era reinventar el patr¨®n oro, sino preservar la privacidad en Internet mediante una red de pagos descentralizada sobre la que nadie ejerce un control individual. Todos los participantes en ella gozan de los mismos derechos. No hay asientos de primera fila para ning¨²n grupo privilegiado. La ¨²nica manera de aumentar la influencia de uno no es a trav¨¦s de una tribuna de opini¨®n en un peri¨®dico, sino haciendo lo que acaba de hacer Elon Musk: comprar muchos bitcoins. La seguridad de la red bitcoin ¡ªllamada blockchain¡ª se basa en herramientas criptogr¨¢ficas como la funci¨®n hash SHA-256, utilizada en el protocolo Bitcoin e ilustrada en nuestro gr¨¢fico. Se cree que la red no ha sido descifrada por los servicios secretos, y sus defensores afirman que resistir¨ªa el ataque de un ordenador cu¨¢ntico a¨²n inexistente.
El bitcoin no tiene nada que ver con el debate en los bancos centrales sobre el dinero digital. Un euro digital sigue siendo un euro. El euro digital es un sustituto tecnol¨®gico del efectivo, pero, desde el punto de vista econ¨®mico, sigue siendo dinero por decreto. Es responsabilidad del banco central. Todo el dinero por decreto deriva su valor de la fe en que el banco central cumplir¨¢ sus compromisos. En el mundo del bitcoin tambi¨¦n existe una idea similar de confianza. Consiste en la confianza en la seguridad de la red, y en que la mayor¨ªa de los participantes no son estafadores.
El microcosmos bitcoin seguramente no abarcar¨¢ la totalidad de una econom¨ªa hasta dentro de mucho tiempo, si es que llega a hacerlo. Lo que s¨ª har¨¢ ser¨¢ limitar la manera en que los gobiernos y los bancos centrales dirigen la econom¨ªa. Si la gente empieza a desconfiar de la moneda oficial por la raz¨®n que fuere, tendr¨¢ una opci¨®n de moneda fuerte alternativa con la que realizar transacciones y ahorrar.
Pero lo que realmente buscan los usuarios del bitcoin es privacidad. El bitcoin es la raz¨®n de que la campa?a de Navalni en Rusia cuente con tanta financiaci¨®n. Hasta el momento, ha acumulado 658 bitcoins en donaciones an¨®nimas, lo que equivale a unos 30 millones de d¨®lares al cambio actual. Los donantes han elegido el bitcoin como la ¨²nica manera de escapar de las garras de Vlad¨ªmir Putin, que tiene el control final de todos los flujos financieros basados en el rublo. The Moscow Times citaba una declaraci¨®n de Leonid Volkov, gestor del monedero de bitcoins de Navalni, seg¨²n la cual el equipo utiliza la naturaleza descentralizada de la criptomoneda para eludir a las autoridades rusas. El uso de bitcoins act¨²a como un elemento disuasorio general frente a las medidas contra la recaudaci¨®n de fondos. Lo mismo est¨¢ ocurriendo en Bielorrusia despu¨¦s de que las autoridades ordenasen a los bancos confiscar el dinero recaudado mediante donaciones. Esta, y no la usurpaci¨®n de los bancos centrales occidentales, es la raz¨®n principal por la que se invent¨® el bitcoin. El efecto sobre los sistemas econ¨®micos occidentales, con su parafernalia de inversores, gobernadores de los bancos centrales, legisladores, economistas y otras cabezas parlantes, no es m¨¢s que un da?o colateral.
Rusia ha reaccionado a la amenaza de la criptomoneda ilegalizando las transacciones en bitcoins e incluso su posesi¨®n. La idea es evitar que las minieconom¨ªas en bitcoins emerjan fuera del sistema. Occidente tuvo la oportunidad de hacer lo mismo, pero ahora que los fondos de cobertura y los inversores como Musk corren a participar en ellas, ser¨¢ dif¨ªcil tomar medidas dr¨¢sticas contra el sistema.
No se me ocurre ninguna otra innovaci¨®n, ni siquiera las redes sociales, con tanta capacidad de limitar el poder de los gobiernos como el bitcoin. No confundamos lo que no nos gusta y lo que va en contra de nuestras creencias con lo que es probable que ocurra. Y recordemos lo que el famoso f¨ªsico del siglo XIX lord Kelvin dec¨ªa de los aviones: ¡°Puedo afirmar sin temor a equivocarme que las m¨¢quinas voladoras m¨¢s pesadas que el aire son imposibles¡±. O, como dijo Christine Lagarde la semana pasada, Le bitcoin, ce n¡¯est pas une monnaie [El bitcoin no es una moneda].
Wolfgang M¨¹nchau es director de eurointelligence.com
Traducci¨®n de News Clips.
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