Karaoke
Estar en el Gobierno y en el bar de la Universidad a la vez s¨®lo es propio de personalidades infantiles, de esas que quieren hacer la revoluci¨®n a la vez que cobras un sueldo de diputado o ministro
La presidenta de la Comunidad de Madrid, como habla como piensa, lo clav¨®: ¡°Cualquiera de nosotros (los diputados de la Asamblea) tenemos m¨¢s arte con dos cubatas en un karaoke que ¨¦l¡±. La presidenta de Madrid se refer¨ªa a Pablo Has¨¦l, el rapero catal¨¢n por cuyo encarcelamiento arden las ciudades espa?olas por las noches estos d¨ªas, pero yo lo entend¨ª al rev¨¦s: Espa?a es un karaoke. S¨®lo de esa manera se entiende la sobreactuaci¨®n continua de nuestros pol¨ªticos, la desentonaci¨®n constante con la que interpretan la letra de sus canciones, el patetismo de su falta de sentido del rid¨ªculo ante un micr¨®fono y la verg¨¹enza ajena que nos producen muchos de ellos vi¨¦ndolos moverse en el escenario sobre el que se creen artistas cuando s¨®lo son borrachos de boda o de karaoke.
Pero no son solo los pol¨ªticos, o por lo menos bastantes de ellos, los que responden a la caricatura que de s¨ª misma hizo la presidenta de Madrid con acierto. Gran parte de la sociedad espa?ola de un tiempo ac¨¢ participa de esa condici¨®n desinhibida que el escenario y un par de copas producen a ciertas personas y de la sobreactuaci¨®n inherente a ella que facilita el volumen de los altavoces, que ahora se denominan redes sociales, as¨ª como la posibilidad de manifestarse tal como se es sin tener que avergonzarse por ello porque en los karaokes a partir de una hora se te perdona todo. As¨ª que, en un pa¨ªs con problemas tan graves como los que est¨¢ causando la pandemia tanto a nivel sanitario como pol¨ªtico y econ¨®mico, que se unen a los que ya ten¨ªamos, miles de j¨®venes se echan a la calle a prender barricadas y a arrasar sus ciudades para presuntamente reclamar la libertad de expresi¨®n de un idiota que canta cosas tales como ¡°no me da pena tu tiro en la nuca, pepero¡±, ¡°ojal¨¢ vuelvan los GRAPO y te pongan de rodillas¡±, ¡°?que alguien clave un piolet en la cabeza de Jos¨¦ Bono!¡± u ¡°?ojal¨¢ explote el coche de Patxi L¨®pez!¡± (sus letras amorosas no mejoran el nivel: ¡°T¨², puta zorra, c¨®meme la polla¡±, ¡°mi ilusi¨®n es una fulana demasiado cara, voy a tener que violarla¡±, ¡°follo con una loca que jura que me ama. Tiene buenas tetas y buen culo, pero quiero desaparecer¡±¡) ser¨ªa la prueba del nueve de que Espa?a est¨¢ enloquecida si no fuera que algunos miembros del Gobierno la mejoran justificando al rapero y a quienes le defienden arrasando las ciudades y sus calles como Trump hizo con los invasores del Capitolio. Estar en el Gobierno y en el bar de la Universidad a la vez s¨®lo es propio de personalidades infantiles, de esas que quieren hacer la revoluci¨®n a la vez que cobras un sueldo de diputado o ministro y te sientas en las sedes de los ¨®rganos que ejecutan y hacen las leyes del Estado represor al que aborreces. Como lo son tambi¨¦n las de quienes justifican al rapero s¨®lo porque es de su nacionalidad (si fuera de otra, no lo har¨ªan).
El problema es que este karaoke no cierra a ninguna hora como los dem¨¢s, y sigue funcionando d¨ªa y noche sin darnos tiempo para recuperarnos de la borrachera, y la resaca empieza ya a ser peligrosa. Tanto como las letras de las canciones que algunos cantan ¨²ltimamente y que recuerdan a otras que hab¨ªamos olvidado, pero que pueden volver en cualquier momento a poco que jaleemos a los borrachos que las entonan y a quienes esperan para sustituirlos.
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