Pol¨ªtica salvaje
Hoy se relativiza la importancia de la palabra dada por los servidores p¨²blicos, socavando la confianza en los partidos como instrumentos constitucionales de canalizaci¨®n de la voluntad popular
Uno de los reproches a mi generaci¨®n es el adanismo. Por lo visto, siempre se ha opinado teniendo en cuenta la perspectiva hist¨®rica, siendo conscientes de la posici¨®n relativa que se ocupaba en el mundo. Salvo ahora. Pero por m¨¢s que nuestra joven democracia tenga algunas experiencias repetidas, la actual aceleraci¨®n de los acontecimientos produce cierto v¨¦rtigo. Vean si no: cuando habl¨¢bamos del declive de los partidos, aparecieron dos fuerzas fulgurantes para romper nuestro bipartidismo imperfecto. Podemos proven¨ªa de un movimiento protestatario con ecos globales: comenzaba la d¨¦cada de 2010, la de los indignados, el Occupy Wall Street y las voces del 99% frente a la avaricia del 1%. Ciudadanos fue otro tipo de experimento, m¨¢s dirigido por ¨¦lites intelectuales y poderes f¨¢cticos.
Fue un ensayo interesante el del centro pol¨ªtico, pues dot¨® al partido de Rivera de un proyecto con entidad propia. Despu¨¦s, vinieron los hiperliderazgos en detrimento de los partidos, la merma del parlamentarismo en favor de un Ejecutivo fuerte que monopoliza cualquier iniciativa legislativa. Se desdibuj¨® as¨ª el papel de la oposici¨®n, ejercida por Casado desde el s¨ªndrome del asedio: cada d¨ªa representa una nueva oportunidad para tumbar al Gobierno. Lo preocupante es que la ansiedad y la guerra existencial que tensan la pol¨ªtica y caracterizan a esta forma de hacer oposici¨®n han terminado por colonizar tambi¨¦n la relaci¨®n con una fuerza pol¨ªtica como Cs. Lo que vemos estos d¨ªas es la ley de la selva, la captaci¨®n sistem¨¢tica de sus cuadros por parte del PP y a Fran Herv¨ªas, exdirigente naranja, trabajando desde un despacho en G¨¦nova para tal fin, con el silencio c¨®mplice de Rivera.
Hoy se relativiza la importancia de la palabra dada por los servidores p¨²blicos, socavando la confianza en los partidos como instrumentos constitucionales de canalizaci¨®n de la voluntad popular. El pacto antitransfuguismo velaba por esa funci¨®n sist¨¦mica. Todo eso ha implosionado estos d¨ªas y se ha convertido en un imperativo inexorable: todo vale para asegurar el bien supremo de la uni¨®n de las derechas. Pero lo que est¨¢ pasando con Cs tiene otra lectura. Un partido muere cuando se le niega su autonom¨ªa, y esto sucede cuando hay injerencias externas o al convertirse en ap¨¦ndice de otra fuerza pol¨ªtica. Arrimadas trat¨® de ejercer esa autonom¨ªa con el famoso bisagrismo. El partido deb¨ªa poder decidir aut¨®nomamente apoyar gobiernos del PSOE o el PP y colaborar en pro del inter¨¦s general, como hizo durante la pandemia. La moci¨®n de censura en Murcia fue una demostraci¨®n de esa voluntad de autonom¨ªa, pero ha terminado por lanzar al PP a su yugular para herirlo de muerte. Si no es como muleta del PP, ya no interesa que Cs exista. Y no seamos ingenuos: la pol¨ªtica a veces se convierte en una guerra, pero incluso la guerra tiene sus propias reglas. Lo dem¨¢s es, sencillamente, pol¨ªtica salvaje.
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