Una causa de alcance universal
Europa necesita una transformaci¨®n profunda de las relaciones entre la econom¨ªa, la ecolog¨ªa y la sociedad y tiene que hacer de ello el prop¨®sito pol¨ªtico que la defina y otorgue un sentido profundo a su proyecto
La pandemia generada por la covid-19 ha provocado una conmoci¨®n mundial. M¨¢s all¨¢ de las causas directas, actualmente en investigaci¨®n por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), la ciencia es clara en que los motivos subyacentes est¨¢n relacionados con la destrucci¨®n de los h¨¢bitats naturales al favorecer una mayor exposici¨®n de las personas a los virus de origen zoon¨®tico. Como consecuencia de esa destrucci¨®n de los sistemas naturales, un mill¨®n de especies enfrentan en este momento un peligro de extinci¨®n. Si a ello unimos que, seg¨²n estimaciones recientes, se podr¨ªa cruzar el umbral del incremento de 1,5¡ã acordado en Par¨ªs en 2030-2032, la din¨¢mica de la situaci¨®n es m¨¢s que preocupante; es alarmante. Por tanto, se hace necesario promover una conversaci¨®n en la esfera p¨²blica europea dirigida a ampliar nuestro horizonte de reflexi¨®n ante esa deriva dram¨¢tica. Como ha dejado escrito Stephen Hawking, nos encontramos ante el ¡°momento m¨¢s peligroso en la historia de la humanidad¡±.
En esta hora decisiva, la Uni¨®n Europea habr¨ªa de hacer suya una gran causa de alcance universal, como dijo Tocqueville refiri¨¦ndose al legado de la Revoluci¨®n Francesa. Una causa que pueda ser percibida por la ciudadan¨ªa como la sustancia pol¨ªtica y moral de nuestro estar en el mundo. Se tratar¨ªa de articular un proyecto integral que, con humildad, aliente la esperanza y la confianza de que sabremos y podremos reconducir esa deriva. En esa direcci¨®n, la Uni¨®n Europa habr¨ªa de ser asertiva al tiempo que inspiradora. Mientras otras potencias agotan sus energ¨ªas en las sempiternas luchas por el poder y la hegemon¨ªa, a la ciudadan¨ªa europea y a las instituciones comunitarias nos corresponde asumir la iniciativa ante el desaf¨ªo definidor de nuestro tiempo: la amenaza existencial del cambio clim¨¢tico y la crisis ecol¨®gica global.
No en vano, la Uni¨®n Europea ha sido la primera instituci¨®n de gobierno que ha hecho hincapi¨¦ en sus tratados en la responsabilidad hacia los bienes comunes de la humanidad. Esa responsabilidad figura en el centro de su proyecto pol¨ªtico y de su autocomprensi¨®n como actor global. De esa manera, Europa ha conectado con lo m¨¢s valioso del legado de la Ilustraci¨®n, aquello que el tiempo ha sedimentado como su n¨²cleo orientador de sentido: la confianza en el uso de la raz¨®n, la labor de gu¨ªa otorgada a la ciencia y un aliento de vocaci¨®n universal. Hoy, ese legado cosmopolita habr¨ªa de actualizarse adoptando una visi¨®n y una tarea a la altura de lo que ha sido la contribuci¨®n europea a la historia universal de las ideas, la ciencia y la cultura.
La Europa heredera del humanismo renacentista, la revoluci¨®n cient¨ªfica, el esp¨ªritu de la Ilustraci¨®n, el proyecto filos¨®fico de la modernidad y la Declaraci¨®n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano habr¨ªa de dotarse de un proyecto de largo alcance espacial y temporal capaz de otorgarle un sentido profundo al proyecto de la Uni¨®n Europea, m¨¢s all¨¢ de la satisfacci¨®n de los intereses materiales de sus ciudadanos. Bajo esa visi¨®n, la necesaria transformaci¨®n del sistema energ¨¦tico global como respuesta a la amenaza clim¨¢tica habr¨ªa de concebirse como la primera etapa de una metamorfosis m¨¢s amplia. En otras palabras, Europa como adalid y principal impulsora de una Pol¨ªtica de la Tierra dirigida a asegurar la salida de una crisis clim¨¢tica y ecol¨®gica que pone en peligro los fundamentos mismos de la aventura humana. Una tarea inspirada por el conocimiento cient¨ªfico sobre los l¨ªmites ecol¨®gicos planetarios que ha desarrollado en las ¨²ltimas d¨¦cadas la disciplina de las Ciencias de la Tierra.
Y es que la energ¨ªa y el impulso creativo de nuestro legado no habr¨ªan de quedar circunscritos al desarrollo y consolidaci¨®n del proyecto institucional y econ¨®mico de la Europa comunitaria, por muy importantes que sean. Desde hace cinco siglos, Europa se ha construido y definido en relaci¨®n abierta con el mundo. En este momento de crisis clim¨¢tica y ecol¨®gica de alcance planetario, Europa no puede quedarse abstra¨ªda en la configuraci¨®n de su orden interno. Adem¨¢s de improductivo no ser¨ªa justo. Como escribi¨® Ulrich Beck, el software de la modernidad tecnoindustrial que Occidente ha exportado al resto de pa¨ªses en los dos ¨²ltimos siglos y medio y que ha conducido, junto a numerosos y notables progresos, a la actual situaci¨®n de crisis ecol¨®gica y clim¨¢tica ha sido en gran medida una creaci¨®n europea.
Hay adem¨¢s un elemento de contexto. El Reino Unido en el siglo XIX y Estados Unidos en el XX han sido las naciones que han liderado la irradiaci¨®n contempor¨¢nea de Occidente. Sin embargo, el mundo anglosaj¨®n ha perdido en a?os recientes el brillo de anta?o. Desorientado por una marea de exuberancia irracional a manos de demagogos populistas, ha visto debilitado su poder orientador del orden mundial. No se puede olvidar, en ese sentido, que el disruptivo mandato de un negacionista como Donald Trump, a pesar de no haber revalidado la presidencia, se ha visto reconocido por 74 millones de votos, 11 millones m¨¢s que en las elecciones de 2016. Respecto a la salida del club comunitario, ha sido la primera vez en 300 a?os que Inglaterra no ha conseguido manipular a unos pa¨ªses europeos frente a otros en su tradicional papel de european balancer, lo que sin duda refleja su p¨¦rdida de influencia en el continente. Como se?alaba Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n, en su art¨ªculo Lo que no somos en este mismo peri¨®dico, es a la Uni¨®n Europea a quien corresponde tomar el relevo.
La Europa comunitaria de 450 millones de ciudadanos est¨¢ en condiciones de presentar al resto de la comunidad internacional un compromiso integral dirigido a evitar el abismo ecol¨®gico y clim¨¢tico que se divisa en el horizonte, haciendo del mismo su proyecto geopol¨ªtico central. De hecho, millones de ciudadanos y ciudadanas europeos se sienten interpelados ante la llamada de la Tierra herida.
Por tanto, construyendo sobre el corpus ambiental generado en los ¨²ltimos 50 a?os, consolidando el liderazgo clim¨¢tico de las tres ¨²ltimas d¨¦cadas y profundizando en el proyecto estrat¨¦gico del Pacto Verde, la Uni¨®n Europea deber¨ªa demandar apoyo a la ciudadan¨ªa para hacer de la preservaci¨®n de los sistemas vitales de la Tierra y de la respuesta a la desestabilizaci¨®n del clima, el n¨²cleo mismo de su proyecci¨®n global.
En los tiempos actuales de emergencia clim¨¢tica en los que la din¨¢mica ecol¨®gica planetaria parece escapar a todo control, es m¨¢s necesario que nunca dar un paso al frente, afirmar nuestra presencia responsable y no dejarnos llevar por esa deriva autodestructiva. Nos lo demandan nuestras hijas y las generaciones venideras, nos lo exige nuestra conciencia moral.
En consecuencia, Europa habr¨ªa de crear los conceptos y la narrativa con los que tejer los mimbres de una transformaci¨®n profunda de las relaciones entre la econom¨ªa, la ecolog¨ªa y la sociedad. Y hacer de ello su prop¨®sito pol¨ªtico definidor. Una causa de alcance universal que ser¨ªa nuestra contribuci¨®n m¨¢s perdurable a la aventura humana.
Antxon Olabe Ega?a es economista ambiental y ensayista.
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