El dictador y nosotros
El verdadero esc¨¢ndalo no es el ¡®sofagate¡¯, sino la ineficaz pol¨ªtica exterior de la Uni¨®n Europea
Lo que me parece a¨²n m¨¢s chocante que la falta de sensibilidad de Charles Michel es el desconocimiento del contexto en el que ten¨ªa lugar la visita. Dos d¨ªas antes, Erdogan hab¨ªa detenido a varios almirantes retirados despu¨¦s de que estos se?alaran que la Convenci¨®n de Montreux de 1936 deb¨ªa aplicarse tambi¨¦n al canal de Estambul, un proyecto de construcci¨®n de una v¨ªa navegable paralela al B¨®sforo. La convenci¨®n, que forma parte de la arquitectura diplom¨¢tica de paz de la Europa del siglo XX, otorg¨® a Turqu¨ªa el derecho a restringir el paso de embarcaciones militares extranjeras en tiempo de guerra, pero garantiza el libre tr¨¢nsito de buques civiles y militares en ¨¦poca de paz dentro de determinados l¨ªmites. El acuerdo se redact¨® para poner fin a la serie de guerras ruso-turcas por el control del mar Negro. Ahora que Rusia est¨¢ reuniendo tropas en la frontera con Ucrania, el acaparamiento de poder en la regi¨®n por parte de Turqu¨ªa seguramente ser¨ªa lo ¨²ltimo que la Uni¨®n Europea podr¨ªa desear.
?C¨®mo se le ocurre a la UE hacerse una foto con el dictador de Turqu¨ªa en un momento como este? ?Con un hombre que comete violaciones en serie de los derechos humanos en su pa¨ªs, y ahora se burla abiertamente de las normas del derecho internacional? Igual que en la guerra, en la diplomacia tambi¨¦n se eligen las armas. Hay un momento para las fotos, y otro para la diplomacia discreta entre bastidores. En mi opini¨®n, el verdadero esc¨¢ndalo de lo que sucedi¨® la semana pasada no tiene que ver con los sof¨¢s, sino con el fracaso diplom¨¢tico de la UE. Mientras sus l¨ªderes se dan la mano con dictadores extranjeros, la Uni¨®n se ha permitido llegar a ser dependiente del gas ruso, la tecnolog¨ªa de telecomunicaciones china, y de Turqu¨ªa como amortiguador de los flujos migratorios.
Un s¨ªmbolo m¨¢s exacto del estado de la diplomacia europea fue la conversaci¨®n telef¨®nica de Xi Jinping con Angela Merkel. El presidente chino dijo a la canciller alemana que la Uni¨®n deber¨ªa procurar su autonom¨ªa estrat¨¦gica para desvincularse de EE UU y estrechar lazos con China. Resulta revelador que el mandatario chino piense que puede definir qu¨¦ quiere decir autonom¨ªa estrat¨¦gica de la Uni¨®n Europea. Ahora mismo, la b¨²squeda de autonom¨ªa estrat¨¦gica se reduce a las relaciones comerciales. Merkel no puede denunciar las violaciones de los derechos humanos contra los uigures porque Volkswagen no puede descartar que parte de su cadena de suministro china recurra a mano de obra esclava. La actual canciller no es tan insensible como su predecesor, Gerhard Schr?der, que dice sin tapujos que la pol¨ªtica exterior es una cuesti¨®n de intereses, no de derechos humanos. Su lenguaje es m¨¢s suave, pero la diplomacia es la misma.
El pensamiento alem¨¢n en materia de pol¨ªtica exterior se encuentra en el punto en el que estaba Estados Unidos en 1953, cuando Charles Wilson, el presidente de General Motors, a punto de convertirse en secretario de Defensa, hizo su inmortal comentario durante su audiencia de confirmaci¨®n: ¡°Lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos¡±. Dado que el modelo econ¨®mico alem¨¢n se basa en las exportaciones, podr¨ªa hacerse una defensa racional de la pol¨ªtica exterior como instrumento para asegurarse contratos comerciales. Pero esto no tiene sentido para la Uni¨®n Europea en su conjunto. La estrategia, en el ajedrez como en la vida, consiste en sacrificar una cosa a cambio de otra. El problema con la autonom¨ªa estrat¨¦gica europea es que no es estrat¨¦gica.
Los presidentes Xi y Erdogan lo entienden mejor. Ambos saben que tienen a los europeos cogidos por el cuello. Vlad¨ªmir Putin se las apa?¨® para crear dependencias con los acuerdos sobre el gas. La obsesi¨®n con la Sputnik V en Europa no es m¨¢s que otra manera de los europeos de volverse dependientes de Rusia.
Los europeos hemos conseguido eludir las consecuencias de nuestra pol¨ªtica no estrat¨¦gica porque est¨¢bamos profundamente inmersos en una relaci¨®n transatl¨¢ntica en la que Estados Unidos se encargaba de todo el pensamiento estrat¨¦gico. A cambio, el continente le promet¨ªa lealtad. Est¨¢ claro que este no es un modelo sostenible en el siglo XXI. Pero, por el momento, en Bruselas y en las capitales nacionales no hay ni la m¨¢s m¨ªnima conciencia de que el valor de la autonom¨ªa estrat¨¦gica depende de la estrategia elegida.
He llegado a la conclusi¨®n de que la Uni¨®n Europea no deber¨ªa participar en la pol¨ªtica exterior y de seguridad al m¨¢s alto nivel hasta que esto cambie. La diplomacia de la UE sol¨ªa obtener mejores resultados cuando Javier Solana era alto representante. Con el Tratado de Lisboa, este cargo ha subido formalmente de categor¨ªa, pero el ¨¦xito de la diplomacia en el ¨¢mbito europeo ha empeorado. Esta relaci¨®n inversa entre creaci¨®n de instituciones y eficacia de las pol¨ªticas es un aspecto clave del declive de la Uni¨®n Europea en este siglo.
Los argumentos a favor de una pol¨ªtica europea exterior y de seguridad siguen siendo s¨®lidos ¡ªal igual que la vacuna lo es para un centro europeo de control de enfermedades¡ª, pero tienen que basarse en unas finalidades claras. A menos que esto sea as¨ª y hasta que lo sea, la diplomacia de la Uni¨®n Europea es una verg¨¹enza.
Wolfgang M¨¹nchau es director de www.eurointelligence.com
Traducci¨®n de News Clips.
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