Candidata meme
Dedicamos demasiado tiempo a poner el foco en los pol¨ªticos que propagan mensajes de odio y dejamos de pensar en nuestro papel en todo esto
Se dice que las campa?as las gana quien coloca su pregunta en el centro del juego. As¨ª, simple y fr¨ªo, es el lenguaje con el que funcionan las democracias demosc¨®picas: encuestas, esl¨®ganes, frames. Hasta que lleg¨® la cultura meme. Ahora lo importante es estar en el foco y, para eso, basta con decir alguna tonter¨ªa. Inmediatamente, un ej¨¦rcito de tuiteros har¨¢ chistes y comentarios y, si se hace popular, ser¨¢ inevitable hablar de ella y los periodistas usar¨¢n ese gancho en busca de clics.
Me sorprende que preguntaran a los aspirantes a la Presidencia de Madrid qu¨¦ es ¡°tomar ca?as a la madrile?a¡±. Es fascinante que algo as¨ª, incluso en forma de chascarrillo, apareciese en las entrevistas con quienes intentaban desviar la discusi¨®n lejos del emblema ¡°a la madrile?a¡±. Sucedi¨® con la ocurrencia de que Madrid es tan ¨²nica que no te encuentras por la calle a tu ex. La cascada de fotos o historias con frases po¨¦ticas, las incontables bromas y memes sobre los encuentros con los ex son un fen¨®meno interesante que, al final, acaba resumido en algo sencillo: toda la atenci¨®n para Ayuso. Me record¨® a Muerte a los normies, de Angela Negle, donde cuenta c¨®mo las guerras culturales trumpistas se han disputado en el terreno de las nuevas tecnolog¨ªas, con miles de fotos circulando por nuestros m¨®viles, y tambi¨¦n con chistes e iron¨ªas que permiten decir lo que no dir¨ªamos de otra forma, fomentando una sensibilidad antiestablishment, nadando a contracorriente para llamar la atenci¨®n porque provocan, porque obtienen recompensa medi¨¢tica, porque ¡°se apartan de esa odiada cultura dominante¡±.
Nagel habla de esa nueva derecha, alejada del conservadurismo tradicional (el cuckservative de los trumpistas), que adopta el antiguo lenguaje gamberro de la izquierda, incluso en expresiones como ¡°derecha alternativa¡±. Lo explica, con raz¨®n, como una reacci¨®n a la excesiva moralizaci¨®n de la izquierda, que hace que los nuevos trolls vean m¨¢s emocionante ese gamberrismo derech¨®n. Pero hay un momento en ese proceso de ruptura de l¨ªneas rojas en el que ¡°el chiste ya no hace gracia y la guerra cultural se sale de internet¡±. Porque el problema no es que romper el ¡°consenso progre¡± parezca valiente o emocionante. Dedicamos demasiado tiempo a poner el foco en los pol¨ªticos que hacen eso, en quienes propagan mensajes de odio, y dejamos de pensar en nuestro papel en todo esto. ?Por qu¨¦ lo que capta nuestra atenci¨®n es que hablen de lo especial que es nuestra ciudad? Quiz¨¢s, al cabo, que algo tan idiota se convierta en un triunfante emblema de campa?a dice m¨¢s de nosotros que de quien lo lanza. Especialmente cuando esta estrategia de basar una campa?a en estupideces para hacernos entrar a todos en ella la vimos hace cuatro a?os en EE UU, aunque en las recientes elecciones parece que aprendieron la lecci¨®n. ?Cu¨¢nto tardaremos en aprenderla nosotros?
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