La excusa de la identidad
Como muchas de ellas eran invisibles, para determinados intelectuales no eran molestas. Solo cuando se han vuelto expl¨ªcitas empieza el problema
Lo cultural siempre es lo de los otros. En Espa?a hay todo un g¨¦nero de columnistas profundamente preocupados por la actual deriva identitaria, sobrecogidos por c¨®mo hemos entrado en un tribalismo que vicia el espacio p¨²blico. Y, probablemente, haya cambios profundos detr¨¢s de este (aparente) reverdecer de las identidades. La desindustrializaci¨®n, la crisis de los cuerpos intermedios, la emergencia de las redes sociales¡ Sin duda son aspectos para entender el cambio que se atisba.
Ahora bien, no falta sobreactuaci¨®n al respecto. Despu¨¦s de todo, la pol¨ªtica siempre ha tenido mucho que ver con las identidades y, tal vez, como muchas de ellas eran invisibles, para determinados intelectuales no eran molestas. Solo cuando se han vuelto expl¨ªcitas empieza el problema. Es obvio que la discriminaci¨®n de la mujer parece un tema superfluo respecto a lo ¡°material¡± si uno no la sufre. Y, dejando de lado que la brecha salarial o la violencia de g¨¦nero son bastante materiales, en el fondo revela los inc¨®modos puntos ciegos de muchas visiones del mundo.
Una medida como el matrimonio homosexual puede ser un buen ejemplo de c¨®mo solo mediante la inclusi¨®n puede haber justicia. Y es que este derecho va m¨¢s all¨¢ de ser, de la identidad de un colectivo. La poblaci¨®n homosexual es una minor¨ªa, pero potencialmente todo el mundo puede empatizar con la idea de amar en libertad o algo tan b¨¢sico como poder visitar, al margen de tu sexo, a tu pareja en el hospital si est¨¢ enferma. Hay nociones de reconocimiento que conectan con lo cotidiano y que nos hacen una sociedad m¨¢s saludable.
Los cr¨ªticos de las pol¨ªticas de identidad han sido cl¨¢sicamente conservadores y liberales, los cuales han encontrado en algunos sectores de la izquierda reaccionaria buenos aliados. Suelen ser los mismos que ven m¨¢s amenaza totalitaria en el lenguaje inclusivo que en un cartel contra los menores no acompa?ados. Pero, m¨¢s all¨¢ del rasero, por m¨¢s que acusan a la izquierda de hablar solo de lo identitario, los hechos desnudan la impostura del dilema entre lo material y lo cultural: v¨¦ase c¨®mo en la pr¨¢ctica hasta los dem¨®cratas en EE UU est¨¢n impugnando el consenso liberal en econom¨ªa.
Por si fuera poco, decir que la izquierda se ve penalizada al hablar de las otras desigualdades ligadas a ¡°la identidad¡±, por ser una izquierda brahm¨¢n que ignora a sus bases populares, tiene poco sustento emp¨ªrico. Los partidos socialdem¨®cratas no pierden votantes hacia la extrema derecha, sino hacia partidos a su izquierda y, algo menos, la derecha tradicional. Es m¨¢s, los m¨¢s exitosos en las urnas son los que abanderan la protecci¨®n de estos grupos. Por eso sorprende que algunos sectores sigan sin comprender que no puede haber redistribuci¨®n sin reconocimiento. A menos, claro est¨¢, que todo sea una excusa para no preocuparse de lo primero.
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