Estados Unidos debe redescubrir el realismo en los derechos humanos
La pol¨ªtica exterior del presidente Biden corre el riesgo de carecer de una visi¨®n atractiva de liderazgo global que pueda prevalecer frente a China y Rusia
No es ni accidente ni coincidencia el que China est¨¦ cometiendo lo que muchos llaman un genocidio contra los uigures musulmanes en Xinjiang y que Rusia haya encarcelado al disidente Alex¨¦i Navalni. Los chinos necesitan un Xinjiang tranquilo porque es un nodo clave de su Iniciativa Belt and Road que abarca el ¨¢rea eurasi¨¢tica. El Kremlin necesita que las instituciones de Gobierno encubran la acumulaci¨®n de riquezas por parte de una ¨¦lite gansteril y, en consecuencia, ve a Navalni como una amenaza seria.
Ambos pa¨ªses est¨¢n dominados por sistemas autocr¨¢ticos con los nervios a flor de piel que no se pueden permitir ofrecer opciones a nadie. Al llevar a cabo sus abusos recientes, impl¨ªcitamente han hecho c¨¢lculos sobre c¨®mo Estados Unidos y sus aliados responder¨¢n¡ o no.
Para las grandes potencias del siglo XXI es vital contar con una pol¨ªtica s¨®lida de derechos humanos porque las violaciones graves a las normas aceptadas internacionalmente son centrales para la gobernanza de los reg¨ªmenes autoritarios. Por ello, Estados Unidos no debe deshacerse de la ventaja estrat¨¦gica que le confiere su largo compromiso con los derechos humanos.
La pol¨ªtica exterior refleja una jerarqu¨ªa de necesidades. Para Estados Unidos, la cuesti¨®n no es si los derechos humanos deber¨ªan ser dominantes o estar ausentes en sus decisiones de Asuntos Exteriores, sino cu¨¢l debe ser su lugar en la respuesta a una situaci¨®n dada.
Una pol¨ªtica exterior dominada por completo por los derechos humanos ser¨ªa insostenible, ya que obligar¨ªa a EE UU a abandonar intereses nacionales centrales ¡ªcomo mantener la paz con otras potencias nucleares¡ª y arrastrar¨ªa a las autoridades de una crisis humanitaria a otra. Sin embargo, una que pr¨¢cticamente ignorara los derechos humanos reducir¨ªa a este pa¨ªs a la realpolitik unidimensional que caracteriza el comportamiento chino y ruso. La preocupaci¨®n por los derechos humanos es lo que diferencia a EEUU de las dem¨¢s grandes potencias.
Esta diferencia cobra mayor importancia en momentos en que muchos aliados de EE UU tendr¨¢n a China como su mayor socio comercial. A medida que crezca la reputaci¨®n econ¨®mica china, un Estados Unidos que no pueda apelar a los valores centrales de sus aliados pronto se encontrar¨¢ en clara desventaja. Es cierto que los asi¨¢ticos y europeos hablan mucho de derechos humanos mientras practican una implacable realpolitik en casa, pero el hecho de que necesitan hablar tanto de eso es un reflejo no solo de c¨®mo desean ser vistos, sino tambi¨¦n de c¨®mo desean verse a s¨ª mismos.
Estados Unidos puede aprovechar estas fuentes de identidad nacional. Puede convertirse en la gran potencia con la que pa¨ªses peque?os y medianos aspiren a alinearse. Pero no puede hacerlo sin poner alg¨²n ¨¦nfasis en los derechos humanos.
El uso por parte de Estados Unidos de los derechos humanos como una herramienta de pol¨ªtica exterior apareci¨® tras la carnicer¨ªa de la Segunda Guerra Mundial y despu¨¦s recibi¨® un gran impulso con el claro final de la Guerra Fr¨ªa, cuando las democracias occidentales triunfaron sobre el represivo imperio sovi¨¦tico. En los a?os de la Guerra Fr¨ªa, los derechos humanos fueron parte integral de una pol¨ªtica exterior que combinaba realismo e internacionalismo.
Efectivamente, el realismo estaba cargado de internacionalismo y preocupaci¨®n por los derechos humanos. Estados Unidos practic¨® una intensa realpolitik al tiempo que era el adalid del proceso de Helsinki para apoyar a los disidentes en el bloque sovi¨¦tico. Esto fue particularmente cierto en la era Reagan, cuando el Departamento de Estado bajo el secretario de Estado George Shultz estaba rebosante de especialistas de inteligencia y unos cuantos neoconservadores en oficinas clave.
Tras la Guerra Fr¨ªa y las desafortunadas guerras estadounidenses en Irak y Afganist¨¢n, el realismo estadounidense perdi¨® su car¨¢cter internacionalista y se transform¨® en neoaislacionismo. El ¨¦nfasis anterior en la promoci¨®n de los derechos humanos se redujo notoriamente y la agenda de derechos humanos se transform¨® en una estrecha ideolog¨ªa impulsada por ¨¦lites period¨ªsticas y de pol¨ªtica exterior largamente obsesionadas con problemas humanitarios, al punto de casi excluir los intereses nacionales.
Esta brecha se ha reflejado en la polarizaci¨®n m¨¢s profunda entre partidos en el pa¨ªs: los republicanos han adoptado un nacionalismo de derechas agudamente retr¨®grado, mientras que los dem¨®cratas han pasado a tener una visi¨®n de izquierdas globalista y progresista, Puesto que se ha perdido el centro pol¨ªtico, raramente se habla en un mismo discurso de realismo y derechos humanos. Pero, a menos que la pol¨ªtica exterior estadounidense concilie el realismo y una preocupaci¨®n por los derechos humanos, el pa¨ªs carecer¨¢ de una visi¨®n atractiva de liderazgo global que pueda prevalecer en la competencia con China y Rusia.
Estados Unidos no puede recuperar la unidad pol¨ªtica de la que disfrut¨® durante la II Guerra Mundial, la Guerra Fr¨ªa y hasta los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2011. Sin embargo, en el tema de la pol¨ªtica exterior la Administraci¨®n del presidente Joe Biden tendr¨¢ que lograr un equilibrio entre los dos extremos del neoaislacionismo y el globalismo rampante. Quiz¨¢s el mejor bar¨®metro de su ¨¦xito sea la preocupaci¨®n por los derechos humanos y c¨®mo esta se aplique en una diversidad de contextos.
Robert D. Kaplan es jefe de Geopol¨ªtica en el Instituto de Estudios de Pol¨ªtica Exterior. Es autor de 19 libros, el m¨¢s reciente de los cuales es The Good American: The Epic Life of Bob Gersony, the US Government¡¯s Greatest Humanitarian (El buen estadounidense: la ¨¦pica vida de Bob Gersony, el mayor fil¨¢ntropo del Gobierno de EE UU).
Traducido por David Mel¨¦ndez Tormen.
? Project Syndicate, 2021. www.project-syndicate.org
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