X??mo¡¯oy. Los otros 500 a?os
Las voces que discuten en la arena p¨²blica lo sucedido hace cinco siglos en el altiplano central de M¨¦xico deben ser diversas para acercarnos a las complejidades hist¨®ricas de 1521 y, por lo tanto, de 2021
La discusi¨®n actual de lo sucedido hace 500 a?os transcurre detr¨¢s de los lentes que la historia oficial nos ha colocado. Estas distorsiones parecen guiar gran parte del debate y explican las reacciones que, desde ambos lados del Atl¨¢ntico se alcanzan a atisbar. De entrada, muchas de nuestras ideas est¨¢n viciadas por presupuestos de base que impiden, frecuentemente, detallar la discusi¨®n y, sobre todo, relacionar lo sucedido hace cinco siglos con problemas actuales.
Hace unas semanas comenc¨¦ con el proceso de revisar la discusi¨®n que se dio en 1992 sobre otros quinientos a?os, los del quinto centenario del arribo de Crist¨®bal Col¨®n a un continente que se llam¨® despu¨¦s Am¨¦rica en las actuales lenguas hegem¨®nicas. He tenido mucho cuidado en elegir el verbo ¡°arribar¡± porque quiero poner de manifiesto que incluso el nombre de lo que sucedi¨® en 1492 estuvo y est¨¢ sujeto a una disputa que evidencia una gran complejidad en su lectura. Me resulta muy interesante indagar sobre las discusiones, las disputas sem¨¢nticas y discursivas que tuvieron lugar en 1992 y las semejanzas y diferencias que se pueden hallar con respecto de las discusiones y disputas que, desde distintas posiciones y contextos, est¨¢n teniendo lugar durante este a?o en el que se cumplen 500 a?os de la ca¨ªda de la ciudad de Tenochtitlan.
Desde la d¨¦cada de 1980, las instituciones espa?olas anticiparon que 1992 ser¨ªa el a?o del quinto centenario de algo que llamaban, y hab¨ªan llamado hist¨®ricamente, ¡°el descubrimiento de Am¨¦rica¡±. Desde 1983, se cre¨® en Espa?a la Comisi¨®n Nacional del Quinto Centenario adscrito al Ministerio de Asuntos Exteriores, exist¨ªa adem¨¢s un alto patronato encabezado por el mismo Rey Juan Carlos. Esta comisi¨®n form¨® parte de la primera reuni¨®n de comisiones nacionales sobre el tema realizada en 1984. La representaci¨®n mexicana tuvo en Miguel Le¨®n Portilla un coordinador que ser¨ªa parte fundamental de las discusiones que se dieron en diferentes medios y espacios. Habr¨ªa que apuntar que la comisi¨®n de M¨¦xico no estuvo encabezada por integrantes de pueblos ind¨ªgenas o afrodescendientes lo que dice mucho del contexto, un momento en d¨®nde la pol¨ªtica oficial hab¨ªa tenido en el indigenismo integracionista su principal respuesta a lo que los gobiernos postrevoculucionarios hab¨ªan denominado, en muchas ocasiones, como ¡°el problema ind¨ªgena¡±. De la historia de los pueblos afrodescendientes se hablaba mucho menos que ahora.
En la reuni¨®n de 1984, la delegaci¨®n mexicana plante¨® de entrada una objeci¨®n sobre el nombre. M¨¢s que festejar el ¡°descubrimiento de Am¨¦rica¡±, propon¨ªan para 1992 una conmemoraci¨®n de algo que deb¨ªa llamarse ¡°el encuentro de dos mundos¡±; alegaban que una conmemoraci¨®n, m¨¢s que un festejo, pod¨ªa dar cabida a una reflexi¨®n m¨¢s compleja sobre los sucedido en 1492. De acuerdo con estas ideas, en 1985, Miguel de la Madrid, cre¨® la Comisi¨®n Nacional Conmemorativa del Encuentro de Dos Mundos con Miguel Le¨®n Portilla a la cabeza adem¨¢s de Guillermo Bonfil Batalla y Roberto Moreno de los Arcos, entre varios m¨¢s.
Las discusiones sobre el nombre y el verbo que habr¨ªa que usar evidenciaron que cualquier elecci¨®n implicaba de entrada un posicionamiento: festejar o conmemorar, descubrir o encontrarse, Am¨¦rica o dos mundos. Las reacciones desde distintos contextos no se hicieron esperar: ni encuentro ni descubrimiento, lo que comenz¨® en 1492 fue una invasi¨®n, fue el comienzo de un genocidio y de la esclavitud masiva de la poblaci¨®n afrodescendiente, replicaron otras voces. Si bien la postura de la delegaci¨®n oficial mexicana matizaba t¨ªmidamente los festejos de un descubrimiento al hablar del encuentro de dos mundos, pronto, voces desde los pueblos ind¨ªgenas ignoradas por el oficialismo, se hicieron escuchar para poner de relieve posturas que insist¨ªan que aquello no fue nunca el encuentro neutral entre ¨²nicamente dos mundos. El resto de los pa¨ªses de este continente fijaron posturas oficiales que evidenciaban el hecho de que la creaci¨®n de estos estados fue en la mayor¨ªa de los casos un proyecto de las ¨¦lites criollas. En sus posicionamientos, hablaron de la uni¨®n de los pueblos, de una epopeya hist¨®rica, de la celebraci¨®n de la herencia ib¨¦rica e incluso, de un hecho necesario, para lograr la existencia de las naciones actuales. En extremos lejos de los matices, por ejemplo, Carlos Menem, presidente de Argentina en esos a?os, acept¨® incluso el nombre de ¡°descubrimiento de Am¨¦rica¡± y otros mandatarios del continente matizaron apenas la propuesta que se planteaba desde Espa?a que, despu¨¦s de las reuniones, termin¨® por incluir aquello del encuentro en el nombre que qued¨® de la siguiente manera: Quinto Centenario del Descubrimiento de Am¨¦rica y Encuentro de Dos Mundos. Discursivamente hablando, las posturas oficiales de la mayor¨ªa de los pa¨ªses muestran que se comportaron como si fueran a¨²n colonias de la metr¨®poli.
En M¨¦xico, ante la postura oficial del encuentro de dos mundos propuesta por Le¨®n Portilla, se desat¨® una interesante pol¨¦mica cuando el historiador Edmundo O¡¯Gorman public¨® un texto titulado ¡°Ni descubrimiento ni encuentro¡± que dio cuenta de los problemas de la elecci¨®n de ambos nombres. A pesar de esta interesante discusi¨®n entre Leon Portilla y O¡¯Gorman, es importante notar la ausencia en los espacios oficiales y en los grandes medios, de voces desde los pueblos que hab¨ªan sufrido hist¨®ricamente las consecuencias de los hechos acaecidos quinientos a?os antes. Sin embargo, lejos de de las delegaciones oficiales que no incluyeron la voz de los pueblos ind¨ªgenas de este continente ni de las poblaciones afrodescendientes, se comenzaron a gestar movimientos alternativos que tendr¨ªan diferentes manifestaciones en 1992 en varios pa¨ªses. Estos movimientos leyeron 1492 en otra clave que pon¨ªa de manifiesto la vigencia de los efectos del colonialismo y que pon¨ªa en crisis las posturas oficiales de los comisiones oficiales.
Lo sucedido en torno de 1992, nos recuerda, para estos otros 500 a?os, la importancia de la elecci¨®n de las palabras y la elecci¨®n de las voces que entran en el debate. Necesitamos que el concierto de las voces que discutan en la arena p¨²blica en torno de lo sucedido hace cinco siglos en el altiplano central de M¨¦xico sea diversa para lograr un caleidoscopio que nos pueda acercar a las complejidades hist¨®ricas de 1521 y por lo tanto, de 2021. ?La conquista de M¨¦xico? ?la ca¨ªda de Tenochtitlan? ?el establecimiento del orden colonial? ?qui¨¦nes y c¨®mo est¨¢n nombrando?
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