Indultos y concordia
La medida de gracia a los presos del ¡®proc¨¨s¡¯, que una mayor¨ªa considera temeraria e injusta, puede crear un escenario donde se agudice la discordia
Invocar la concordia exige que estemos todos a la altura de ella. Por ello, no basta con reclamarla o proponerla sin m¨¢s. Debe ir de la mano de la defensa de un per¨ªmetro ¨¦tico que supere el estrictamente legal. Una exigencia de respeto que ha de ser rec¨ªproca para que no se resienta la unidad de la sociedad espa?ola. Eso supone que la concordia ha de ser apreciada en sus justos t¨¦rminos y que todos los interpelados por ella alineen sus voluntades y trabajen en com¨²n para lograr el fin al que sirve sin excepciones. De lo contrario, como advert¨ªa Cicer¨®n, la salus communis se ver¨¢ peligrosamente da?ada y amenazada por la seditio, que es la vulneraci¨®n del orden que fija el consenso de la raz¨®n. Una amenaza de rebeld¨ªa que desestabiliza la comunidad porque no contribuye a la amistad pol¨ªtica que fundamenta la justicia con la que se garantiza la administraci¨®n pac¨ªfica de la convivencia dentro de una rep¨²blica. Un riesgo que debe valorarse por el Gobierno de Espa?a al tramitar las peticiones de indulto solicitadas por terceros para algunos de los condenados por la causa del proc¨¨s independentista vivido en Catalu?a con la aprobaci¨®n de las leyes de desconexi¨®n del 6 y 7 de septiembre de 2017.
Aqu¨ª reside el principal problema de los indultos que mencionamos: en determinar la oportunidad c¨ªvica de si contribuir¨¢n, o no, a la concordia en estos momentos, no solo en Catalu?a sino tambi¨¦n en el resto de Espa?a. Un problema que trasciende la valoraci¨®n pol¨ªtica de decisiones, por otro lado adecuadas, como son: la reforma del C¨®digo Penal para que los delitos de rebeli¨®n y sedici¨®n se adapten al siglo XXI; o relativizar, en casos como el que nos ocupa, la concurrencia del arrepentimiento o la persistencia de un riesgo de reincidencia en los autores. S¨¦ que estas cuestiones tienen tambi¨¦n su trascendencia, especialmente jur¨ªdica, pero ceden ante la invocaci¨®n de un concepto pol¨ªtico fundamental para la convivencia como es la concordia.
Juan Luis Vives la ensalzaba como manifestaci¨®n de la prudencia que deb¨ªa acompa?ar las acciones de los gobiernos, pues, de no apoyarse la una en la otra, el desenlace podr¨ªa da?ar la unidad del pueblo al pertrechar con nuevos agravios la discordia civil. Algo que en momentos de extraordinaria polaridad como los que vive Espa?a, con las emociones colectivas a flor de piel, los populismos campando a sus anchas y con un conjunto de desigualdades y dislocaciones sociales que tardar¨¢n mucho tiempo en resta?arse debido a la pandemia, exigen que, al tramitar los indultos del proc¨¨s, concurra una ponderaci¨®n cr¨ªtica que identifique sin lugar a dudas que se da una aspiraci¨®n com¨²n y socialmente compartida por la mayor¨ªa de los espa?oles.
La apelaci¨®n a la concordia no despejar¨¢ estos obst¨¢culos con una sencilla invocaci¨®n afirmativa que surja de un acto de fe c¨ªvica que apoye los indultos. Sobre todo porque no est¨¢ claro que, en la coyuntura actual, estos contribuyan de forma inequ¨ªvoca a mejorar la paz social dentro de Catalu?a y favorecer la distensi¨®n en las relaciones de esta comunidad con el resto de Espa?a. La concordia, cuando se utiliza pol¨ªticamente como un argumento de Estado, exige mucho m¨¢s. Ha de ser vista como un acto de generosidad colectiva que implica acciones de cuidado y respeto que deben desarrollarse dentro de una estrategia pol¨ªtica de ida y vuelta que la conviertan en una necesidad y una aspiraci¨®n comunes. De lo contrario, si es unilateral, no funciona y se transforma en resentimiento en quien no se siente correspondido. Un proceder equivocado debido al agravio comparativo que puede generar no solo en el resto de Espa?a, sino especialmente dentro de la sociedad catalana. No hay que olvidar que la mitad de ella sufri¨® la vulneraci¨®n de sus derechos cuando la minor¨ªa parlamentaria fue marginada y silenciada durante los debates que acompa?aron la aprobaci¨®n de las leyes del 6 y 7 de septiembre de 2017.
Quienes queremos un encaje adecuado de Catalu?a dentro de Espa?a que suponga el reconocimiento definitivo de su singularidad nacional, deseamos que se produzca dentro de un contexto de legalidad y lealtad que sea acorde con las reglas de la Constituci¨®n y el Estatut. Eso significa que la Generalitat no puede seguir eludiendo sus responsabilidades de representar al conjunto de Catalu?a y de contribuir de forma activa a la concordia dentro de este pa¨ªs y del conjunto de Espa?a. Contribuci¨®n que debe ser materializada mediante una serie de acciones que pasen, entre otras, por el reconocimiento de la propia diversidad que aloja en su interior. La concordia, o es cosa de dos cuando se pide como soluci¨®n a un conflicto percibido socialmente como bilateral, o es otra muy distinta. Sobre todo si los gestos que trabajan a favor de ella son unidireccionales y unilaterales. Y otorgar los indultos es una decisi¨®n muy arriesgada en la situaci¨®n actual. No solo porque alimenta una pulsi¨®n tel¨²rica que aviva la aparici¨®n de un nacionalismo espa?ol irresistible, sino porque siembra dudas sobre si el gobierno no estar¨¢ abordando los indultos para garantizar la estabilidad parlamentaria que necesita si quiere completar la legislatura y tener ¨¦xito en el desenlace final de la gesti¨®n de la crisis econ¨®mica y social provocada por la pandemia.
El Abrazo de Vergara de 1839 fue un momento de verdadera concordia. Sus protagonistas demostraron con ¨¦l que la paz social era algo m¨¢s fr¨¢gil y complejo de gestionar que la paz material lograda tras la victoria de las armas. No solo requer¨ªa habilidad estrat¨¦gica, recursos y disposici¨®n combativa, sino que deb¨ªa trabajar con la fuerza de los s¨ªmbolos, el empleo de la psicolog¨ªa y el manejo generoso de las emociones. Un esfuerzo de indulgencia rec¨ªproca y disposici¨®n a neutralizar los reproches y la ira que, por desgracia, dur¨® poco. El fin de la primera guerra carlista anunci¨®, casi al mismo tiempo, el arranque de la segunda en 1846. Sin embargo, el abrazo que se dieron Espartero y Maroto muestra el sentido profundo que anima el esp¨ªritu de concordia cuando se invoca de forma sincera. Una realidad que contrasta con la pulsi¨®n cainita que dej¨® grabada para la posteridad la imagen goyesca del Duelo a garrotazos y que ahora opera como una advertencia colectiva a trav¨¦s del desaf¨ªo que algunos quieren movilizar frente a los indultos que gestiona el gobierno.
En este sentido, necesitamos resolver el problema de Catalu?a con altura de miras y sentido de Estado. Un di¨¢logo leal que ha basarse en un empe?o colectivo de concordia rec¨ªproca que busque una soluci¨®n sincera que deje atr¨¢s la huella de los reproches de una historia embalsada por un sinf¨ªn de desencuentros. M¨¢s tarde o temprano habr¨¢ que hacerlo porque existe en el conjunto de la sociedad espa?ola la aspiraci¨®n com¨²n de que as¨ª sea. Lo vieron durante la Transici¨®n democr¨¢tica Josep Tarradellas y Adolfo Su¨¢rez al restablecerse el autogobierno de Catalu?a en 1977, antes de que aprobara la Constituci¨®n. Entonces la concordia fue secundada por la mayor¨ªa de los espa?oles y los catalanes. Fue una decisi¨®n valiente y justa que brot¨® de una aspiraci¨®n com¨²n que ten¨ªa detr¨¢s el soporte sincero de una verdad colectiva. Dudo ahora que los indultos de los que hablamos est¨¦n realmente a la altura de esa verdad de reconciliaci¨®n que debe acompa?ar el esp¨ªritu de concordia. Una duda que va de la mano del miedo a que, quiz¨¢, sean mayor¨ªa los que piensan que la medida es temeraria e injusta. Un escenario que, entonces, lejos de contribuir a la concordia, sembrar¨¢ probablemente el camino hacia la agudizaci¨®n de la discordia.
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle fue secretario de Estado de Cultura entre 2011 y 2016 y de Agenda Digital, entre 2016 y 2018 y es autor de El liberalismo herido (Arpa)
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