?Qu¨¦ estafa!
Particip¨¦ de ese optimismo insensato que nos llev¨® a deducir que nuestros hijos tendr¨ªan un futuro a la altura de la infancia que les est¨¢bamos haciendo disfrutar
El viejo Haro Tecglen sol¨ªa rubricar sus columnas con esta expresi¨®n: ¡°?Qu¨¦ estafa!¡±. Estafa, la invasi¨®n de Irak; estafa, los incumplimientos socialdem¨®cratas o los abusos de lo que entonces se llamaba derechona; estafa de la misma vida, que siempre reduce los sue?os. En justa correspondencia yo deber¨ªa dedicarle este art¨ªculo que trata de dar cuenta de una estafa en toda regla, la que llevan padeciendo los nacidos en los ochenta y noventa cuando la crisis econ¨®mica de 2008 los despert¨® sin miramientos de la mejor infancia de la historia. Fueron sin duda unas criaturas mimadas. Sus padres y madres, a cuya generaci¨®n pertenezco, a¨²n hab¨ªamos crecido sometidos a la austeridad que tanto marc¨® a nuestros progenitores. Pero los ni?os de esas dos d¨¦cadas de burbujas enga?osas no solo disfrutaron del bien material sino de una educaci¨®n relajada y tolerante en la que cre¨ªamos quienes nos hab¨ªamos hecho adultos al calor de las nuevas libertades democr¨¢ticas. Escribo generalizando, como no puede ser de otra manera, pero particip¨¦ de ese optimismo insensato que nos llev¨® a deducir que nuestros hijos tendr¨ªan un futuro a la altura de la infancia que les est¨¢bamos haciendo disfrutar. Aquellas madres que nos agolp¨¢bamos a la salida de la escuela y que compart¨ªamos unas ca?as y el paquete de Fortuna particip¨¢bamos de esa sensaci¨®n.
Vivir en la creencia de que tus hijos alcanzar¨¢n al menos tu bienestar no estaba escrito en ninguna parte, pero eso no significa que no hablemos de una gran estafa social. No es que de aquel 2008 a este 2021 haya saltado la juventud de una crisis a otra, como en el juego de la Oca, es que un porcentaje elevad¨ªsimo de ellos ha moldeado progresivamente su vida forzado por una precariedad creciente que permite el abuso laboral, que no se ve aliviada por un sistema impositivo justo, que exige, como se?ala Remedios Zafra, la exhibici¨®n de un entusiasmo para no verse expulsados del mercado laboral. No todos pueden vivir en la ilusi¨®n del teletrabajo, no todos sue?an con un retorno al campo porque muchos se criaron en barrios urbanos y sienten apego por ellos, pero la inseguridad laboral les hace replantearse un futuro que nunca han visto m¨¢s incierto.
Los padres y las madres estamos ah¨ª. La prensa internacional glos¨® en la anterior crisis el papel del tutelaje familiar en Espa?a que salv¨® tantas situaciones cr¨ªticas. Pero la subordinaci¨®n econ¨®mica de los hijos los perpet¨²a en una eterna juventud, falsa cuando se sobrepasan los treinta. Esa dependencia, aunque sea leve, les hace menos libres a la hora de tomar decisiones sin rendir cuentas. Seguimos velando por ellos, los tenemos en permanente tutor¨ªa, es una falsa juventud en pr¨¢cticas. Nos olvidamos de que a su edad muchos de nosotros est¨¢bamos dirigiendo, mandando, liderando, equivoc¨¢ndonos, marcando territorio. No solamente les debemos empleo y sueldo dignos, debemos de una vez por todas permitirles que tomen las riendas. No vaya a ser que aquellos j¨®venes impulsores de la democracia sean a su vez los que se afanen en perpetuarse en el poder. Mal final es ese.
Cap¨ªtulo 1. La brecha generacional
Testimonios | ¡°La vida me va con retraso¡±
Reportaje | Jos¨¦ Ram¨®n persigue la vida de sus padres
Podcast | ¡°El futuro es una sombra¡±
Datos | El grupo de edad con m¨¢s pobres en Espa?a
Editorial | El derecho de los j¨®venes al porvenir
Opini¨®n | ¡®La edad de hielo¡¯ por Elena Medel
TODA LA SERIE | Una generaci¨®n en busca de futuro
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