Una compensaci¨®n justa para la transici¨®n verde
Se debe minimizar la desigualdad en el reparto de costes de la pol¨ªtica clim¨¢tica, no dando ayudas en general, sino de manera selectiva a los m¨¢s afectados
En las ¨²ltimas semanas ha quedado claro que el camino a la descarbonizaci¨®n de nuestras econom¨ªas no ser¨¢ f¨¢cil. A pesar de que la poblaci¨®n de los pa¨ªses avanzados declara una preocupaci¨®n creciente por los problemas del cambio clim¨¢tico, se multiplican las protestas ante el aumento de los precios energ¨¦ticos causados por las pol¨ªticas clim¨¢ticas y en algunos lugares empieza a discutirse ...
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En las ¨²ltimas semanas ha quedado claro que el camino a la descarbonizaci¨®n de nuestras econom¨ªas no ser¨¢ f¨¢cil. A pesar de que la poblaci¨®n de los pa¨ªses avanzados declara una preocupaci¨®n creciente por los problemas del cambio clim¨¢tico, se multiplican las protestas ante el aumento de los precios energ¨¦ticos causados por las pol¨ªticas clim¨¢ticas y en algunos lugares empieza a discutirse la acelerada expansi¨®n de las renovables. El fen¨®meno, que empieza a sentirse con fuerza en Espa?a, es generalizado; como bot¨®n de muestra, el resultado negativo del refer¨¦ndum suizo del pasado domingo sobre la ley de cambio clim¨¢tico, avalada por casi todas las fuerzas pol¨ªticas. Aunque son muchos los factores que explican la disparidad entre deseos y praxis de la poblaci¨®n, sin duda las cuestiones distributivas (qui¨¦nes, aparentemente, se benefician y qui¨¦nes asumen los costes de la transici¨®n) juegan un papel fundamental.
No deja de sorprender que la soluci¨®n a un problema esencialmente distributivo como el cambio clim¨¢tico, causado por las mayores emisiones de los m¨¢s pudientes y sufrido por los que menos tienen por su menor capacidad de adaptaci¨®n (entre pa¨ªses y dentro de cada pa¨ªs), acabe siendo obstaculizada precisamente por cuestiones de equidad. Particularmente porque sabemos que los costes de mitigaci¨®n del cambio clim¨¢tico son modestos en conjunto, ya que la aparici¨®n de nuevos sectores y actividades compensa los da?os al tejido productivo actual y, desde luego, est¨¢n muy alejados de los inmensos costes de no afrontar este problema y otros fen¨®menos ambientales asociados a la combusti¨®n f¨®sil. ?Cu¨¢l es el escollo entonces? Tan simple como que esos favorables c¨¢lculos agregados esconden la concentraci¨®n de los costes en grupos espec¨ªficos, de ciertos territorios, actividades o niveles de renta.
Tambi¨¦n es sorprendente que encontremos estas piedras en el camino precisamente en la salida de la crisis pand¨¦mica, que supuestamente iba a ser verde. O no: en este momento se juntan las heridas del coronavirus que, de nuevo, ha afectado m¨¢s a los que menos tienen, con una intensificaci¨®n de las pol¨ªticas clim¨¢ticas que haga posible el cumplimiento de los ambiciosos objetivos acordados en Par¨ªs en 2015. Estamos, al fin, pasando de las palabras a los hechos y por ello comienzan a manifestarse las disrupciones asociadas a un proceso de cambio estructural. Desgraciadamente, el margen de maniobra para afrontar el problema clim¨¢tico y conseguir los objetivos acordados se hace cada vez m¨¢s peque?o y paralizar ahora las pol¨ªticas correctoras que faciliten la transici¨®n, algo que hemos visto en Espa?a durante demasiado tiempo, no es una opci¨®n. No lo es desde el punto de vista ambiental, ni econ¨®mico, ni sobre todo de equidad social. No podemos permitir que la bola de nieve crezca m¨¢s y haga imposible su gesti¨®n a unos costes socioecon¨®micos razonables.
En este contexto, ?c¨®mo dise?ar una hoja de ruta que salvaguarde la transici¨®n y sea aceptable socialmente? En primer lugar, aprovechando el viento favorable de cola: las alternativas de mitigaci¨®n clim¨¢tica ¡ªrenovables implantadas de forma ordenada y sostenible, bater¨ªas o productos eficientes energ¨¦ticamente¡ª son cada vez m¨¢s baratas. Adem¨¢s, las grandes econom¨ªas del planeta est¨¢n empezando a alinear sus esfuerzos en la lucha contra el cambio clim¨¢tico y esto limitar¨¢ los efectos perniciosos sobre la competitividad. En segundo lugar, es imprescindible minimizar los costes de la pol¨ªtica clim¨¢tica para as¨ª reducir tambi¨¦n sus costes distributivos. Sabemos que opciones descentralizadas, como los precios de carbono, son altamente coste-efectivas y por ello debemos seguir apostando por ellas.
No obstante, el nudo gordiano distributivo sigue intacto e impedir¨¢ la progresi¨®n si no tomamos medidas adicionales. Probablemente sea necesario, en primer lugar, abandonar el relato rosa de la transici¨®n energ¨¦tica y dejar claro a la ciudadan¨ªa que ser¨¢ un camino lleno de obst¨¢culos para llegar a una situaci¨®n sustancialmente mejor en el medio y largo plazo. Conviene subrayar, en este sentido, que los impactos econ¨®micos y distributivos de no actuar desde ya ser¨¢n muy negativos. En segundo lugar, para poder transitar ese camino pedregoso, ser¨¢ necesario dise?ar y aplicar inmediatamente medidas distributivas compensatorias para los m¨¢s afectados por el proceso de descarbonizaci¨®n. Bajo mi punto de vista, estas medidas han de tener varias caracter¨ªsticas: deben preservar, no obstaculizar, la actuaci¨®n correctora de la pol¨ªtica clim¨¢tica; deben concentrarse exclusivamente sobre los m¨¢s vulnerables (territorios, sectores y grupos de renta); y deben ser capaces de revertir ¨ªntegramente los efectos negativos en el corto plazo y de resolver el problema distributivo en el medio plazo.
No tiene sentido, por ello, retrasar el progreso de la transici¨®n manteniendo artificialmente bajos los precios de los productos energ¨¦ticos, en particular los combustibles f¨®siles, para proteger a los que menos tienen. Primeramente, porque esto evita que se adopten los cambios de comportamiento e inversi¨®n necesarios para la correcci¨®n clim¨¢tica, engordando a¨²n m¨¢s la bola de nieve a la que me refer¨ª antes. Por si fuera poco, estas medidas tan burdas acaban beneficiando, con la excusa de proteger a ciertas capas sociales, a los que m¨¢s tienen por sus elevados consumos energ¨¦ticos. Precisamente por eso no tienen sentido estrategias compensatorias generalizadas, de caf¨¦ para todos, y urge ser muy selectivo en su aplicaci¨®n. Entre ellas destaca lo que podr¨ªamos denominar cheque verde, una cantidad monetaria que sirva para compensar ¨ªntegramente solo a determinados grupos por los costes extra ocasionados por la acci¨®n de la pol¨ªtica clim¨¢tica sin menoscabar los incentivos a la eficiencia energ¨¦tica o al cambio de combustibles. Nos encontramos en este caso ante medidas sofisticadas, personalizadas, que hoy podr¨ªamos definir e implantar sin demasiadas dificultades en un pa¨ªs como el nuestro.
El cheque verde servir¨ªa para compatibilizar una pol¨ªtica clim¨¢tica efectiva con la protecci¨®n en el corto plazo de aquellos especialmente perjudicados por la transici¨®n. Pero para resolver los problemas distributivos en el medio plazo ser¨ªa necesario actuar de forma decidida sobre el origen de los efectos: el equipamiento. Muchos grupos afectados tienen dificultades para reaccionar a los impactos de la transici¨®n porque no cuentan con los medios para renovar, por ejemplo, su veh¨ªculo o sistema de calefacci¨®n. Desafortunadamente, los programas p¨²blicos actuales para sustituci¨®n de equipamiento son manifiestamente mejorables en cobertura e intensidad. No es el momento de aproximaciones generales que, de nuevo, acaban beneficiando a los que menos lo necesitan y cuya efectividad ambiental es discutible porque muchos de los beneficiarios habr¨ªan accedido al nuevo equipamiento sin esas ayudas. Sin embargo, concentrando estos programas en determinados grupos sectoriales, territoriales o por nivel de renta, y cubriendo gran parte del coste del cambio de equipamiento, conseguir¨ªamos atajar verdaderamente los impactos distributivos de las pol¨ªticas clim¨¢ticas en el medio plazo. No olvidemos, adem¨¢s que estas pol¨ªticas tendr¨ªan un efecto de arrastre considerable sobre los nuevos sectores verdes, generando nuevos empleos, y reducir¨ªan a¨²n m¨¢s el coste de las tecnolog¨ªas limpias. En resumen, un c¨ªrculo virtuoso.
Es el momento, en fin, de dar un aceler¨®n y un volantazo a nuestras pol¨ªticas clim¨¢ticas. Debemos continuar aumentando su intensidad y simult¨¢neamente dedicar abundantes recursos p¨²blicos, que pueden provenir de la propia aplicaci¨®n de dichas pol¨ªticas, a reducir sus impactos distributivos de una manera selectiva y rotunda.
Xavier Labandeira es catedr¨¢tico de Econom¨ªa en Ecobas-Universidad de Vigo.