Volver a Barcelona: el choque cultural inverso
Regresar a la ciudad condal despu¨¦s de 30 a?os en Alemania supone retornar a un lugar donde muchas cosas han cambiado
Por el mismo mecanismo que hace que, si te has roto una pierna, solo veas enyesados, me top¨¦ el otro d¨ªa con un art¨ªculo sobre el llamado ¡°choque cultural inverso¡±. Se trata del proceso por el que pasan aquellas personas que regresan tras vivir en el extranjero. Una especie de duelo provocado por el sentimiento de p¨¦rdida al abandonar un lugar y una cultura a la que ya se hab¨ªan adaptado y la desilusi¨®n porque no se cumplen muchas de las expectativas idealizadas sobre el lugar de origen. En menos de un mes, tras treinta a?os en Alemania, me vuelvo a vivir a Barcelona y me pregunto si estoy preparada para el choque cultural inverso. Veamos.
S¨¦ que nada es como lo dej¨¦. Evidente.
S¨¦ que siempre vivir¨¦ entre dos mundos. Nada nuevo. Llevo treinta a?os haci¨¦ndolo.
S¨¦ que vuelvo a una sociedad polarizada, que me van a pedir, incluso a exigir, lealtades patrias que no siento. S¨¦ que los habr¨¢ que me dir¨¢n que mi problema es que no las siento y responder¨¦ que mi suerte es precisamente que no siento esas cosas.
Dejo un pa¨ªs en el que, a m¨¢s de treinta a?os de la reunificaci¨®n, se sigue hablando de wessis, alemanes del Oeste en oposici¨®n a los ossis, los de la antigua RDA. Una cicatriz que no se acaba de cerrar seguramente porque la herida est¨¢ mal suturada. Frente al deseo de reunificaci¨®n (que despu¨¦s descubr¨ª que no era tan un¨¢nime como cre¨ªamos) la realidad de situaciones pol¨ªticas, econ¨®micas, culturales y sociales muy diferentes. Hab¨ªa un pasado y una lengua comunes, pero eran pa¨ªses extranjeros. No se trat¨®, adem¨¢s, de reunificaci¨®n entre pares, sino que el grande se merend¨® al chico. Y, de pronto, todo lo que daba identidad a la RDA no val¨ªa. No defiendo en absoluto el r¨¦gimen pol¨ªtico dictatorial de la RDA. Me refiero a que, mientras en el Oeste el esfuerzo fue econ¨®mico, en el Este fue un proceso de adaptaci¨®n a los valores y las estructuras del otro lado, que pasaron a ser los dominantes, lo que supuso aceptar que lo que hab¨ªan sido y hecho antes no val¨ªa. Tampoco lo que objetivamente era mejor. Solo un par de ejemplos. Desaparecieron los centros sanitarios con asistencia para toda la poblaci¨®n. Se desmantel¨® un sistema de guarder¨ªas que permit¨ªa conciliar trabajo y familia. Algo que no exist¨ªa, ni existe todav¨ªa, porque en el Oeste se sigue teniendo una visi¨®n bastante retrograda de la maternidad. S¨ª, la industria estaba obsoleta, pero no se sane¨®, se destruy¨® (para evitar competencia) y se desindustrializ¨® el Este. Las consecuencias: tasas alt¨ªsimas de paro, despoblamiento y la p¨¦rdida del orgullo trabajador y de la autoestima. Los salarios siguen siendo un 15% m¨¢s bajos en el Este. Y la sensaci¨®n de ser alemanes de segunda, sigue estando muy extendida.
S¨¦ que salgo de un pa¨ªs con la ultraderecha en alza, que no es casual que empezara a resurgir en un Este deprimido, desorientado y con sensaci¨®n de abandono institucional. Que me voy a otro donde pasa lo mismo, con la diferencia de que en Alemania con la AfD no se pacta y en Espa?a parece que todo vale.
Se que sigue siendo casi imposible llegar en tren a Galicia o Extremadura.
S¨¦ que llevar¨¦ muy mal la tolerancia a la corrupci¨®n. No porque en Alemania sean seres puros. La corrupci¨®n es un fen¨®meno universal. En cambio, no lo es el modo en que se acepta en una sociedad. Por no aburrir con un tema omnipresente, me centrar¨¦ en el mundo acad¨¦mico porque conozco muy bien el trabajo que supone un t¨ªtulo universitario y me indigna que, despu¨¦s de que en Espa?a se descubrieran casos flagrantes de falsos t¨ªtulos, los pol¨ªticos que los hab¨ªan comprado ni siquiera se sonrojaran. En Alemania los plagios en tesis doctorales han costado el t¨ªtulo y el cargo a un ministro de Defensa, Karl-Theodor zur Guttenberg, una ministra de Educaci¨®n, Annette Schavan, y una ministra de Familia, Franziska Giffey. Todos dimitieron.
S¨¦ que la tele es chabacana y gritona, que hay mucha prensa carro?era. Aqu¨ª tambi¨¦n, pero tiene mucho menos espacio y tiempo de emisi¨®n. La televisi¨®n p¨²blica alemana es tal vez algo sopor¨ªfera, pero la contaminaci¨®n ac¨²stica se reduce a programas con m¨²sica de aires b¨¢varos que loa los Alpes o la belleza de los paisajes anhelados del sur. Evidentemente s¨¦ que no regreso a ese sur ideal de los alemanes, a ese para¨ªso de sol, mar y gente sonriente.
S¨¦ que a la mayor¨ªa no les interesar¨¢ escuchar ninguna frase que empiece con un ¡°pues en Alemania¡±, y que, procurar¨¦ no pronunciarla, pero la pensar¨¦ varias veces al d¨ªa.
S¨¦ todo eso y otras muchas cosas que no me caben aqu¨ª. Pero s¨¦ tambi¨¦n que, cuando mis amigos me pregunten si estoy segura de que quiero volver a Barcelona, la respuesta ser¨¢ por qu¨¦ no. ?Saben por qu¨¦ lo s¨¦? Porque llevo casi treinta a?os respondiendo esto cuando me preguntan por qu¨¦ me fui a vivir a Frankfurt.
Rosa Ribas es escritora. Su ¨²ltima novela es Los buenos hijos (Tusquets)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.