Desenmascarados
Si aprendimos a llevarlas, ahora aprenderemos a prescindir de ellas, s¨ªmbolo del combate colectivo y solidario y de nuestra com¨²n y fr¨¢gil condici¨®n
Hay algo de misterio en las mascarillas. Recordemos c¨®mo llegaron ahora que empezamos a quit¨¢rnoslas. Ten¨ªan algo de salv¨ªfico en aquel momento pavoroso cuando nos sent¨ªamos en peligro al respirar el aire sin filtros o acercarnos a las personas sin embozo.
Se dispar¨® su precio al fallar los primeros suministros. Fueron objeto de especulaci¨®n, falsificaciones e incluso peleas pol¨ªticas entre gobiernos en competencia. Entonces, cuando eran escasas, poco sab¨ªamos de ellas, de sus clasificaciones y diferencias.
Tan alta fue la ignorancia que su leyenda se incorpor¨® a las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. As¨ª hubo mascarillas que contagiaban en vez de proteger. Como luego suceder¨ªa tambi¨¦n con las vacunas, que inocular¨ªan los virus que dec¨ªan combatir o implantar¨ªan microchips para controlar la entera especie humana.
Si hubiera sido por nuestra escasa cultura pand¨¦mica, tan distinta a la de los asi¨¢ticos, enseguida nos habr¨ªamos deshecho de ellas. Su uso se convirti¨® en obligatorio. Qued¨® claro que eran imprescindibles para habitar el mundo convertido en virusfera y relacionarse con seres humanos en la sociedad global infectada.
Tan r¨¢pido fue el aprendizaje que ya casi lo hemos olvidado. Ahora que vamos a prescindir de su uso continuo, es cuando sabemos mejor c¨®mo utilizarlas, para evitar que empa?en las gafas o nos enrojezcan las orejas.
No habr¨¢ que olvidar lo que aprendimos. La cultura oriental de la mascarilla se ha instalado definitivamente entre nosotros y no se ir¨¢ ni siquiera cuando se relajen las normas y las obligaciones. Nos igualan gracias a la parte oculta del rostro, medio espejo del alma. Se hace a veces dif¨ªcil reconocerse entre conocidos y amigos. Hay que afinar la vista para leer en los ojos del otro sin el moh¨ªn o la sonrisa. Cuerpos, tatuajes y vestimenta atraen las miradas rechazadas por los rostros semiocultos.
Justo cuando nos hemos acostumbrado, toda la humanidad embozada de una punta a la otra del planeta, nos dicen que no hab¨ªa para tanto. Aprenderemos a prescindir de ellas como aprendimos a llevarlas de continuo, s¨ªmbolo de nuestra com¨²n y fr¨¢gil condici¨®n y bandera del combate colectivo y solidario.
Desenmascarados, nos reconocemos en qui¨¦nes somos aunque lo hubi¨¦ramos olvidado. Seres fr¨¢giles, necesitados de protecci¨®n y de cuidado, cambiantes tambi¨¦n en cuanto a sentimientos e ideas, como los cient¨ªficos y los m¨¦dicos, todos sometidos al doloroso y mortal aprendizaje de la pandemia, una experiencia que no merece pasar al olvido.
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