Espa?a se quita la mascarilla en la calle en un paso m¨¢s hacia la normalidad
Los ciudadanos pueden volver a verse la cara en exteriores tras decaer la obligaci¨®n de usar cubrebocas en la v¨ªa p¨²blica siempre que se respete la distancia interpersonal de 1,5 metros. En interiores seguir¨¢ siendo obligatorio
Y, de repente, cuando el reloj de la plaza de la Vila de Gr¨¤cia de Barcelona dej¨® ir la ¨²ltima campanada que cruzaba la medianoche, la calle estall¨® en j¨²bilo. Con un ¡°o¨¦¡± interminable a voz en grito y volando las mascarillas sobre sus cabezas, decenas de personas despidieron el cubrebocas en la calle 401 d¨ªas despu¨¦s de empezar a caminar con el rostro tapado en la v¨ªa p¨²blica. ¡°Ten¨ªa ganas de quit¨¢rmela, aunque algo de miedo tambi¨¦n. Mi padre muri¨® por coronavirus y algo de reparo tengo¡±, suelta a cara descubierta Ver¨®nica Amot, de 48 a?os, pocos minutos despu¨¦s de las 12 de la noche. Con la incidencia en Espa?a instalada en 95 casos de covid por 100.000 habitantes y m¨¢s de la mitad de los ciudadanos con, al menos, una dosis de la vacuna puesta, la mascarilla ha dado un paso a un lado en Espa?a: m¨¢s de un a?o despu¨¦s de que el Gobierno instalase por primera vez la obligaci¨®n de usarla en exteriores si no se pod¨ªa garantizar la distancia de seguridad, una norma que se fue endureciendo hasta hacerla obligatoria en todo caso en exteriores, la orden de usar el tapabocas vuelve a flexibilizarse y, desde la pasada medianoche, queda limitada a interiores y espacios abiertos donde haya riesgo de aglomeraciones o no se respete la distancia de 1,5 metros.
La calle esperaba con ganas el cara a cara. De hecho, ya hace semanas que las mascarillas brillan por su ausencia en las noches de fiesta y, con la excusa de una cerveza abierta o un kebab en la mano, decenas de personas en la plaza de la Vila de Gr¨¤cia se adelantaron anoche a la entrada en vigor oficial de la norma que flexibiliza el uso de la mascarilla. ¡°Ya nos hemos adaptado a llevarla, pero si me la puedo quitar, lo agradezco¡±, admite Teo Peir¨®, de 42 a?os. Sentado en la plaza con sus amigos Oriol y Xavier, de 37 y 40 a?os, los tres coinciden en que, a pesar de levantar esta restricci¨®n, tras tanto tiempo con medidas de control, ¡°la prevenci¨®n se queda grabada¡±. No bajar¨¢n la guardia, dicen, pero toca volver a verse y reconocerse. Peir¨® es profesor y a muchos alumnos no les ha visto nunca la cara: ¡°He pedido a alg¨²n alumno que se bajara un momento la mascarilla para verlo y he pensado: ¡®?Ah¨ª va! ?Tienes esa cara!¡±.
Al otro lado de la plaza, Gio Galindo, de 34 a?os, apura una cerveza a paso ligero. Es monitora de educaci¨®n infantil y camarera. ¡°Todos los profesores este a?o eran nuevos y la reacci¨®n de los ni?os cuando los ve¨ªan sin mascarilla por primera vez era incre¨ªble. Pero bueno, este a?o hemos aprendido a mirar a la gente con mejor coraz¨®n¡±, tercia la joven. La mascarilla, eso s¨ª, dejar¨¢ huella, y el impacto en la poblaci¨®n de este primer paso de retorno a la vieja normalidad es incierto, coinciden los expertos consultados. Aunque asumen que la adaptaci¨®n ser¨¢ r¨¢pida: aparte de la sorpresa al descubrir la verdadera cara de personas desconocidas hasta ahora sin mascarilla, los psic¨®logos asumen que los m¨¢s aprensivos pueden sufrir cuadros de estr¨¦s al verse con el rostro al aire. ¡°Yo, a veces, me la quito un momento para que me entiendan mejor, para vocalizar alguna palabra, y la gente se aparta¡±, relata Galindo.
Tras los vaivenes de aquellos primeros d¨ªas de pandemia en los que se desaconsejaba su uso, luego se recomendaba y finalmente se solicitaba encarecidamente, la utilizaci¨®n de la mascarilla ha sido pr¨¢cticamente total entre la poblaci¨®n. El cubrebocas se convirti¨® en el salvavidas ante un enemigo invisible a los ojos y su aceptaci¨®n fue casi un¨¢nime: por el temor al coronavirus, por cumplir las normas e, incluso, por el miedo a ser se?alado y amonestado si no se comulgaba con la directriz de cubrirse boca y nariz. Seg¨²n la ¨²ltima encuesta del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), el 99,4% de los espa?oles la usa habitualmente.
¡°La gente m¨¢s mayor la seguir¨¢ usando tal vez. Los j¨®venes estamos deseando quit¨¢rnosla¡±, apunta Jos¨¦ M¨¢rquez, mientras fuma un cigarro en el epicentro del barrio barcelon¨¦s. A pocos metros, Mart¨ª Nagel, de 21 a?os, y Ona L¨®pez, de 21, aceleran el paso, kebab en mano. Pasan de las 12 de la noche y son de los pocos que todav¨ªa llevan mascarilla en la plaza. ¡°Anda, ?ya son las 12? Ni me hab¨ªa enterado, pero me va a dar un gustazo quit¨¢rmela... Tengo muchas ganas¡±, asegura Nagel. L¨®pez, por su parte, se?ala que, si hay mucha gente en la calle, seguir¨¢ llev¨¢ndola. ¡°Se va a hacer raro porque estamos muy acostumbrados. Como cuando vemos im¨¢genes de archivo o una pel¨ªcula antigua, que la gente va sin mascarilla y se te hace muy raro¡±, ejemplifica la joven.
Las mascarillas se han convertido en una extensi¨®n m¨¢s del cuerpo, imprescindibles para socializar fuera de la burbuja de convivencia y para salir a la calle, so pena de multa administrativa y miradas de rechazo por parte del resto de viandantes. A pesar de ser una restricci¨®n impuesta y muy controvertida entre la comunidad cient¨ªfica ¡ªno hay evidencia de que se precise en espacios al aire libre sin masificaciones¡ª, el tapabocas se ha erigido como uno de los grandes elementos de protecci¨®n contra el virus y ahora que se flexibiliza la obligaci¨®n de su uso, los expertos aguardan expectantes la reacci¨®n de la poblaci¨®n. La cosa andar¨¢ entre la euforia de unos, la transici¨®n natural de la mayor¨ªa y el p¨¢nico de otros pocos, auguran. ¡°Los datos reales nos dir¨¢n lo que acabar¨¢ pasando. Pero si la gente se adapt¨® r¨¢pidamente a la mascarilla, la adaptaci¨®n a lo contrario tambi¨¦n ser¨¢ r¨¢pida¡±, sostiene Antonio Sanz, profesor de Psicolog¨ªa en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
Pasan de las 0.30 y las personas con mascarilla por la noche de Gr¨¤cia se cuentan ahora con los dedos de una mano. Y sobran dedos. Toni Garcia, de 34 a?os, aferra boca y nariz a una m¨¢scara reutilizable. ¡°Yo la seguir¨¦ usando unas semanas m¨¢s. No hemos acabado con el virus y ahora va a explotar la epidemia otra vez. No tengo miedo por m¨ª, pero vivo con mi padre y mi sobrino y no quiero contagiarlos¡±, defiende. Espa?a llevaba desde abril con una tendencia descendente en la curva de contagios, pero, desde hace tres d¨ªas, las nuevas infecciones han repuntado ligeramente y la incidencia acumulada vuelve a subir de forma paulatina. Los epidemi¨®logos, de hecho, tambi¨¦n piden cautela en la flexibilizaci¨®n de las restricciones.
A 600 kil¨®metros de Barcelona, en el barrio de Malasa?a, epicentro de la fiesta madrile?a, las medianoches de viernes ya hace semanas tambi¨¦n que empiezan a parecerse a las prepand¨¦micas. Y este viernes, el paisaje de mascarillas no era muy diferente al de d¨ªas anteriores. Las llevaban muchos de los que paseaban esquivando las terrazas y los grupos de fumadores a las puertas de los bares donde nada cubr¨ªa la cara. Otros, como la tuna universitaria que pasea por los bares, las portaban en la barbilla mientras cantaban Clavelitos a voz en grito. Algunos, como Mar¨ªa Manuela Pardo y Jos¨¦ Gonz¨¢lez, dos vecinos ya vacunados, no sab¨ªan exactamente ni qu¨¦ era lo que acababa de entrar en vigor. ¡°Yo la seguir¨¦ llevando aunque est¨¦ vacunado. Los chinos se la ponen toda la vida y no tienen ning¨²n problema¡±, conviene Gonz¨¢lez. ¡°Pues yo ahora tambi¨¦n la llevo, para fastidiar¡±, zanja Pardo.
Carlos Losada, vocal de la Asociaci¨®n Nacional de Psic¨®logos Cl¨ªnicos y Residentes, asume que, como sucede ante cualquier cambio, las personas requieren un tiempo de adaptaci¨®n. ¡°Cada persona va a tener que ir a su ritmo a la hora de adaptarse. Puede haber personas con sensaciones m¨¢s f¨®bicas, pero entra dentro de la variabilidad de cada individuo. Lo mejor es desescalar al ritmo de cada uno¡±, sostiene. Concuerda Bego?a Elizande, psic¨®loga cl¨ªnica y experta en duelo y p¨¦rdidas: ¡°Habr¨¢ de todo como en todas partes. Habr¨¢ gente que la quemar¨¢ en la hoguera y otra que no se la sacar¨¢ porque le va bien para su alergia al sol o porque se sienta m¨¢s protegida. Pero llevar un a?o con una mascarilla no es tiempo suficiente para crear un trauma. Ha sido una restricci¨®n importante y opresiva, pero no tanto como para provocar un trauma¡±.
Lo que est¨¢ claro es que la poblaci¨®n se ha acostumbrado a mirarse y hablarse en espacios p¨²blicos con media cara cubierta y ahora toca readaptarse a la vieja normalidad. Uno de los grandes efectos descritos del uso de las mascarillas es la influencia sobre la lectura facial de los rostros: las emociones se reconocen peor y cuesta reidentificar las caras. Pero este efecto, se?alan los expertos, no perdurar¨¢ en el tiempo ahora que las mascarillas dan un paso al lado y tampoco la ciudadan¨ªa perder¨¢ habilidades en comunicaci¨®n social. ¡°El reconocimiento facial es algo que llevamos instalado de serie y hay otros elementos, como la modulaci¨®n de la voz o la postura del cuerpo para expresar emociones. Nadie habr¨¢ perdido la pr¨¢ctica para interpretar estas emociones¡±, valora Sanz. Losada coincide: ¡°Las personas tenemos una gran capacidad de flexibilidad. Si las mascarillas se quedasen para siempre, ser¨ªamos capaces de aprender a leer las emociones con lo que tenemos disponible¡±.
Lo que s¨ª toca es reevaluar la belleza de los rostros. Un estudio concluy¨® que, con mascarilla, la gente se percibe m¨¢s atractiva. La mitad inferior de la cara es vital para determinar el atractivo, sostiene la investigaci¨®n, y la armon¨ªa y simetr¨ªa de los rasgos son clave para el veredicto final. ¡°Aunque los ojos y la regi¨®n periorbitaria a menudo se citan como las regiones faciales que definen la belleza, los resultados del estudio sugieren que otros rasgos faciales tambi¨¦n contribuyen a los juicios de atractivo, corroborando el ideal de que la belleza es el resultado de la armon¨ªa de la belleza¡±, apuntan los investigadores. Si las partes poco sim¨¦tricas, como la nariz, la boca o el cuello, est¨¢n tapadas, puede haber una distorsi¨®n en la percepci¨®n de la belleza.
Al barcelon¨¦s Jos¨¦ M¨¢rquez, apostado en una esquina de la plaza de la Vila de Gr¨¤cia, se le han olvidado, incluso, las caras de gente que hab¨ªan conocido sin mascarilla. ¡°Despu¨¦s de un a?o, no recordaba muchas caras. Y la verdad es que, a veces, defraudan¡±, r¨ªe el joven. Coincide Toni Garc¨ªa, todav¨ªa con la m¨¢scara puesta: ¡°Hay gente que conoc¨ªa y ya no recuerdo su cara¡±.
Tambi¨¦n la econom¨ªa familiar, en mayor o menor medida, notar¨¢ la flexibilizaci¨®n de esta medida restrictiva, pues las mascarillas se han convertido en algo habitual en la cesta familiar, como la comida o los productos de higiene personal. Y el precio, aunque m¨¢s exiguo que en los ca¨®ticos primeros meses de pandemia, ha elevado la factura en los hogares. El Gobierno ya regul¨® dos veces el precio m¨¢ximo de las mascarillas quir¨²rgicas desechables ¡ªen abril de 2020 lo fij¨® en 0,96 euros, y en noviembre lo rebaj¨® a 72 c¨¦ntimos¡ª y ahora, cuando no hay problemas de abastecimiento y la oferta supera a la demanda, las mascarillas m¨¢s b¨¢sicas (las quir¨²rgicas) se pueden encontrar en el mercado por 12 c¨¦ntimos. El coste sube, no obstante, si se buscan las FFP2, que tienen un mayor grado de protecci¨®n.
Seg¨²n el CIS, los que usan mascarillas desechables (el 92% de los encuestados) emplean unas 5,5 a la semana. Esto es, 22 al mes. Entre la poblaci¨®n mayor de 18 a?os, se emplean, entonces, unas 850 millones de mascarillas cada mes. La consultora HRM se?ala que, solo en las farmacias, donde se dispensan, sobre todo, mascarillas FFP2, en el ¨²ltimo a?o se han vendido 216,6 millones de envases y se facturaron casi 624 millones de euros por la compra de este producto. Unas cifras muy lejanas a las de 2019, un a?o en el que, aunque las categor¨ªas no son las mismas porque hab¨ªa menos proveedores y se dispensaba el producto en cajas, se vendieron 320.000 envases y la facturaci¨®n ascendi¨® a 2,4 millones de euros.
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