Nacionalismos o cuando la parte se queda con el todo
Le duele a la raz¨®n l¨®gica que, cuando los independentistas hablan de los ¡°catalanes¡±, todo indica que solo se refieren a ellos mismos, porque hay otros catalanes no nacionalistas que para ellos no existen como tales catalanes
Los nacionalismos necesitan dominar el lenguaje. Va en ello su capacidad de triunfo y de expansi¨®n. Por eso, para sostener una democracia de calidad alejada de los mismos, resulta tan necesario que se ponga el mayor empe?o en utilizar adecuadamente el lenguaje. No crea el lector que estamos ante un tema acad¨¦mico, gramatical o de estilo literario. En el caso de las relaciones entre Catalu?a y el resto de Espa?a, lo m¨¢s habitual por parte de los partidos pol¨ªticos o de los medios de comunicaci¨®n del nacionalismo espa?ol o del independentismo catal¨¢n son expresiones como los ¡°catalanes/espa?oles dicen o quieren que¡¡±. Y digo yo: ?no es m¨¢s exacto y cierto decir que ¡°una parte de los catalanes/espa?oles quiere o dice que¡¡±. ?No es esta segunda opci¨®n m¨¢s sana socialmente por estar m¨¢s ajustada a la verdad emp¨ªrica?
Se dir¨¢ que se trata simplemente de un asunto de econom¨ªa de lenguaje sin mayor relevancia. Pero no creo que esa sea la verdadera realidad. Es evidente que con una sesgada utilizaci¨®n del habla se busca construir una deseada sin¨¦cdoque por la cual se reduce la pluralidad de una sociedad a una identidad colectiva de car¨¢cter monocorde promocionada e impuesta por el nacionalismo (catal¨¢n o espa?ol). Es decir, es una pr¨¢ctica pol¨ªticamente interesada por la cual una ¡°parte¡± de los catalanes o los espa?oles se convierte ¡°m¨¢gicamente¡± en el ¡°todo¡±.
Desde luego que no resulta una praxis inocente. Lo que en verdad supone la cuesti¨®n es la intenci¨®n de sostener una estrategia para levantar una perspectiva distorsionada de la realidad. Una estrategia realizada mediante una interesada e indebida utilizaci¨®n del lenguaje con un inter¨¦s claramente manipulador y partidista. En el fondo, lo que se desea conseguir es una confrontaci¨®n entre pueblos que son presentados uno frente al otro bajo la ¨¦gida de la homogeneidad y de la unanimidad en cada uno de ellos: todos los catalanes representados por su nacionalismo, frente a todos los espa?oles representados por el suyo. Los ¡°malos¡±, ¡ªque, por cierto, son siempre los ¡°otros¡±¡ª, para ser eficazmente ¡°malos¡± desde el punto de vista moral-pol¨ªtico, y de este modo enardecer la defensa de la causa propia, deben serlo todos juntos y no ¨²nicamente una parte, no fuese el caso que con esta ¨²ltima pudiere haber un entendimiento.
No afirmo que todos realicen esta nociva pr¨¢ctica con una intenci¨®n pol¨ªtica. Pero quienes lo efect¨²an de forma mec¨¢nica e inconsciente no dejan de ser c¨®mplices de quienes sin duda modelan una utilizaci¨®n espuria de la palabra con car¨¢cter proselitista y de bander¨ªa. Le duele a la raz¨®n sociol¨®gica y pol¨ªtica escuchar de forma reiterada en pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n el gen¨¦rico ¡°el problema de Catalu?a¡± o ¡°el conflicto catal¨¢n¡± en lugar de referirse con mayor puridad y precisi¨®n al ¡°problema del independentismo catal¨¢n respecto a la idea de Espa?a¡±. Si me permiten, les dir¨¦ que siendo y sinti¨¦ndome indudablemente catal¨¢n, no tengo en cambio ning¨²n sentimiento de tener un problema (?irresoluble?) con respeto a Espa?a del calado y la trascendencia que manifiestan mis compatriotas secesionistas. Lo cual no impide que piense, por supuesto, que pueden ser varias las cuestiones a mejorar entre mis dos amores patrios mediante el di¨¢logo y una actitud pragm¨¢tica y reformista.
Le duele a la raz¨®n l¨®gica que, cuando los catalanes nacionalistas hablan de los ¡°catalanes¡±, todo indica que solo se refieren a ellos mismos, porque hay otros catalanes no nacionalistas que tal parece que a su criterio no existen como tales catalanes. Es m¨¢s, los catalanes no soberanistas son tratados por los partidos secesionistas como ¡°espa?oles¡±, y por eso siempre piensan que el gobierno espa?ol de turno es quien ya los representa de facto y que nada tienen que opinar sobre el futuro de Catalu?a como ¡°catalanes¡±. A menudo el ahorro de lenguaje no tiene nada de inocuo porque es bien sabido que la simplificaci¨®n conceptual y ling¨¹¨ªstica es ideal para la propaganda activista, aunque resulta una nefasta compa?¨ªa para la pol¨ªtica rigurosa y responsable.
Aunque esta es una brega en la que pienso seguir porfiando, a d¨ªa de hoy les confieso que la considero casi imposible de ganar. Cuando manifiesto esta inquietud a tirios y troyanos, nadie me quita la raz¨®n te¨®rica, pero tampoco nadie hace nada para convertirla en raz¨®n pr¨¢ctica. Lo habitual es decirme que est¨¢n muy de acuerdo, que parece l¨®gico y razonable lo que digo, para continuar despu¨¦s haciendo exactamente lo mismo. No obstante, aunque mi opini¨®n parezca una causa perdida por ahora, espero que se me perdone que insista en que tiene una trascendencia pol¨ªtica, sociol¨®gica y psicol¨®gica de mayor calibre de la que se le concede habitualmente. Una gran trascendencia causada por su influencia para crear universos sociales y pol¨ªticos enfrentados que est¨¢n interesadamente convencidos de hablar y actuar siendo y representando al todo de la ciudadan¨ªa. Y en estas condiciones no se trata solo de una confrontaci¨®n entre nacionalismos, sino de un combate frentista entre pueblos. Es decir, entre toda Catalu?a y toda Espa?a.
Roberto Fern¨¢ndez es catedr¨¢tico de Historia Moderna de la Universitat de Lleida.
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