Licurgo en Twitter
A¨²n no tenemos claros cu¨¢les son los c¨®digos sociales que nos pueden ayudar a limitar las conductas perjudiciales que vemos en las redes sociales
?Cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que llamaste la atenci¨®n a alguien en p¨²blico? Tal vez una persona no ha cedido su asiento a un anciano en el transporte p¨²blico o quiz¨¢ dos transe¨²ntes se han enzarzado en una pelea ?No merecer¨ªa la pena intervenir? Sin embargo, sabemos que este comportamiento que es cada vez menos com¨²n. Es antip¨¢tico, inc¨®modo y, sobre todo, exponerse implica un coste.
La indignaci¨®n moral es un elemento consustancial a nuestras sociedades. Desde que vivimos en comunidad, los comportamientos que se consideran inadecuados implican un reproche aparejado de verg¨¹enza y castigo. Ahora bien, internet ha permitido elevar a la en¨¦sima potencia esta din¨¢mica y no s¨®lo ante actos, sino tambi¨¦n ante expresiones. Ante cualquier comportamiento, real o figurado, uno se puede posicionar c¨®modamente, reforzando con una legi¨®n de likes cualquier prejuicio. Es m¨¢s, simplemente ¡°citando¡± el tuit de otra persona se puede arrojar sobre ¨¦l la legi¨®n de seguidores que generen comunidad en torno al reproche.
Este c¨®ctel solo es posible gracias a la mezcla de tres elementos. Primero, tenemos unas redes que cada vez son m¨¢s una extensi¨®n de nosotros mismos. La ¡°extimidad¡±, mostrar nuestro yo hacia fuera, ha hecho que la barrera de lo p¨²blico y lo ¨ªntimo se desdibuje. Desde compartir unas vacaciones a ligar o trabar amistad, hoy somos una mezcla de lo que ocurre en el mundo f¨ªsico y en el online; nuestra autoestima cada vez se asocia m¨¢s a ambos componentes
Adem¨¢s, esto se combina con que la informaci¨®n que se comparte en redes es crecientemente emocional. De hecho, los emotivos son los contenidos m¨¢s viralizados porque permiten marcar l¨ªneas de indignaci¨®n claras, pol¨¦micas que consiguen clics a favor y en contra. Por ¨²ltimo, un componente ha disparado estas din¨¢micas es la barrera f¨ªsica y mental que supone la pantalla. Hoy estamos a salvo para amonestar al mundo no s¨®lo porque se eliminan los costes de hacerlo, sino tambi¨¦n porque se deshumaniza a quien reprobamos.
Este no quiere ser un art¨ªculo pesimista sobre el papel de las redes. Son instrumentos muy ¨²tiles: pueden ensanchar nuestra visi¨®n del mundo y ayudarnos a acceder a informaci¨®n interesante. Generan comunidad y nos permiten conocer a gente valiosa. M¨¢s bien lo que quiero se?alar es que a¨²n no tenemos claros cu¨¢les son los c¨®digos sociales que nos pueden ayudar a limitar las conductas perjudiciales que vemos en ellas.
Dicen que cuando Licurgo present¨® las leyes de Esparta fue agredido por el joven Alcandro, que le sac¨® un ojo. En lugar de hacerlo matar, el legislador lo invit¨® a cenar y le expuso las ventajas de su reforma, lo persuadi¨® con sus buenos modos, y termin¨® haciendo de ¨¦l uno de sus grandes partidarios. Quiz¨¢ por eso a veces frustran las redes. Nada que objetar con que te peguen en el ojo, pero qu¨¦ pena no poder invitar a una cena y decirse las cosas frente a frente.
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