Desconectada
Abandon¨¦ las redes tras comprobar el odio y mentiras que corrieron por Twitter en torno al asesinato de Samuel Paty. La base de la democracia es la contenci¨®n
Samuel Paty muri¨® el 16 de octubre de 2020 asesinado por un terrorista islamista. El profesor muri¨® cuando se limitaba a desempe?ar su trabajo: durante una clase sobre la libertad de expresi¨®n, mostr¨® las caricaturas del profeta publicadas por Charlie Hebdo. Quer¨ªa animar a sus j¨®venes alumnos a desarrollar su esp¨ªritu cr¨ªtico, a comprender el mundo en su complejidad. En los d¨ªas posteriores, una de sus estudiantes, que despu¨¦s confesar¨ªa que ni siquiera hab¨ªa estado en clase ese d¨ªa, asegur¨® en las redes sociales que el profesor hab¨ªa insultado a los musulmanes. El padre de la alumna intervino y luego toda una serie de desconocidos tuitearon y retuitearon mensajes de odio. El asesino reivindic¨® su crimen en Twitter e incluso public¨® una fotograf¨ªa de la cabeza decapitada antes de que la recogiesen.
Como a todos los franceses, este asesinato me caus¨® una profunda conmoci¨®n. Y decid¨ª retirarme de todas las redes sociales. Me parec¨ªa inconcebible seguir aceptando que estas redes sean el escenario del odio, los insultos, los bulos. Me sent¨ªa agotada y asqueada, no solo por la violencia que se vierte en ellas, sino tambi¨¦n por esta sociedad de comentarios permanentes y opiniones destructivas. En el fondo, las redes sociales solo tienen poder porque todos decidimos estar en ellas. Todos aceptamos que en ellas la gente sea objeto de burlas, amenazas de muerte o de violaci¨®n. Decimos que ¡°son cosas que pasan¡± como si fueran normales. ?Se imaginan que, en la vida real, en la calle o en un caf¨¦, fuera aceptable tratarse as¨ª entre unos y otros?
Creo que vivimos en la era de la pulsi¨®n. Una ¨¦poca en la que lo importante no es reflexionar, documentarse, sopesar los pros y los contras, sino solo expresar al instante cualquier sentimiento, cualquier idea, por mucho que sean falsos o malintencionados. Lo que cuenta es reaccionar con la mayor rapidez posible a cualquier informaci¨®n o pol¨¦mica. Lo que cuenta es hacer ruido, que hablen de nosotros, da igual que sea bien o mal. En las redes, a menudo con la protecci¨®n del anonimato, todo el mundo se siente libre para mostrar su lado m¨¢s oscuro. Muchos se comportan como peque?os fiscales, dispuestos a juzgar todo y a todos. El expresidente Trump es la encarnaci¨®n perfecta, con sus repetidos tuits a lo largo del d¨ªa, con mensajes a veces err¨®neos o peligrosos, sin que le importaran las consecuencias. Sin embargo, la base de la democracia es la contenci¨®n. Como dec¨ªa Camus: ¡°Un hombre se contiene¡±. Y, como ense?amos a nuestros hijos, conviene pensar antes de hablar. Tengo la impresi¨®n de que vivimos en el mito de la caverna de Plat¨®n y creemos que las sombras son la realidad. Lo que no es m¨¢s que una opini¨®n se hace pasar por certeza, conocimiento, y ponemos todas las palabras al mismo nivel. ?De verdad todas las palabras son iguales? ?Acaso la opini¨®n de pancake44 sobre las vacunas o la amenaza nuclear vale tanto como la de un profesor de medicina o un f¨ªsico?
Cuando escribimos en las redes sociales, decimos que ¡°publicamos una entrada¡±. Mi oficio es publicar libros. ?Voy a aceptar que Facebook sea mi editor? ?Una red social en la que circula todo tipo de informaciones, incluso falsas, incluso peligrosas? Cuando dej¨¦ las redes sociales, un periodista me pregunt¨® si no me inquietaba, como intelectual, desconectarme del mundo y de las preocupaciones de mis conciudadanos. S¨ª, estoy desconectada. Vivo en una burbuja. Dedico mi tiempo a escribir libros sobre personajes que no existen. Hablo con fantasmas. Leo poemas. Y no quiero disculparme por ello. S¨ª, estoy desconectada y, cuantos m¨¢s a?os pasan, m¨¢s deseo proteger esta soledad que forma parte esencial de mi oficio de escritora. Y no me parece que se necesite estar en Facebook para comprender el mundo. ?Una persona que pasa todo el d¨ªa delante de su pantalla est¨¢ m¨¢s ¡°conectada¡± que otra que cultiva su jard¨ªn, cr¨ªa a sus hijos o lee novelas? La vida est¨¢ a mi alrededor. Hablo con mis amigos, con mis vecinos. Observo el mundo que me rodea. Y pienso con frecuencia en aquellas escritoras que, como Emily Dickinson o las hermanas Bront?, no salieron casi nunca de casa pero escribieron obras maestras que a¨²n nos conmueven por su fuerza y su universalidad. Dentro de nosotros, en nuestras almas y en nuestros corazones, guardamos una parte del mundo. Y me parece que en esa intimidad, nuestro ser m¨¢s profundo, es donde reside nuestra capacidad de estar conectados con los dem¨¢s. Todos los dem¨¢s, sean quienes sean. S¨ª, estoy desconectada, escribo libros y tal vez no sirvo para nada. Pero creo que pensar, so?ar, debatir, son cosas que exigen tiempo y esfuerzo. Estoy en este mundo a mi manera y, en lugar de esa exhibici¨®n constante del yo, prefiero la discreci¨®n y el secreto.
Leila Slimani es premio Goncourt por Canci¨®n Dulce. Su ¨²ltima novela es El pa¨ªs de los otros (Cabaret Voltaire).
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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