Intolerable represi¨®n en Xinjiang
Pek¨ªn debe cambiar radicalmente su trato a la minor¨ªa uigur
¡°Unidos como los granos de una granada¡± es una cita del presidente chino, Xi Jinping, y uno de los lemas que aparece repetido por todo Xinjiang, con ilustraciones de sonrientes chinos de la etnia han y uigures. Es la imagen que quiere ofrecer China sobre Xinjiang, aunque la realidad sea diferente.
Bajo el argumento de la lucha contra el terrorismo, Pek¨ªn ha internado desde 2017 a centenares de miles de personas, quiz¨¢s m¨¢s de un mill¨®n, de la minor¨ªa uigur y otras etnias de religi¨®n musulmana para una campa?a de adoctrinamiento en unos centros de reeducaci¨®n cuya existencia neg¨® inicialmente. China, que asegura que forma a los internos para que puedan tener acceso a un empleo, de modo que queden alejados de la radicalizaci¨®n, niega sistem¨¢ticamente las acusaciones de torturas, de esterilizaciones o de trabajos forzosos que llegan desde Occidente y de uigures en el exilio. Al tiempo que acomet¨ªa esa campa?a de reeducaci¨®n, tambi¨¦n dificultaba la pr¨¢ctica del islam y cerraba o destru¨ªa lugares simb¨®licos para la cultura uigur. El culto solo se permite en una serie de mezquitas seleccionadas por las autoridades. Cementerios tradicionales han sido destruidos o cambiados de lugar. Santuarios hist¨®ricos han desaparecido, o han quedado transformados en atracciones tur¨ªsticas.
Pek¨ªn alega que cuida y repara los lugares de culto y el patrimonio cultural uigur. Tambi¨¦n sostiene que las medidas de seguridad a¨²n visibles son imprescindibles para garantizar la estabilidad e impedir un retorno a los atentados que se vivieron antes de 2015, algunos con decenas de muertos. Entre presiones crecientes desde el exterior, que la semana pasada han incluido la aprobaci¨®n de un proyecto de ley en el Senado de EE UU que proh¨ªbe productos procedentes de Xinjiang, y la cercan¨ªa de unos Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno el pr¨®ximo a?o para los que empiezan a surgir llamamientos al boicot, el Gobierno chino asegura que da la bienvenida a los periodistas extranjeros para que constaten la tranquilidad que se vive ahora. Es cierto que han desaparecido algunas ¡°comisar¨ªas de conveniencia¡± y los puestos de control dentro de las ciudades. Que se ve m¨¢s gente, especialmente m¨¢s varones en edad laboral, que hace unos a?os en las calles, una se?al del retorno de los internados desde los campos. Parte de los centros que se abrieron entonces parecen cerrados, o reconvertidos para otras labores.
Pero los periodistas que visitan Xinjiang de manera independiente son seguidos por personas que no se identifican y que hacen imposible celebrar una charla con libertad. Para los uigures, la amenaza de represalias sigue muy viva. La campa?a de adoctrinamiento y violaci¨®n de los derechos humanos para esta minor¨ªa, bien que haya podido atemperarse, no ha terminado. Y, tal y como lo era antes, sigue siendo intolerable.
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