Eduardo, tengo que contarte que tu padre y la Amazonia est¨¢n amenazados de muerte
Hijo del l¨ªder campesino Erasmo Theofilo, el ni?o naci¨® mientras la familia se escond¨ªa para que no los asesinaran, en una selva que, seg¨²n un reciente estudio publicado en la revista ¡®Nature¡¯, empieza a agonizar
Eduardo, cuando naciste, el 15 de abril, tu padre, Erasmo, y tu madre, Natalha, llevaban cinco meses lejos de casa para no morir. Tu madre tuvo que dejarlo todo y seguir a tu padre con un embarazo de riesgo, arriesgando su vida y la tuya, porque la probabilidad de morir de un balazo era mayor que la de morir en el parto. Los tiempos, Eduardo, ahora son as¨ª. Hay que hacer c¨¢lculos indignos como este. Tus tres hermanos, todav¨ªa ni?os, tuvieron que cambiar la selva por un piso cerrado en una ciudad desconocida. Naciste lejos de tus abuelos y de tu comunidad, entre extra?os, en un hospital atestado de pacientes de covid-19. Esto no es lo que me gustar¨ªa decirte, Eduardo, pero es lo que tengo que decirte, ni?o amaz¨®nico: Eduardo, has nacido exiliado en tu propio pa¨ªs.
Tengo que dec¨ªrtelo ¡ªy tengo que dec¨ªrtelo ahora¡ª porque has nacido en tiempos de guerra. Las guerras por tierra siempre han sido una masacre, por la desproporci¨®n entre las fuerzas, y han marcado al pa¨ªs llamado Brasil desde que los colonizadores europeos lo forjaron con p¨®lvora y virus. Y ahora tambi¨¦n te alcanza la guerra del clima, Eduardo. Que tambi¨¦n es una masacre, por la desproporci¨®n entre las fuerzas. Aun as¨ª, tu pueblo resiste. Tu cuerpo de ni?o de la Amazonia, Eduardo, es un rinc¨®n donde se encuentran estas guerras. Y por eso no tienes m¨¢s remedio que luchar.
Luchar por la selva, con la selva, siendo selva tambi¨¦n. No es casualidad que los defensores de la Amazonia se vean obligados a escapar para sobrevivir y seguir luchando. Est¨¢n ejecutando a la selva, Eduardo. Est¨¢n asesinando la Amazonia, la mayor selva tropical del mundo, una maravilla que tard¨® millones de a?os en formarse, el hogar de la mayor biodiversidad del planeta, el mundo de miles de pueblos originarios con lenguas y culturas diversas. Cuando te digo que est¨¢n asesinando la Amazonia, no estoy utilizando la ret¨®rica ni forzando la expresi¨®n. Hace mucho que chamanes como Davi Kopenawa y l¨ªderes como Raoni advierten que la selva se est¨¢ muriendo. M¨¢s tarde, a sus voces se unieron las de cient¨ªficos como Carlos Nobre y, m¨¢s recientemente, las de millones de adolescentes liderados por la sueca Greta Thunberg. Ahora, Eduardo, la muerte est¨¢ cerca. La selva ya agoniza.
Una selva como la Amazonia es un ser tan grandioso, Eduardo, compuesto de billones de otros seres, que incluso cuando muere r¨¢pidamente, como es el caso de la selva donde vives, para el tiempo humano parece mucho. Desde la dictadura c¨ªvico-militar, iniciada con un golpe de Estado cl¨¢sico en 1964, hombres como los que amenazan la vida de tus padres han ido exterminando la selva con fuego y motosierras y envenenando sus r¨ªos con mercurio. Parece mucho tiempo, pero como record¨® el cient¨ªfico de la Tierra Antonio Nobre, ¡°la selva ha sobrevivido durante m¨¢s de 50 millones de a?os a vulcanismos, glaciaciones, meteoros, derivas continentales. Pero en menos de 50 a?os se ha visto amenazada por la acci¨®n humana¡±.
El 14 de julio, Eduardo, Nature, una de las revistas cient¨ªficas m¨¢s importantes del mundo, public¨® un estudio coordinado por investigadores del Instituto Nacional de Estudios Espaciales de Brasil, que muestra que, entre 2010 y 2018, la parte oriental de la Amazonia, donde vive y lucha su comunidad, empez¨® a emitir m¨¢s CO2, un gas de efecto invernadero, del que es capaz de absorber. ?Sabes qu¨¦ significa eso, Eduardo? Significa que la selva ya est¨¢ dejando de ser selva. Significa, Eduardo, que la Amazonia empieza a dejar de ser soluci¨®n para convertirse en problema. Un problema de proporciones amaz¨®nicas en un mundo en que el planeta se sobrecalienta r¨¢pidamente.
Y, Eduardo, presta atenci¨®n a la fecha: 2018 es el ¨²ltimo a?o que ha analizado el estudio. Y en 2018 Bolsonaro gan¨® las elecciones. Desde que lleg¨® al poder, la destrucci¨®n de la Amazonia se ha multiplicado y acelerado. Por lo tanto, date cuenta de que hoy la cat¨¢strofe investigada y comprobada por los cient¨ªficos, despu¨¦s de dos a?os y medio de est¨ªmulo oficial a la depredaci¨®n de la selva, es sin duda mucho mayor.
Para que entiendas lo que est¨¢ en juego, Eduardo, t¨² que acabas de estrenarte en el mundo, en este terrible mundo que mi generaci¨®n le dejar¨¢ a la tuya, debo decirte que la Amazonia es (o quiz¨¢s era) el mayor sumidero terrestre de carbono. Es decir: en tierra, es quien m¨¢s absorbe este gas directamente responsable del sobrecalentamiento global. En todo el planeta, los oc¨¦anos son los que m¨¢s carbono absorben de la atm¨®sfera. Y tambi¨¦n est¨¢n siendo destruidos, ahora por la miner¨ªa de profundidad, la acidificaci¨®n, los pl¨¢sticos y el sobrecalentamiento global. En segundo lugar vienen las selvas tropicales. La Amazonia es la m¨¢s grande de todas, el hogar del 10% de las especies existentes en el planeta. El problema, Eduardo, es que, aun sabiendo esto, una parte de los humanos, de la que el antipresidente de Brasil es uno de los exponentes mundiales, est¨¢ matando la naturaleza que garantiza la supervivencia de su propia especie.
Guerra clim¨¢tica, sobrecalentamiento global, sexta extinci¨®n masiva de especies ser¨¢n palabras que marcar¨¢n tu generaci¨®n, Eduardo. Has nacido en un momento en que la minor¨ªa dominante de los humanos, compuesta por multimillonarios protegidos en grandes empresas transnacionales, ha provocado la cat¨¢strofe clim¨¢tica y la sexta extinci¨®n masiva de las especies. Despu¨¦s, algunos se van de paseo al espacio, como hizo Jeff Bezos el martes, mientras descuidan su propio planeta. Bezos, por cierto, uno de los multimillonarios que m¨¢s se ha beneficiado de la pandemia, se ha apropiado del nombre ¡°Amazon¡±, consumando otro tipo de violencia.
La tragedia planetaria que recibe el nombre de crisis clim¨¢tica, emergencia clim¨¢tica o colapso clim¨¢tico comenz¨® con la Revoluci¨®n Industrial, en el siglo XVIII, con la utilizaci¨®n de combustibles f¨®siles, primero el carb¨®n y luego el petr¨®leo, y se intensific¨® enormemente en el siglo XX. Ahora, en el siglo XXI, cuando el colapso es clar¨ªsimo, algunas de estas personas ¡ªporque son personas, Eduardo¡ª siguen liderando la destrucci¨®n.
?Por qu¨¦?, seguramente te preguntar¨¢s. ?No matar¨¢n tambi¨¦n a sus hijos? Es una pregunta m¨¢s que l¨®gica y tambi¨¦n justa, Eduardo. Y me ver¨¦ obligada a decirte que, por un lado, no les importa, porque lo ¨²nico que les interesa son sus privilegios inmediatos, su propia vida como individuos. No estar¨¢n aqu¨ª para lidiar con el despu¨¦s. Por otro lado, creen que se saldr¨¢n con la suya, porque esa es la experiencia hist¨®rica de las ¨¦lites del planeta y tambi¨¦n de Brasil. Pase lo que pase, su dinero siempre les salva, el precio lo pagan los otros.
Para hacer frente a lo que vendr¨¢ ¡ªy saben que vendr¨¢, porque tienen la mejor y m¨¢s actualizada informaci¨®n¡ª, una parte de los destructores del planeta se apresuran a construir b¨²nkeres de lujo en Nueva Zelanda, el nuevo para¨ªso en la Tierra, el ¡°¨²ltimo refugio¡±. En Europa ya circulan anuncios de condominios de lujo preparados para la emergencia clim¨¢tica para los muy ricos. El capitalismo, principal responsable de la corrosi¨®n de nuestro planeta-hogar, se beneficia de toda la miseria que provoca.
Te pido disculpas, Eduardo, por darte estas noticias antes incluso de que seas capaz de escucharlas. Pero no son disculpas sinceras. No tienes elecci¨®n, yo tampoco, ninguno de nosotros tiene tiempo para bromas. Tendr¨¢s que ser fuerte si quieres vivir. Tenemos que criar ni?os fuertes, capaces de enfrentarse a lo que vendr¨¢, de adaptarse a un planeta hostil y de crear lo posible en lo imposible. Es mucho, pero es lo que tenemos en este momento. Y t¨², Eduardo, eres fuerte.
Antes incluso de nacer, ya luchabas para no morir en el vientre de tu madre, que hu¨ªa de los grileiros, ladrones de tierras p¨²blicas que destruyen la selva y utilizan sus milicias de sicarios para matar a quienes la protegen ¡ªo, en algunos casos, como ocurre en todo el Brasil dominado por Bolsonaro, las propias polic¨ªas civil y militar comienzan a actuar como milicias privadas¡ª. Mientras tu familia estaba escondida, se quemaron casas, un molino de harina, plantaciones y equipos en tu comunidad. Pertenec¨ªan a la gente que tu padre lidera, campesinos agroecol¨®gicos de la Amazonia. A algunas familias solo les qued¨® la poca ropa que llevaban puesta.
Vas a dar tus primeros pasos, Eduardo, en un terreno amenazado por estos ladrones, que ahora forman parte de la base de apoyo del antipresidente del pa¨ªs donde has nacido exiliado. Por eso cometen cr¨ªmenes sin que les moleste ni siquiera un suced¨¢neo de Justicia. Y hay gente, Eduardo, que dice que todav¨ªa hay democracia en Brasil. T¨² naces exiliado, a tu pueblo le queman las casas, cuando no los acribillan, no se castiga a nadie por los cr¨ªmenes y a esto le llaman democracia y a Bolsonaro, presidente.
Antes de hablarte de estos hombres, porque la mayor¨ªa son hombres blancos, quiero hablarte de tu padre, Erasmo Alves Theofilo. Tu padre naci¨® en Altamira, hijo de una pareja de migrantes, ella de Bah¨ªa y ¨¦l de Paran¨¢. Tu madre, Natalha, es hija de quilombolas, descendientes de esclavos rebeldes. Vienes de este mundo, Eduardo, el mundo de los que han resistido durante siglos contra todas las formas de muerte, la primera de ellas la esclavitud. Por ser hijo de este mundo, tu padre no pudo vacunarse contra la par¨¢lisis infantil en su infancia, por lo que hoy no puede mover las piernas y siempre lo ver¨¢s en una silla. Pero, aunque tu padre tenga las piernas paralizadas, lo cierto es que pocas personas en Brasil se mueven ¡ªy mueven¡ª tanto como tu padre.
Desde su silla, lidera y resiste a las balas y a los intentos de corrupci¨®n, el ¨²ltimo de los cuales fue una oferta de unos 60.000 d¨®lares para que dejara la comunidad, se comprara una casa en cualquier otro lugar y no se metiera en los asuntos de los dem¨¢s. Como tu padre se neg¨®, le ofrecieron unos 100.000 d¨®lares. En un pa¨ªs en el que un exministro de Sanidad que es un general en activo, militares y civiles del Gobierno e incluso el antipresidente son sospechosos de retrasar la vacunaci¨®n contra la covid-19 para obtener comisiones ilegales en la compra de vacunas, provocando decenas de miles de muertes evitables, tu padre se neg¨®. Hoy, el nombre de Erasmo Theofilo recorre el mundo como defensor de la selva, pero este reconocimiento no es suficiente para garantizar la integridad de tu vida, y, por eso, has nacido exiliado.
Eduardo, si es triste tener que abandonar tu propio pa¨ªs para refugiarte en una tierra lejana, es a¨²n m¨¢s triste tener que exiliarse dentro de tu propio pa¨ªs porque las instituciones y la ley no protegen los derechos que la Constituci¨®n te garantiza. Esto, Eduardo, se llama dictadura, y la dictadura de Bolsonaro corroe a Brasil desde dentro, disfrazada de democracia. La de Bolsonaro comenz¨® incluso antes de que llegara al poder a trav¨¦s del voto, al hacer apolog¨ªa de la tortura en el Parlamento, un delito recogido en el C¨®digo Penal, sin ser molestado.
La impunidad es la regla en Brasil. Impunidad para los grandes criminales, por supuesto. Para tu pueblo, Eduardo, por el robo de un champ¨² y un acondicionador una madre de familia fue detenida, torturada en la c¨¢rcel y perdi¨® la vista del ojo derecho. Te cuento solo uno de los miles de casos similares o incluso peores, Eduardo, para que no te hagas ilusiones sobre donde vives. Entre tu gente, miles sufren a?os en la c¨¢rcel antes de ser siquiera juzgados. Y muchos mueren antes de tener la oportunidad de defenderse, a veces quemados y decapitados en motines provocados por disputas entre facciones criminales o motivados por las terribles condiciones a las que se les somete en centros penitenciarios superpoblados que un magistrado ya ha comparado con ¡°c¨¢rceles medievales¡±.
Bolsonaro es hijo de la impunidad, la misma que permite que los torturadores y asesinos de la anterior dictadura circulen libremente. ?Sabes c¨®mo empez¨® Bolsonaro su carrera pol¨ªtica? Era capit¨¢n del Ej¨¦rcito y fue sorprendido con un complot terrorista para hacer estallar bombas en los cuarteles. La Justicia militar lo absolvi¨® y, as¨ª, bendecido por la impunidad del cuerpo, comenz¨® una exitosa carrera de siete legislaturas en el Parlamento. Se pas¨® 27 a?os recibiendo dinero p¨²blico para prestar un servicio p¨²blico y ?qu¨¦ hizo? Consigui¨® que le aprobaran tres proyectos de ley, uno por d¨¦cada. De los tres, solo uno se convirti¨® en ley; los otros dos fueron vetados por la Presidencia de la Rep¨²blica. Ya como presidente, Bolsonaro lidera el asalto a la selva amaz¨®nica y a todos los soportes naturales de la vida en el territorio brasile?o.
Si la incompetencia de Bolsonaro como diputado brilla como luces de ne¨®n, la competencia de Bolsonaro para hacer el trabajo sucio de defender la dictadura militar, el porte de armas y la violencia expl¨ªcita, as¨ª como la lucha contra la igualdad racial, de sexo y de g¨¦nero, ha sido reconocida y premiada con el cargo m¨¢s alto del pa¨ªs. Bolsonaro fue elegido y reelegido seis veces como diputado mucho m¨¢s para impedir proyectos que para crearlos, y eso lo hizo con competencia. Era la bestia que desviaba la atenci¨®n de las cartas que hab¨ªa sobre la mesa donde se jugaba la partida. Una partida, Eduardo, donde las cartas est¨¢n marcadas con la sangre de tu pueblo.
Sin embargo, Bolsonaro no era solo una aberraci¨®n de circo. C¨ªclicamente hac¨ªa declaraciones para producir ruido, por un lado, y, por otro, dec¨ªa lo que nadie se atrever¨ªa a decir por lo horrendo que era. Como al afirmar, por ejemplo, que no violar¨ªa a una diputada porque era ¡°muy fea¡±. Cada vez que Bolsonaro defend¨ªa el exterminio de los opositores, atacaba a los homosexuales y a las mujeres, a los negros y a los ind¨ªgenas, o rend¨ªa homenaje a un torturador y no le pasaba nada, era una victoria de la barbarie, porque el lenguaje se iba deshilachando y el nivel de aceptaci¨®n de la violencia se deshilachaba con ¨¦l. A la vez, se puso a prueba la capacidad (o la voluntad) de las instituciones para responder a la violaci¨®n de derechos. El impacto en las calles era directo y, as¨ª, se fue preparando al pa¨ªs para otro tipo de golpe y de dictadura. Un golpe dentro del golpe, porque este golpe se viene gestando desde mucho antes. Y continuar¨¢ incluso sin Bolsonaro.
Tu pueblo, Eduardo, no vot¨® a Bolsonaro. Tu pueblo sabe que la sangre que derraman las armas que tanto defiende Bolsonaro es la suya. Tu pueblo ya enterraba a las v¨ªctimas mucho antes de que Bolsonaro utilizara la covid-19 como arma biol¨®gica para ¡°limpiar¡± la Amazonia de quienes la protegen. Tu comunidad pertenece a una de las mayores zonas de conflicto de la selva. El nombre de Anapu se dio a conocer al mundo cuando, en 2005, la misionera estadounidense Dorothy Stang fue asesinada con seis disparos por defender a comunidades como la tuya y denunciar las atrocidades que comet¨ªan los grileiros en la regi¨®n. Eduardo, entre 2006 y 2014 no se mat¨® a nadie. Entre 2015 y 2020, cinco a?os, solo en tu ciudad se ejecut¨® a 19 l¨ªderes campesinos y personas vinculadas a los movimientos de reforma agraria.
Si te pareces a tu padre y a tu madre, ser¨¢s una persona muy inteligente, Eduardo, y me preguntar¨¢s qu¨¦ pas¨® en 2015. Entonces te explicar¨¦ que, en 2015, los ruralistas ¡ªa quienes algunos llaman representantes de la ¡°agroindustria¡±, una palabra limpia que no representa ni de lejos la destrucci¨®n que la mayor¨ªa de ellos promueven sobre el terreno¡ª ya hab¨ªan tomado el Gobierno de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT). Hac¨ªa muchos a?os que los Gobiernos del PT hac¨ªan muchas concesiones a su proyecto original alegando que necesitaban mantener la gobernabilidad. La Fundaci¨®n Nacional del Ind¨ªgena ya estaba muy desmantelada, la reforma agraria nunca avanz¨® de forma significativa y los controles medioambientales tuvieron mucho menos apoyo del que deber¨ªan.
Tu padre, Eduardo, que cr¨ªa gallinas para alimentar a tu familia, sabe que no se puede mantener a un zorro bajo control una vez que se abre la puerta del gallinero. Pero hay quien se cree m¨¢s zorro que el zorro y, as¨ª, en 2016, a pesar de todas las concesiones, hasta el punto de que los votantes se sintieron enga?ados al ver que se impon¨ªa otro proyecto en lugar del que votaron, la primera mujer presidenta fue derrocada por un impeachment disparatado, el remate del golpe que ya avanzaba desde dentro. Aprende ahora, Eduardo, una importante lecci¨®n, para que no te enga?en. Las v¨ªctimas del golpe, Eduardo, no son los gobernantes ni el partido al que sacan del poder ni todo su s¨¦quito. Las v¨ªctimas, Eduardo, son los que sangran incluso cuando todos los que acabo de citar dicen que lo anormal es normal. Basta ver qui¨¦nes se desangran en Brasil para encontrar a los verdaderos golpeados.
Y entonces Michel Temer, del Movimiento Democr¨¢tico Brasile?o (MDB), el vicepresidente golpista, asumi¨® el poder, y tu gente sigui¨® siendo asesinada. Y entonces lleg¨® Bolsonaro (actualmente sin partido) y tu padre tuvo que abandonar su comunidad por primera vez. Era casi la Navidad de 2019, el primer a?o del Gobierno de extrema derecha, y los grileiros se sent¨ªan tan a sus anchas que se hablaba abiertamente de una lista de personas que ser¨ªan asesinadas en la regi¨®n de Anapu. Desde el a?o anterior, el a?o de las elecciones, la gente iba a preguntarle al jefe de los sicarios si estaban en la lista o no. ¡°No estoy en la lista, mam¨¢¡±, le dijo el campesino Leoci Resplandes a su madre. Pero lo estaba. Y muri¨® acribillado ¡ª¡±23 cartuchos de escopeta del calibre 12¡å, seg¨²n su madre¡ª dentro de casa, convirti¨¦ndose en la tercera persona de la misma familia en ser asesinada por luchar por la reforma agraria. Su madre todav¨ªa huye. La familia entera huye.
En 2019, Eduardo, despu¨¦s de que lo intentaran matar, tu padre tuvo que huir. En los ¨²ltimos a?os, esto ocurre todas las Navidades. Las instituciones que a¨²n representan alg¨²n tipo de protecci¨®n y las organizaciones socioambientales y de derechos humanos salen de vacaciones. La gente que est¨¢ en primera l¨ªnea en la lucha por mantener la selva en pie, como tu padre y otros, se ve obligada a desaparecer y solo vuelve cuando se acaban las vacaciones. Fui testigo del sufrimiento de tu padre y de tu madre, confinados en un peque?o espacio, en otra ciudad, solos y amenazados, mientras la mayor¨ªa iba a reunirse con sus familias para celebrar las fiestas. Regresaron a Anapu poco antes de la ceremonia del 15? aniversario de la ejecuci¨®n de Dorothy Stang, el 12 de febrero de 2020. Tu padre miraba la cruz donde se acumulan los nombres de los muertos a tiros sin saber si al a?o siguiente estar¨ªa mirando los nuevos nombres o si el suyo estar¨ªa grabado en la cruz.
Cuando lleg¨® el a?o siguiente, la situaci¨®n era tan peor que tu padre no pudo regresar para celebrar el 16? aniversario del martirio de la misionera. Erasmo y Natalha se hab¨ªan visto obligados, una vez m¨¢s, a abandonar Anapu, esta vez tambi¨¦n para protegerte a ti, Eduardo. Tu padre ya hab¨ªa escapado de tres intentos de asesinato, no ser¨ªa prudente confiar que el cuarto tambi¨¦n fallar¨ªa. Una vez m¨¢s, se fueron antes de Navidad. Si te haces cristiano, Eduardo, encontrar¨¢s similitudes entre el relato b¨ªblico del nacimiento de Jes¨²s y tu historia real. La diferencia es que t¨², Eduardo, estabas mucho m¨¢s amenazado. Pero, aunque a muchas de las personas que celebran la Navidad les gustan las narraciones, se desentienden de la vida que se desarrolla ante ellos y que, por lo tanto, exige un compromiso.
Mientras tu madre luchaba por mantenerte con vida, primero dentro de su ¨²tero y luego fuera, un juez daba una sentencia favorable a un grileiro. La comunidad que lidera tu padre ocupa la parcela 96 de la llamada Gleba Bacaj¨¢, una tierra p¨²blica destinada a la reforma agraria. Pero en la disputa legal entre el grileiro y las 54 familias que pretenden implantar un proyecto agroecol¨®gico, el juez dio la raz¨®n al grileiro delincuente. A este tipo de ¡°justicia¡± es al que tiene que enfrentarse el pueblo de tu padre, una justicia que a menudo no es m¨¢s que otra forma de violencia.
Pero tu gente, Eduardo, resiste. T¨² representas la m¨¢s nueva generaci¨®n de un proceso monumental de resistencia que dura desde hace siglos. Bolsonaro es el ¨²ltimo azote y posiblemente el peor de todos. Pero no te enga?es ni un segundo: los que apoyan a Bolsonaro ya estaban en el poder antes que ¨¦l. Utilizaron a Bolsonaro tanto para impedir los avances que tu pueblo consigui¨® con mucha lucha como para avanzar ellos mismos sobre la naturaleza, privatizando las tierras p¨²blicas a la fuerza, para beneficio individual en detrimento del colectivo. Bolsonaro y su pandilla hacen el servicio m¨¢s sucio mientras sea posible. En alg¨²n momento, que posiblemente ya est¨¢ cerca, se le quitar¨¢ de en medio para que el proyecto mayor pueda continuar. Te recuerdo este punto, Eduardo, para que sepas que tu lucha no terminar¨¢ cuando Bolsonaro deje el poder.
En este mismo momento, Eduardo, el colapso clim¨¢tico nos ofrece en el hemisferio norte una muestra elocuente de lo que vendr¨¢. En Lytton, Canad¨¢, los term¨®metros marcaban 49,6 grados cent¨ªgrados. Esta temperatura, Eduardo, habla por s¨ª sola. Pero a¨²n m¨¢s importante es el hecho de que los 49,6 grados cent¨ªgrados son cinco grados m¨¢s que el anterior r¨¦cord del pa¨ªs. No es solo un aumento, es un salto. Y ha provocado que en Canad¨¢, en el extremo norte del globo, un lugar generalmente fresco y agradable, haga m¨¢s calor que en el desierto del Sahara. Tanto calor que los bosques y la ciudad se incendiaron literalmente.
El mi¨¦rcoles 21 de julio fue el d¨ªa m¨¢s caluroso de la historia de Turqu¨ªa, gobernada por otro d¨¦spota casi tan nocivo como Bolsonaro, Recep Erdogan. Tambi¨¦n se han batido r¨¦cords de temperatura en muchas partes de Estados Unidos en los ¨²ltimos d¨ªas. En junio hubo r¨¦cords de temperatura en Rusia, Finlandia, Estonia y Siberia. Entre el 2014 y hoy, hemos tenido los siete a?os m¨¢s calurosos de la historia de la humanidad desde que se miden las temperaturas. En Brasil, la Amazonia ardi¨® m¨¢s que en ning¨²n otro momento de los ¨²ltimos diez a?os, parte del Pantanal se convirti¨® en fuego, humo y cenizas, en escenas de apocalipsis. La rica Alemania ha estado bajo el agua en los ¨²ltimos d¨ªas. Polonia, tambi¨¦n gobernada por la derecha depredadora, estaba bajo el agua. Una parte de China, la mayor potencia emergente, que compite directamente con Estados Unidos por la hegemon¨ªa mundial, est¨¢ bajo el agua.
Lo s¨¦, Eduardo, lo s¨¦. No es justo lo que tendr¨¢ que enfrentar tu generaci¨®n, pero es as¨ª. Y tu elecci¨®n es luchar o morir. As¨ª que lucha, Eduardo. Aprende a luchar con tu padre, un guerrero con una diana en la cabeza, y ense?a a otros a luchar. De la supervivencia de la Amazonia depende el futuro de los humanos y tambi¨¦n el de la mayor¨ªa de las otras especies, tan importantes como los humanos y que no han hecho nada para destruir el planeta en el que viven. Aunque la mayor¨ªa de la gente todav¨ªa no lo entienda, porque no se ense?a en las escuelas, la Amazonia es el centro del mundo, la Amazonia es uno de los centros del mundo.
La selva, Eduardo, no es el pulm¨®n del planeta, como se suele decir. Es su coraz¨®n, que bombea la humedad a trav¨¦s de un extenso sistema circulatorio sobre nuestras cabezas, formado por los llamados ¡°r¨ªos voladores¡±, que surcan los cielos alimentados por la transpiraci¨®n de los ¨¢rboles. En tierra, los r¨ªos de la Amazonia representan el 20% del flujo fluvial mundial hacia los oc¨¦anos. Esto significa, Eduardo, que sin la selva siendo selva, el planeta se colapsa.
Aunque mucha gente todav¨ªa no pueda o no quiera conectar los puntos, t¨² y comunidades como la tuya, junto con los pueblos originarios y las poblaciones tradicionales de la Amazonia, sois quienes est¨¢is en el centro del futuro del presente. Cuando tu padre mueve su silla por la selva y se enfrenta a los grileiros, est¨¢ luchando por todos, humanos y no humanos. Tenemos con ¨¦l y con todos los defensores de la selva una deuda de gratitud impagable, pero, aun as¨ª, tu padre sigue en el punto de mira de las balas de los que est¨¢n condenando la vida en el planeta.
En este momento, Eduardo, has dejado tu escondite y has vuelto a tu comunidad. Tu abuela, una mujer tan fuerte, ha podido arrullarte por primera vez. Esta carta es para ti, Eduardo, y es tambi¨¦n para decirle a Brasil y al mundo, en varios idiomas, que uno de los defensores de la Amazonia amenazados de muerte ha vuelto a Anapu, con su hijo en brazos. Ha vuelto para luchar por una selva que se acerca r¨¢pidamente al punto sin retorno. Es deber del Estado brasile?o protegerlo, es deber de las instituciones que a¨²n merecen ese nombre obligar al Estado a protegerlo, es deber del Poder Judicial impartir justicia, y es deber de la comunidad mundial ¡ªsi existe¡ª velar por su seguridad.
Proteger la vida de tu comunidad, proteger la vida de tu madre y de tus hermanos, proteger la vida de tu padre, el l¨ªder campesino amaz¨®nico Erasmo Theofilo, y proteger tu vida, Eduardo Theofilo, es responsabilidad de cada brasile?o y de cada brasile?a, de cada ciudadano y de cada ciudadana de este planeta. T¨² y tu padre no pod¨¦is tener el mismo destino que Dorothy Stang y tantos otros. Todas y todos somos responsables de la vida de tu padre y de la tuya. Y estamos atentos.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de siete libros, entre ellos Brasil, construtor de ru¨ªnas: um olhar sobre o pa¨ªs, de Lula a Bolsonaro. Web: elianebrum.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter, Instagram y Facebook: @brumelianebrum.
Traducci¨®n de Meritxell Almarza.
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