Preservar la democracia en T¨²nez
El presidente Said debe respetar la institucionalidad y reabrir el Parlamento
La decisi¨®n del presidente tunecino, Kais Said, de suspender las actividades del Parlamento y destituir al primer ministro, Hichem Mechichi, coloca a T¨²nez en una grav¨ªsima crisis constitucional. Se trata del momento m¨¢s delicado de la transici¨®n democr¨¢tica iniciada tras el triunfo en el pa¨ªs de la Primavera ?rabe en 2011, una evoluci¨®n pol¨ªtica hasta ahora considerada ¡ªcon justicia, pese a las muchas dificultades¡ª un faro inspirador para el mundo ¨¢rabe.
Said ha actuado en base a una muy cuestionable interpretaci¨®n del art¨ªculo 80 de la Constituci¨®n. Este permite al presidente adoptar medidas excepcionales en caso de ¡°peligro inminente¡± que amenace la integridad, la seguridad, la independencia del pa¨ªs, impidiendo el normal funcionamiento de los poderes p¨²blicos. Requiere consulta previa con el presidente del Parlamento y con la Corte Constitucional. Y afirma que el Parlamento se considera en sesi¨®n permanente durante la vigencia de las medidas excepcionales. Al margen de si la situaci¨®n f¨¢ctica ¡ªmarcada por una grave crisis sanitaria y econ¨®mica, protestas y un prolongado bloqueo pol¨ªtico¡ª pod¨ªa ser considerada un peligro inminente de esas caracter¨ªsticas, debe notarse que el l¨ªder del Parlamento sostiene no haber sido consultado, la Corte Constitucional prevista por la Magna Carta no ha sido todav¨ªa constituida, y el Parlamento ha sido cerrado durante 30 d¨ªas. A esto se a?aden otros inquietantes hechos, como el cierre de la oficina pan¨¢rabe de Al Yazira. El principal partido del pa¨ªs, el islamista moderado Ennhada, ha calificado la acci¨®n de golpe de Estado; otras formaciones con peso parlamentario la han condenado, mientras el influyente sindicato UGTT no ha condenado las medidas, pero reclama una clara hoja de ruta constitucional a Said.
La iniciativa busca sobreponerse a la enconada disputa pol¨ªtica entre el sector representado por Said y Ennhada. El prolongado pulso ha agravado la ya negativa situaci¨®n del pa¨ªs. La poblaci¨®n tunecina experimenta un profundo descontento abrumada por la sucesi¨®n de crisis de todo tipo. El resultado es una gran frustraci¨®n al ver que las expectativas de progreso generadas tras el triunfo de la Primavera ?rabe no llegan a traducirse en una mejora palpable de las condiciones de vida de la mayor¨ªa de los ciudadanos. El hecho es especialmente penoso porque T¨²nez fue el primer pa¨ªs ¨¢rabe donde prendi¨® el movimiento que acab¨® con dictaduras que llevaban d¨¦cadas en el poder y, a diferencia de otros Estados que terminaron siendo escenario de guerra o caos ¡ªSiria y Libia¡ª o de nuevas dictaduras militares ¡ªel caso de Egipto¡ª, logr¨® alumbrar un encomiable movimiento de institucionalizaci¨®n democr¨¢tica. Pese a sus dificultades, ha representado hasta ahora un ejemplo para el mundo ¨¢rabe.
El problema estriba en que no es lo mismo culminar una transici¨®n democr¨¢tica que hacer llegar a la ciudadan¨ªa los beneficios reales de este sistema de libertad. Es imperativo que en T¨²nez se recupere el di¨¢logo perdido y no poner en riesgo el hist¨®rico logro alcanzado en 2011. Ello pasa forzosamente por el respeto absoluto a todas las instituciones. Las soluciones se hallan en los Parlamentos, no cerr¨¢ndolos. Todos los actores deben ahora actuar con contenci¨®n para el bien de la democracia tunecina; Said tiene la responsabilidad principal.
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