La necesaria renovaci¨®n imposible
Hay que afrontar las modificaciones legales necesarias para que quienes tienen como funci¨®n resolver problemas no acaben consiguiendo complicarlos o empeorarlos
Cuando estamos encallados ante una dificultad l¨®gica aparentemente insuperable hablamos de situaci¨®n apor¨¦tica. Es el estado en que est¨¢ la pol¨ªtica espa?ola. Despu¨¦s del espect¨¢culo, m¨¢s propio de una comisi¨®n parlamentaria que de un tribunal, que ha dado el Constitucional a prop¨®sito del ¡°estado de alarma¡±, s¨®lo el que no quiera ver, el que prefiera negar la evidencia antes que afrontarla, podr¨¢ seguir rechazando que estamos ante una seria crisis institucional y que es hora ya de reconocerla y obrar en consecuencia. No es la primera se?al, ni ser¨¢ la ¨²ltima. En pocos d¨ªas, se han acumulado los ejemplos: desde el Consejo General del Poder Judicial, que resiste estoicamente a su caducidad, hasta la apabullante ceremonia del Tribunal de Cuentas y los avales exigidos por los gastos del Diplocat. Es el problema de la politizaci¨®n de la justicia y de la judicializaci¨®n de la pol¨ªtica. Que viene de lejos, y en el que el conflicto catal¨¢n ha jugado el papel catalizador. ?Es posible seguir mirando a otra parte?
?Es tan dif¨ªcil reconocer que con el paso de los a?os las instituciones surgidas de la Constituci¨®n del 78 han sufrido un desgaste importante que afecta a su autoridad y que ser¨ªa razonable renovarlas y reformarlas? Primero, cumpliendo con una obligaci¨®n que el Parlamento viene eludiendo por el obstruccionismo de la derecha: las renovaciones pendientes. Y segundo, afrontando las modificaciones legales necesarias para que quienes tienen como funci¨®n resolver problemas no acaben consiguiendo complicarlos o empeorarlos.
Pero lo que parecer¨ªa de sentido com¨²n choca con el enroque de la pol¨ªtica. Y aqu¨ª est¨¢ lo que convierte en apor¨¦tica la situaci¨®n. Obviamente, para afrontar cambios de esta envergadura con garant¨ªas de ¨¦xito se requiere una amplia mayor¨ªa parlamentaria. No se pueden hacer modificaciones institucionales de calado sin un ampl¨ªsimo consenso. Y ah¨ª est¨¢ la derecha, que por puro inter¨¦s ¨Cpara mantener los ¨®rganos judiciales escorados hacia su lado- ni siquiera est¨¢ dispuesta a cumplir la obligaci¨®n legal de renovarlos. Con la complicidad indirecta de los que no dimiten cuando caducan sus cargos, que ser¨ªa una forma noble de empujar al Parlamento a hacer sus deberes.
Con la derecha en plant¨®n no hay reforma institucional posible. S¨®lo si la mayor¨ªa actual se consolidase y la derecha viera perdedora su estrategia habr¨ªa alguna posibilidad de abrir la v¨ªa de las reformas pendientes. Pero para ello, la izquierda tiene que perder el miedo a hablar de los cambios necesarios. Ahora mismo, y con la sombra del conflicto catal¨¢n como coartada patri¨®tica para la politizaci¨®n de la justicia, la tendencia es a asumir el inmovilista discurso del ¡°no pasa nada¡±. Y as¨ª seguiremos viendo como las instituciones democr¨¢ticas dejan jirones de su piel en la ceremonia de la confusi¨®n de poderes.
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