El arte de la contemplaci¨®n
Ahora muchos comienzan sus vacaciones y volver¨¢n a sentir la necesidad del placer sensual y espiritual que procura la simple observaci¨®n del paisaje
Se le atribuye a Petrarca, el gran autor renacentista italiano considerado el precursor del humanismo y el m¨¢s importante e influyente de los poetas modernos europeos, haber sido tambi¨¦n el primero en escribir un libro de viaje, en realidad una larga carta a un amigo cont¨¢ndole su ascensi¨®n al Mont Ventoux provenzal, hoy famoso en el mundo del ciclismo, que tiene en ¨¦l una de sus etapas m¨¢s duras. El relato de la ascensi¨®n a su cumbre de Petrarca, que hizo junto a su hermano Gherardo (la ¨²ltima edici¨®n en espa?ol, preciosa, es de la editorial La l¨ªnea del Horizonte y lleva una introducci¨®n no menos hermosa del ge¨®grafo, alpinista y escritor Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n, uno de los pocos sabios que uno ha conocido en vida), se considera el primer texto contemplativo de la literatura europea, pues, aparte de que Petrarca quisiera imitar la famosa ascensi¨®n al monte Hemo del rey Filipo de Macedonia para contemplar desde ¨¦l los mares Ponto y Adri¨¢tico que relata el historiador Tito Livio y le moviera una intenci¨®n religiosa (Petrarca portaba consigo las Confesiones de San Agust¨ªn y continuamente compara los sentimientos de este con los suyos en sus respectivas ascensiones m¨ªsticas), lo que verdaderamente le llev¨® a ascender el Mont Ventoux fue contemplar el paisaje desde all¨¢ arriba. En su propia confesi¨®n, subi¨® a la monta?a ¡°porque estaba ah¨ª¡±.
Muchos siglos despu¨¦s, ya a comienzos del XX, el marqu¨¦s de Villaviciosa, pionero del alpinismo espa?ol, a¨²n cuenta lo que le cost¨® convencer al pastor Gregorio P¨¦rez, alias el Cainejo, que le guiara a la cumbre del Pico Urriellu (el popular Naranjo de Bulnes), en los Picos de Europa, porque el hombre no entend¨ªa que alguien quisiera subir a la monta?a sin un motivo concreto, s¨®lo por el placer de subir, pero hoy ya todo el mundo aceptamos que la contemplaci¨®n del paisaje es una raz¨®n tan v¨¢lida para subir una monta?a o asomarse a una playa o a un acantilado para ver el mar como cualquier otra. Contemplar forma parte ya de nuestra cultura y a ello dedicamos gran parte de nuestro tiempo sin considerarlo una p¨¦rdida de este, al rev¨¦s. Contemplar un paisaje, el que sea, es algo tan placentero y tan enriquecedor que sobra cualquier justificaci¨®n, incluso hay quien lo considera un derecho que deber¨ªa estar reconocido por ley, principalmente cuando se ve interrumpido continuamente por otros o dificultada su contemplaci¨®n por esos que consideran que hay que llenarlo todo de ruido, porque el mundo sin ¨¦l no tiene sentido.
Ahora muchos comienzan sus vacaciones y volver¨¢n a sentir la necesidad del placer sensual y espiritual que procura la simple contemplaci¨®n del paisaje y la percepci¨®n est¨¦tica de la naturaleza, as¨ª como el tiempo a nuestra disposici¨®n. Ojal¨¢ puedan recorrer, como Petrarca, ¡°con el alma aquel camino por el que suspiro d¨ªa y noche, como, superadas las dificultades, he recorrido con los pies del cuerpo el camino de hoy¡±. La contemplaci¨®n es un arte que requiere, aparte de la disposici¨®n, una sabidur¨ªa que no se adquiere de un d¨ªa para otro y que necesita tiempo, ese tiempo que tanto desperdiciamos durante el a?o yendo de un sitio a otro y que ahora se abre ante nosotros como una p¨¢gina en blanco llena de luz y de sol. Llenarla con nuestros pensamientos es el mejor regalo que podemos hacernos a nosotros mismos y al mundo al que pertenecemos. Aunque algunos crean que perdemos el tiempo.
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