Victimismos y fobias interterritoriales
Definamos qu¨¦ es lo com¨²n y en qu¨¦ desea diferenciarse cada comunidad aut¨®noma. Tambi¨¦n necesitamos partidos con sentido de Estado, no reducidos a la gesti¨®n de sus propios intereses
Nuestros conflictos territoriales se montaban sobre un eje bastante n¨ªtido, ese que distingu¨ªa a los as¨ª llamados nacionalismos perif¨¦ricos del resto. La novedad es que el ¡°resto¡± ya no es un todo indiferenciado. La gesti¨®n regional de la pandemia ha provocado que las Comunidades Aut¨®nomas (CC AA) no adscritas a alguna nacionalidad hist¨®rica hayan alcanzado su mayor¨ªa de edad, ya no van a dejarse tutelar con tanta facilidad desde el centro. M¨¢s le?a al fuego de nuestra ingobernabilidad. La fragmentaci¨®n del sistema de partidos impide que los dos grandes cohesionen al pa¨ªs. Primero, porque el PP apenas tiene representaci¨®n en Euskadi y Catalu?a. El PSOE, por su parte, debe de sostener su mayor¨ªa con otros partidos ¡°territoriales¡±, que van desde los nacionalistas cl¨¢sicos a los independentistas, pasando por los regionalistas a lo Teruel tambi¨¦n existe. Carentes de una segunda c¨¢mara federal, el Congreso ha devenido poco a poco en algo parecido a lo que deber¨ªa ser el Senado, que queda como una c¨¢mara zombi. Hay que pensar tambi¨¦n que los grup¨²sculos a la izquierda del PSOE est¨¢n integrados por fuerzas regionalizadas ¡ªEn Com¨², Comprom¨ªs, en cierto modo tambi¨¦n M¨¢s Pa¨ªs¡ª.
Segundo, porque esto mismo est¨¢ provocando incentivos para que los liderazgos regionales emprendan su propia estrategia de oposici¨®n al poder central. Ayuso es el mejor ejemplo del salto desde una oposici¨®n en el Congreso a una oposici¨®n desde las CC AA. El c¨®digo gobierno/oposici¨®n se territorializa y amaga con ser otra fuerza debilitadora de los dos partidos tradicionales. A?¨¢danle a esto el nuevo eje de tensi¨®n creado por las demandas de la Espa?a vac¨ªa frente a la populosa. El resultado es una superposici¨®n perfecta de los que hasta ahora eran dos sistemas pol¨ªticos relativamente diferenciados, el de cada autonom¨ªa y el nacional. El regional est¨¢ fagocitando cada vez m¨¢s a este ¨²ltimo.
El resultado es el giro hacia una re-feudalizaci¨®n de Espa?a, cada vez m¨¢s carente de elementos cohesionadores. Ahora que va a caer el man¨¢ europeo y entramos en la fase de la distribuci¨®n de estos recursos, nos adentraremos en una gesti¨®n endiablada, marcada por la subasta de agravios (ya se sabe que hoy solo tiene prestigio quien puede presentarse como v¨ªctima) y la exhibici¨®n de las fobias interterritoriales hasta ahora m¨¢s o menos larvadas. La acusaci¨®n de Ayuso de que el Estado practica la ¡°madrile?ofobia¡± ante el temor a una intromisi¨®n en sus pol¨ªticas fiscales es el aperitivo de lo que nos viene encima. O las cr¨ªticas al acuerdo sobre la ampliaci¨®n del aeropuerto de Barcelona y la pr¨¢ctica de la bilateralidad con Catalu?a. O las quejas de la plataforma Soria ?Ya!, representativa de las demandas de la Espa?a vac¨ªa.
Todo esto podr¨ªa ser bienvenido si ayudara a resolver nuestro conflicto territorial cl¨¢sico, el de la integraci¨®n de los nacionalismos hist¨®ricos. Me temo, sin embargo, que va en la direcci¨®n contraria. A menos que nos tomemos en serio la federalizaci¨®n real del pa¨ªs mediante una c¨¢mara puramente territorial y lealtad al centro. Definamos qu¨¦ es lo com¨²n y en qu¨¦ desea diferenciarse cada comunidad. Y, desde luego, partidos con sentido de Estado, no reducidos a la gesti¨®n de sus propios intereses para mantenerse en el poder o acceder a ¨¦l. Puede que esto ¨²ltimo sea m¨¢s dif¨ªcil que el propio sudoku territorial.
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