Tokio da cuerda al mundo

Los Juegos Ol¨ªmpicos de 2020, que se clausuraron ayer, han sido un fiel reflejo del momento dif¨ªcil que atraviesan las sociedades actuales tras la profunda crisis desatada por la pandemia, y han conseguido transmitir que con determinaci¨®n, unidad, capacidad de sacrificio, solidaridad y dedicaci¨®n se puede salir adelante. M¨¢s que nunca los valores que engrandecen el deporte, la sana competitividad pero sobre todo el compa?erismo y el trabajo en equipo, han servido de motor para que una cita, que tuvo que aplazarse un a?o y cuya celebraci¨®n sigui¨® durante mucho tiempo pendiente de un hilo, consiguiese realizarse con las garant¨ªas que exige uno de los pocos eventos de magnitud global, capaz de movilizar a millares de profesionales y voluntarios de todo el mundo.

Las tensiones acumuladas durante la preparaci¨®n de los Juegos, y que llegaron a provocar la dimisi¨®n de numerosos responsables del equipo organizador, empezaron a disolverse durante la ceremonia de inauguraci¨®n que, con su sobriedad, consigui¨® transmitir la solemnidad del momento: Tokio iba a ser la prueba viva de que el mundo no estaba dispuesto a rendirse ante el m¨¢s severo de sus ¨²ltimos desgarros. Todos los deportistas, que se prepararon en condiciones siempre adversas, demostraron inmediatamente despu¨¦s que as¨ª iba a ser, y empez¨® a reinar hasta el ¨²ltimo d¨ªa la emoci¨®n de la competici¨®n.

Tokio 2020 no solo fue el espejo del enorme esfuerzo que en todas partes se realiza para salir de la pandemia, tambi¨¦n recogi¨® muchas de las tensiones que sacuden esta ¨¦poca. Las gimnastas alemanas protestaron contra la sexualizaci¨®n del deporte, la estadounidense Simone Biles se atrevi¨® a se?alar las presiones con las que trabajan los deportistas de ¨¦lite y que hacen peligrar su salud mental, y la bielorrusa Kristsina Tsimanuskaia se enfrent¨® con valent¨ªa a uno de los reg¨ªmenes desp¨®ticos que masacran las libertades individuales. Pero en los Juegos tambi¨¦n se colaron las amenazas del cambio clim¨¢tico, con unos deportistas compitiendo en unas temperaturas de espanto que crecen en las ¨²ltimas d¨¦cadas, o las terribles condiciones en las que viven los refugiados, presentes por segunda vez en unos Juegos. En otro sentido, fue la cita con mayor igualdad de g¨¦nero. Y Tokio traslad¨® el ruido del mundo a los televisores de quienes segu¨ªan las pruebas como una invitaci¨®n a luchar juntos.

La importancia de los logros estrictamente deportivos, que los hubo, o la participaci¨®n de la delegaci¨®n espa?ola ¡ªigual¨® el total de medallas que consigui¨® en R¨ªo 2016¡ª, pasaron esta vez a un segundo plano ante las amenazas del virus, que no pod¨ªan desecharse, y frente a las que se impuso el esp¨ªritu de lucha de cuantos estuvieron all¨ª, deportistas y no deportistas. Seiko Hashimoto, la presidenta del comit¨¦ organizador, habl¨® de ¡°coraje¡±. Es una buena palabra para resumir la atm¨®sfera de una cita celebrada en condiciones an¨®malas ¡ªno hubo p¨²blico¡ª y que rima muy bien con los grandes valores que inspiran los Juegos, desdibujados hace tiempo por el af¨¢n de batir nuevos r¨¦cords: universalidad, juego limpio, solidaridad. Tokio ha servido as¨ª para darle cuerda al mundo en su batalla contra los efectos de una pandemia devastadora.