D¨ªas de furia y libros
En todo tiempo y lugar hay perseguidos y perseguidores, tesoros ocultos y revelados, por eso es necesario recordar a los que huyen, a los que crean, a los que preservan
La ¨²nica universidad alemana que otorg¨® un honoris causa a Albert Einstein fue la de Rostock, una ciudad portuaria al norte del pa¨ªs donde el 26 de agosto de 1992 la noticia era el incendio de un albergue de refugiados: se viv¨ªa la resaca de unos d¨ªas de disturbios provocados por extremistas neonazis que rodearon el edificio y terminaron quem¨¢ndolo. No hubo v¨ªctimas entre los asilados, en su mayor¨ªa vietnamitas que hab¨ªan huido de su pa¨ªs y que escaparon como pudieron. Aquel 26 de agosto de 1992 era mi¨¦rcoles y esa semana Sarajevo hab¨ªa vivido un lunes negro con m¨¢s de un centenar de v¨ªctimas tras un bombardeo de tres horas; la ciudad en guerra amanec¨ªa ese mi¨¦rcoles, adem¨¢s, con dos noticias que digerir: la destrucci¨®n de su hermosa biblioteca bajo la artiller¨ªa del Ej¨¦rcito ultranacionalista serbio y la inauguraci¨®n inminente de una conferencia internacional en Londres donde la ONU iba a asumir la desintegraci¨®n de Yugoslavia. Mientras se destru¨ªan libros por el este de Europa, por el oeste se cos¨ªan legislativamente dos textos: en Espa?a, el BOE estaba a punto de publicar la primera reforma de la Constituci¨®n que adecuaba la Carta Magna de 1978 a la integraci¨®n europea propuesta en el Tratado de Maastricht.
Ese mismo d¨ªa, la localidad de Barcarrota, en Badajoz, buscaba confirmar en las noticias televisivas la situaci¨®n en que hab¨ªa quedado Bradenton, ciudad estadounidense con la que est¨¢ oficialmente hermanada. El hurac¨¢n Andrew llevaba d¨ªas arrasando la Florida y estaba a punto de entrar por Miami. Barcarrota y Bradenton son ciudades unidas por la figura de Hernando de Soto, el extreme?o que en 1539 desembarc¨® en la bah¨ªa de Tampa, seguramente el primer europeo que vio el r¨ªo Misisipi. En homenaje a este explorador, la Chrysler vendi¨® autom¨®viles bajo la marca DeSoto hasta 1960.
Justamente un profesor universitario de literatura hisp¨¢nica hu¨ªa del cicl¨®n tropical en su viejo DeSoto, ajeno a lo que estaba pasando en Extremadura. En Barcarrota, en ese mismo mes de agosto, el alba?il Antonio P¨¦rez acondicionaba la planta alta de la antiqu¨ªsima casa de Antonia Ascensi¨®n Saavedra. El obrero avis¨® a la due?a de que al tirar un tabique se hab¨ªa topado con unos libros emparedados. Eran 10 los ejemplares, todos de mediados del siglo XVI: una edici¨®n desconocida del Lazarillo de Tormes, un tratado sobre exorcismo, otro sobre quiromancia, un libro del perseguido Erasmo de Rotterdam... y junto a ellos un papelito con la estrella de David. Los libros hab¨ªan resistido las inclemencias de los hombres y del tiempo. Alguien en el siglo XVI los guard¨® con recelo para protegerlos de los incendios de la Inquisici¨®n. La noticia de la biblioteca de Barcarrota tard¨® muchos meses en hacerse p¨²blica; revelada en los medios, y a¨²n sin internet, el hallazgo maravill¨® a aquel profesor estadounidense, que abri¨® nervioso su seminario semestral sobre la novela picaresca con el relato a sus alumnos de la noticia del nuevo Lazarillo localizado en Espa?a. Como hoy, 26 de agosto de 2021, el 26 de agosto de 1992 la vida no se deten¨ªa, y en un incesante ciclo de destrucci¨®n y creaci¨®n hab¨ªa personas escapando y explorando, hab¨ªa libros que renac¨ªan y que desaparec¨ªan. En todo tiempo y lugar hay perseguidos y perseguidores, tesoros ocultos y revelados, por eso es necesario recordar a los que huyen, a los que crean, a los que preservan. Y a los que leen lo que escribimos.
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