El exilio, antes y ahora: del tel¨®n de acero a la di¨¢spora de Afganist¨¢n
El siglo XXI ha cambiado la tendencia occidental de d¨¦cadas anteriores de brindar asilo al refugiado pol¨ªtico. La mayor¨ªa de ellos permanecen hoy en el limbo de los campos
En los setenta, mis padres decidieron exiliarse de la Praga totalitaria. Bajo el comunismo, mudarse a otro pa¨ªs era anticonstitucional, de modo que tuvieron que marcharse clandestinamente. Con sus hijos adolescentes ¡ªmi hermano y yo¡ª se fueron de viaje organizado a la India que, seg¨²n descubrieron demasiado tarde, mientras tanto hab¨ªa firmado con la Checoslovaquia comunista un convenio seg¨²n el cual entregar¨ªa a las autoridades checoslovacas a cualquier persona que intentase huir. Para continuar nuestro viaje de Delhi a Nueva York, mis padres tuvieron que rezar por la benevolencia ¡ªo la negligencia¡ª del empleado del control de pasaportes en Delhi: si este los denunciaba, mis padres hubieran sido sentenciados a largos a?os de c¨¢rcel. Tuvimos suerte y pudimos aterrizar en el aeropuerto Kennedy sin problemas.
Centenares de miles de personas de los pa¨ªses de la ¨®rbita sovi¨¦tica abandonaron sus pa¨ªses en condiciones tanto o m¨¢s dram¨¢ticas que mis padres: algunos intentaron cruzar las alambradas dispuestas en la frontera, otros probaron cruzar a nado la frontera que dibujaban r¨ªos como el Danubio, arriesg¨¢ndose a no llegar a la otra orilla o a morir por los disparos de los guardas. El riesgo era enorme y en las rigurosamente vigiladas fronteras hubo muchas v¨ªctimas mortales. Pero los que lograron llegar al otro lado de ese tel¨®n de acero fueron en general aceptados por Occidente.
Los historiadores del futuro quiz¨¢ definan los siglos XX y XXI como el per¨ªodo de las grandes guerras y desplazamientos de poblaci¨®n. Nunca tantos millones de seres humanos, principalmente en Europa y Asia, se vieron obligados por motivos ideol¨®gicos, pol¨ªticos o religiosos a abandonar todo lo que conformaba su vida y huir sin saber lo que les esperaba. En Occidente, las olas de exiliados pol¨ªticos cambiaron el mapa ¨¦tnico de las grandes urbes europeas y americanas. Alemanes, irlandeses, rusos, espa?oles, jud¨ªos, bosnios, todos ellos en su momento huyeron de alguna revoluci¨®n, guerra o limpieza ¨¦tnica. Par¨ªs, Berl¨ªn, Londres, Praga, Nueva York en alg¨²n momento fueron grandes centros de acogida de refugiados que cambiaron su car¨¢cter bajo el impacto de su llegada. Nueva York no ser¨ªa tal y como la conocemos si no fuera por la gran ola de jud¨ªos que huyeron de la Alemania nazi, ni Santiago, M¨¦xico DF o Buenos Aires donde se refugiaron tantos espa?oles.
Sin embargo, el siglo XXI ha cambiado la tendencia occidental de brindar asilo al exiliado pol¨ªtico. Las guerras en Irak, Siria y Afganist¨¢n generan nuevas olas de solicitantes de asilo, pero la mayor¨ªa de ellos permanecen en el limbo de los campos de refugiados y solo a una minor¨ªa se le han abierto las puertas a rega?adientes.
Los solicitantes de asilo se han convertido en un problema para Occidente. En 2016 Trump gan¨® las elecciones en parte por su propuesta de construir un muro en la frontera con M¨¦xico. El mill¨®n de refugiados que en su momento acept¨® Alemania ayud¨® al auge del partido de la ultraderecha, Alternativa para Alemania, sobre todo en la antigua RDA. La Europa poscomunista no solo se muestra insolidaria a la hora de acoger refugiados sino que construye muros de alambradas (los he visto a lo largo de las fronteras de Eslovenia, Croacia y Hungr¨ªa) para cerrar el paso a los refugiados, olvidando sus propias ansias de huir del comunismo. Los pa¨ªses del Este han tenido hist¨®ricamente escaso trato con los inmigrantes de pa¨ªses musulmanes, y los l¨ªderes populistas lo aprovechan para demonizar a esa ola migratoria. Desgraciadamente, algo de su postura se ha trasladado al Occidente europeo; la radicalizaci¨®n islamista de los mul¨¢s tampoco facilita las cosas.
Polonia, al igual que Lituania, erigen hoy alambradas para rechazar la entrada de 35 afganos que se desplazaron hasta sus fronteras alentados por Bielorrusia. Parados en la frontera sin que las autoridades locales los dejen entrar, algunos enfermos, se han convertido en un s¨ªmbolo de esa nueva crisis fronteriza europea.
Mirando las fotos de la tragedia humana en el aeropuerto de Kabul, pienso en el fracaso de Reino Unido, la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos en Afganist¨¢n, esa mina sin explotar de los metales m¨¢s valiosos, entre ellos el buscad¨ªsimo litio. S¨ª, ese pa¨ªs es v¨ªctima de sus riquezas minerales; esta es su maldici¨®n.
Que Estados Unidos haya abandonado al pueblo afgano a su suerte no nos redime, a los estadounidenses y sus aliados, de nuestra responsabilidad. Y no olvidemos que con los inmigrantes salimos ganando: la pareja que invent¨® una de las vacunas contra la covid-19, la Pfizer-Biontech, es de origen turco, y hay decenas de ejemplos as¨ª. El poeta turco Nazim Hikmet escribe: ¡°Has de saber morir por los hombres./Y adem¨¢s por hombres que nunca viste/y adem¨¢s sin que nadie te obligue a hacerlo.¡± Por suerte, a nosotros nadie nos constri?e a morir, pero los refugiados merecen que sigamos debatiendo las posibles soluciones desde la generosidad y la compasi¨®n (traducci¨®n latina del griego sympatheia: ¡°sufrir juntos¡±) .
Monika Zgustova es escritora.
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