?Has o¨ªdo lo del obispo de Solsona?
Siempre nos ha gustado compartir y comentar historias
La historia de Xavier Novell ha sido una de las m¨¢s comentadas en Twitter desde que se supo que hab¨ªa renunciado al obispado de Solsona por amor. Normal: la trama ven¨ªa con m¨¢s giros y sorpresas que una serie documental sobre cr¨ªmenes reales. No era un religioso cualquiera, sino un obispo muy conservador. La mujer de la que se ha enamorado es autora de novelas er¨®ticas. No, espera, er¨®ticas y sat¨¢nicas. Y, cuando ya parec¨ªa que no pod¨ªamos con m¨¢s emociones, resulta que el obispado teme que Novell haya sido pose¨ªdo por el demonio. Se entiende que m¨¢s de uno sospechara que todo esto en realidad es la campa?a de promoci¨®n de alguna pel¨ªcula de ?lex de la Iglesia.
Se trata de un buen ejemplo de lo que compartimos y comentamos en Twitter. Que es lo que nos ha gustado compartir desde siempre: una buena historia. De entrada, nos gusta hablar de los dem¨¢s: seg¨²n un estudio del antrop¨®logo Robin Dunbar, los cotilleos y las historias personales ocupan el 65% de nuestras conversaciones en espacios p¨²blicos. El estudio es de 1997, antes de las redes sociales, pero Twitter es, clar¨ªsimamente, un espacio p¨²blico. Y el de Novell es un buen asunto para iniciar cualquier conversaci¨®n. Mucho mejor que el tiempo, por muy loco que est¨¦.
Es un relato en el que hay muchas emociones. No solo el enamoramiento de sus protagonistas, sino tambi¨¦n nuestro propio asombro como lectores al conocer cada dato. Y cualquier contenido con un componente emotivo se comparte m¨¢s en redes: seg¨²n un estudio de la Universidad de Nueva York, es al menos un 20% m¨¢s probable que retuiteemos un mensaje si este apela a las emociones o a la moral.
Todo esto tiene su lado negativo: como tuiteamos en caliente, sin pens¨¢rnoslo mucho, es posible que escribamos mensajes que nos averg¨¹encen al cabo de a?os. O incluso horas. Como los buscadores no olvidan nada, a menudo vemos c¨®mo estos mensajes del pasado se echan en cara a sus autores, siempre sin contexto y, por supuesto, sin tener en cuenta que todos nos equivocamos y que todos tenemos derecho a cambiar de opini¨®n. Igual que Novell, claro.
Hay usuarios de Twitter, a menudo pol¨ªticos y periodistas, que optan por ir borrando cada cierto tiempo su archivo para ahorrarse disgustos. S¨ª, se tienen que deshacer de tuits gracios¨ªsimos con miles de me gusta, pero al menos podr¨¢n seguir aspirando a un ministerio. Justamente pensando en este derecho a meter la pata, Twitter est¨¢ probando una nueva funcionalidad que permitir¨¢ ocultar tuits antiguos sin necesidad de eliminarlos por completo, con el objetivo de alimentar a la vez nuestra prudencia y nuestra vanidad: ni perdemos nada ni arriesgamos nada.
Alguno dir¨¢ que estos peligros tampoco son nuevos y que siempre hemos tenido que rendir cuentas con nuestras biograf¨ªas. Al fin y al cabo, a ver c¨®mo le explica Novell a sus suegros que ahora est¨¢ en paro, pero que hasta hace poco era el obispo de Solsona. Sin embargo, hay diferencias importantes y no solo porque es mucho m¨¢s f¨¢cil tuitear que llegar a obispo: el buscador de Twitter es como si alguien hubiera grabado todas las tonter¨ªas que hemos dicho en la barra de un bar. Y ese escrutinio no lo aguanta ni el Papa de Roma.
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