Dos negociaciones: tan distintas, tan iguales
No hay m¨¢s remedio que ir avanzando a partir de las contingencias, no aspirando a alcanzar un ¡°orden final¡±
Han querido las circunstancias que dos negociaciones coincidieran en el tiempo. Una, la del salario m¨ªnimo, parte del m¨¢s amplio dialogo social; otra, la de Catalu?a. Dejando ahora de lado sus resultados efectivos o posibles, pocas cosas pueden ser m¨¢s sintom¨¢ticas de que este pa¨ªs est¨¢ entrando en una fase de ¡°normalidad¡±. Y no solo por la evoluci¨®n de la pandemia. La simultaneidad de procesos negociadores apunta a que hay aspectos de nuestra vida pol¨ªtica que se escapan a la confrontaci¨®n pura y dura, la anormalidad que nos ven¨ªa caracterizando. Desde el aspecto puramente simb¨®lico esto ya es una buena noticia en s¨ª misma. Diluir conflictos sent¨¢ndonos en torno a una mesa no solo es lo natural en una sociedad democr¨¢tica, es lo imprescindible. Por otra parte, permite visualizar al ciudadano d¨®nde residen las diferencias entre unos y otros actores y la voluntad m¨¢s o menos presente por parte de cada uno de ellos de llegar a acuerdos. Ambas mesas tienen todo esto en com¨²n; difieren en casi todo lo dem¨¢s.
El di¨¢logo social es, por decirlo de alg¨²n modo, la b¨²squeda de una soluci¨®n pragm¨¢tica al conflicto entre los grandes intereses en disputa en una sociedad capitalista. Hist¨®ricamente ha sido el instrumento mediante el cual empresarios y asalariados disolv¨ªan sus diferencias. El objeto de la disputa son los intereses de unos u otros, cu¨¢l deba de ser el reparto en la producci¨®n de bienes econ¨®micos. Por eso mismo, nos dice Hirschman, por el hecho de que inciden sobre ¡°un m¨¢s o un menos¡± de alg¨²n bien, son conflictos ¡°divisibles¡±, se presentan a un compromiso, aunque este sea siempre transitorio y puntual. En ellos est¨¢ ausente la aspiraci¨®n a algo parecido a la consecuci¨®n de un ¡°orden definitivo¡±, se trata de ir ¡°saliendo al paso¡± ¨Dmuddling through¨D a las contingencias del d¨ªa a d¨ªa. Y, el hecho de que aparezcan asociados a ese complejo entramado de fuerzas que es la econom¨ªa de mercado hace que haya que ir revis¨¢ndolo una y otra vez. Hoy no ha habido un acuerdo sobre el salario m¨ªnimo, pero ma?ana quiz¨¢ s¨ª lo haya sobre alg¨²n otro aspecto.
En la otra mesa la cosa es ya mucho m¨¢s dif¨ªcil, como suele ocurrir siempre con los conflictos identitarios. Aqu¨ª no se discute sobre un m¨¢s o menos de algo, sino sobre el ser de alguien, y esto ya son palabras mayores. Por eso, recurriendo de nuevo al genial Hirschman, aqu¨ª estar¨ªamos ante un conflicto ¡°indivisible¡± y, por tanto, innegociable. ?C¨®mo buscar un acuerdo entre quienes solo consideran realizada su identidad catalana fuera de Espa?a y quienes no conciben Espa?a sin los catalanes? Y, sin embargo, hay que intentarlo. La estrategia del Gobierno es buscar la soluci¨®n pragm¨¢tica anterior, empezar por lo negociable, la l¨®gica del reparto, e ir caminando en la direcci¨®n de aminorar reticencias mutuas, crear las condiciones para salir del endiablado antagonismo irreconciliable. Y esto ¨²ltimo puede que sea lo prioritario, aunque es lo que m¨¢s temen quienes m¨¢s arraigada tienen la identidad absolutizada, la que se resiste a ceder el m¨¢s m¨ªnimo rasgo de su conformaci¨®n cuasi-metaf¨ªsica.
Lo que tanto unos como otros tienen que interiorizar es que ninguno representa realmente al todo¨Dni de Espa?a ni de Catalu?a¨D. Ni en la mesa ya constituida ni fuera de ella. Y este dato tambi¨¦n deber¨ªa estar presente en la negociaci¨®n. Como en el anterior tipo de conflicto, no hay m¨¢s remedio que ir avanzando a partir de las contingencias, no aspirando a alcanzar un ¡°orden final¡±. Recurrir a la pol¨ªtica y abandonar la metaf¨ªsica.
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