La discrepancia, esencia de la democracia
Huyendo como de la p¨®lvora del griter¨ªo que desborda el debate pol¨ªtico, se corre el peligro de sacralizar el consenso y olvidar que la pol¨ªtica consiste precisamente en gestionar los desacuerdos
El 15 de septiembre ha sido declarado por Naciones Unidas D¨ªa Internacional de la Democracia. Es una oportunidad para examinar la calidad de los sistemas democr¨¢ticos en este parad¨®jico momento en el que m¨¢s pa¨ªses y personas viven ¨Dal menos formalmente¨D bajo este r¨¦gimen, pero no cesa de aumentar la preocupaci¨®n ante el riesgo que suponen en todo el mundo las ideolog¨ªas y las pr¨¢cticas de matriz totalitaria.
Este a?o, Naciones Unidas ha dedicado la jornada a la prevenci¨®n de conflictos, centr¨¢ndose en la ¡°necesidad de reforzar las instituciones democr¨¢ticas para promover la paz y la estabilidad¡±. Recuerda as¨ª que las sociedades resilientes son capaces de dirimir sus disputas a trav¨¦s de la mediaci¨®n, el di¨¢logo y un grado razonable de legitimidad de sus instituciones. Es un planteamiento que puede sonar lejano, traslad¨¢ndonos a esos oscuros rincones del planeta a los que miramos con una mezcla de miedo y recelo porque all¨ª la democracia no existe o es un simple suced¨¢neo. Sin embargo, har¨ªamos mal si en esta parte del mundo que presume de haber conseguido democracias dignas de tal nombre, no nos sinti¨¦ramos interpelados.
En este tipo de declaraciones y celebraciones se subraya siempre la necesidad de proteger los derechos humanos, la libertad de expresi¨®n, el imperio de la ley o elementos an¨¢logos, claves todos ellos para poder hablar de democracia. ?Es suficiente? Propongo fijar la atenci¨®n sobre uno de los elementos b¨¢sicos de la democracia que corre peligro hoy en Espa?a: el derecho a la discrepancia, vulnerado sistem¨¢ticamente por la bronca continua. Huyendo como de la p¨®lvora del griter¨ªo que desborda el debate pol¨ªtico, se corre el peligro de sacralizar el consenso y olvidar que la pol¨ªtica, y especialmente la pol¨ªtica democr¨¢tica, consiste precisamente en gestionar los disensos, y en ese proceso ser capaces de encontrar acuerdos que probablemente no zanjen de forma definitiva ning¨²n debate, pero ayuden a la convivencia. Para eso, el primer paso es sacar a la luz esas discrepancias y no hacer del consenso el bien supremo sin hacerlo tambi¨¦n del disenso.
Cuando una estrategia se basa en el ¡°cuanto peor, mejor¡±, como se puede observar en esa parte del independentismo catal¨¢n empe?ado en boicotear cualquier posibilidad de acuerdo, la bronca est¨¢ servida y la discrepancia, leg¨ªtima, desaparece entre exabruptos y zascas tuiteros.
Cuando un partido no cumple su funci¨®n en el sistema y paraliza acuerdos fundamentales como hace el Partido Popular con la renovaci¨®n del Consejo General del Poder Judicial, mediante razones cuya inconsistencia las convierte en meras excusas, o acude de forma continua al trazo grueso para descalificar al adversario, la discrepancia, leg¨ªtima, vuelve a ser ahogada por el griter¨ªo.
En democracia, una de las peores consecuencias de la bronca pol¨ªtica es que acabe priv¨¢ndonos de la discrepancia.
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