El cambio clim¨¢tico es pol¨ªtica
La aceleraci¨®n de las transformaciones en el medio ambiente reclama decisiones atrevidas de los gobiernos
La crisis clim¨¢tica se agrava m¨¢s all¨¢ de los pron¨®sticos de los expertos: este ha sido el aviso de la ONU. Si los Estados no incrementan sus compromisos de reducci¨®n de emisiones se superar¨¢ el aumento de 1,50 de temperatura media en el planeta, algo que pretend¨ªa evitarse con el Acuerdo de Par¨ªs. El par¨®n econ¨®mico que supuso la pandemia no ha frenado las emisiones de gases de efecto invernadero e incluso hoy las previsiones calculan que crecer¨¢n un 16% hasta 2030, de acuerdo con el sexto informe del IPCC, con un incremento de la temperatura de hasta 2,70.
Es preferible no rebajar la gravedad de las cifras: se est¨¢n cumpliendo los peores escenarios que los cient¨ªficos preve¨ªan y sucede antes de lo que se esperaba. En cierto modo, el planeta entra en terreno desconocido, y sin demasiadas certezas sobre su evoluci¨®n futura.
Seguramente, estamos ante el mayor desaf¨ªo que tiene ante s¨ª la humanidad, pero la poblaci¨®n parece haber interiorizado esta nueva circunstancia. Seg¨²n un reciente estudio de Pew Research, realizado en 17 econom¨ªas avanzadas de Europa, Am¨¦rica del Norte, Asia y Pac¨ªfico, el 80% de la ciudadan¨ªa est¨¢ dispuesta a asumir cambios en su forma de vida para acelerar la transici¨®n ecol¨®gica. Las dudas se centran en la efectividad que puedan tener los nuevos h¨¢bitos y en el valor real del compromiso de los esfuerzos internacionales.
Ante el nuevo escenario, la responsabilidad cae decididamente del lado de la pol¨ªtica y la determinaci¨®n con que se afronte la transici¨®n. Ya no nos preguntamos por el qu¨¦ hacer, sino por el c¨®mo hacerlo, dada la extraordinaria complejidad que entra?a cada decisi¨®n y cada movimiento. Tambi¨¦n en Espa?a estamos empezando a constatar las dificultades de pasar de las musas al teatro. Existe abundante evidencia de la necesidad de reducir el consumo de carne en la dieta, pero tambi¨¦n resulta patente la necesidad de estudiar con detalle las posibilidades del sector, fomentar las pr¨¢cticas m¨¢s sostenibles y ayudar a la reconversi¨®n de quienes generan mayores impactos. Solo a trav¨¦s de la llamada ¡°transici¨®n justa¡± podr¨¢ combinarse a la vez la garant¨ªa de la sostenibilidad y el compromiso de la ciudadan¨ªa con las medidas que exige.
Algo parecido ocurre con la energ¨ªa. El paso del actual modelo energ¨¦tico a uno basado en las renovables obliga a repensar el sistema en su conjunto. Europa tiene un grave problema de dependencia del gas que est¨¢ pagando car¨ªsimo y que, junto con el incremento especulativo del precio de los derechos de emisiones de CO2, puede comprometer la recuperaci¨®n econ¨®mica. Por otro lado, conforme el autoconsumo avance, la estructura econ¨®mica del sector cambiar¨¢ notablemente. La transici¨®n energ¨¦tica tendr¨¢ que responder a un modelo que satisfaga las exigencias medioambientales, pero tambi¨¦n econ¨®micas y sociales.
Vencer viejas inercias parece condici¨®n necesaria para imprimir una velocidad m¨¢s al proceso. El principal desaf¨ªo de la crisis clim¨¢tica no es, de hecho, ni cient¨ªfico ni tecnol¨®gico ni econ¨®mico. Lo que la lucha contra la crisis clim¨¢tica necesita hoy es una extraordinaria habilidad pol¨ªtica para articular la transici¨®n necesaria y hacerlo sin generar un reguero de v¨ªctimas colaterales de una causa com¨²n.
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