El desgobierno del mundo
La magnitud de los retos planteados en la Asamblea de la ONU demanda una acci¨®n decidida de los grandes poderes
Casi todas las alarmas est¨¢n disparadas. Gobernar el mundo se antoja una tarea fuera del alcance de una humanidad dividida, fragmentada y en constante conflicto. La ¨²ltima exhibici¨®n de impotencia la est¨¢ proporcionando la desigual distribuci¨®n de las vacunas contra la covid, expresi¨®n de la indiferencia de los ricos respecto a la salud de los m¨¢s pobres, pero tambi¨¦n de la frivolidad generalizada de quienes creen que con salvarse ellos se pondr¨¢ fin a una pandemia con enorme y peligrosa capacidad mutante.
Los alarmantes diagn¨®sticos sobre la incapacidad de los gobiernos para limitar las emisiones a la atm¨®sfera y asegurar que la temperatura del planeta no aumente m¨¢s all¨¢ de dos grados en 2050 se?alan el segundo fracaso de la gobernanza global. Ni siquiera las cat¨¢strofes producidas por fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos que afectan a pa¨ªses ricos y pobres por igual son suficientes para que se produzca la rectificaci¨®n que ha pedido Ant¨®nio Guterres en la apertura de la Asamblea General de Naciones Unidas. Solo faltaba la creciente polarizaci¨®n entre Estados Unidos y China, en un clima de incipiente guerra fr¨ªa, para dibujar un estado del mundo digno de la m¨¢s severa ¡°condena moral¡±, seg¨²n el secretario general de la organizaci¨®n internacional.
La reuni¨®n anual en Nueva York de los representantes de sus 193 pa¨ªses miembros es un escaparate y un foro diplom¨¢tico, donde se reflejan los problemas, pero tambi¨¦n se realizan contactos bilaterales para resolverlos. La de este a?o es la primera con la pandemia parcialmente controlada, de forma que se ha impuesto un modo mixto de comunicaci¨®n que incluye intervenciones pregrabadas de jefes de Estado y de Gobierno. Gracias a este sistema, que amenaza con quedarse, el presidente chino, Xi Jinping, ha participado sin desplazarse, como Nicol¨¢s Maduro, que ha eludido as¨ª el peligro de su detenci¨®n por los cargos de terrorismo y narcotr¨¢fico.
Tambi¨¦n ha sido la primera asamblea en la que ha intervenido de nuevo un presidente de Estados Unidos comprometido con el multilateralismo, como es Joe Biden, tras los cuatro a?os ca¨®ticos de destrucci¨®n de las instituciones y los acuerdos internacionales protagonizados por Donald Trump. El regreso de Washington a sus compromisos internacionales, expresado por el discurso en Naciones Unidas, ha quedado empa?ado por la catastr¨®fica salida de Afganist¨¢n, la tensi¨®n con Francia y la OTAN por la nueva alianza en la regi¨®n Indo-Pac¨ªfico con Australia y Reino Unido, y, sobre todo, por las im¨¢genes insoportables de los guardias estadounidenses a caballo que atacan a latigazos a los migrantes haitianos en la frontera con Texas.
Biden, como tantos otros mandatarios, Pedro S¨¢nchez entre ellos, ha procurado lanzar mensajes esperanzadores, acompa?ados de promesas respecto a la distribuci¨®n de vacunas, nuevos esfuerzos contra el cambio clim¨¢tico o la voluntad de evitar una nueva guerra fr¨ªa. Xi Jinping se ha comprometido a cerrar las centrales de carb¨®n chinas en el exterior del pa¨ªs. Pero la credibilidad no est¨¢ de su lado, sino del secretario general de Naciones Unidas con sus palabras de alarma. Est¨¢ bien el multilateralismo verbal despu¨¦s de tanta inmersi¨®n unilateralista, pero apenas cambiar¨¢ nada en el gobierno del mundo si esas buenas palabras no se hacen realidad y frenan el camino hacia el abismo que pronosticaba el discurso de Guterres.
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