Gaviria contra Gaviria
Ni Uribe, ni Santos ni C¨¦sar Gaviria deber¨ªan seguir definiendo el destino electoral de un pa¨ªs que ya se cans¨® de ellos
Alejandro Gaviria es uno de los 60 candidatos que quiere llegar a ser presidente de Colombia y cr¨¦anme, no es un candidato cualquiera. Se trata de un intelectual agudo que no tiene pelos en la lengua y que ha tenido la valent¨ªa de confesar que es ateo a sabiendas de que ese tipo de revelaciones en un pa¨ªs tan profundamente cat¨®lico tiene sus consecuencias pol¨ªticas. Se ha presentado como un candidato independiente y reformista que quiere unir el centro para derrotar a Gustavo Petro, el candidato de izquierda que sigue liderando las encuestas.
Alejandro Gaviria repito, es una ave rara. En un pa¨ªs donde la pol¨ªtica est¨¢ dominada por hijos y nietos de expresidentes y donde el discurso se ha reducido a propaganda resulta refrescante que haya un candidato con ganas de recuperar las ideas para cambiar nuestros destinos.
Por eso, porque tiene todo para hacernos so?ar, no se entiende que haya decidido lanzarse a la pol¨ªtica apoyado por el expresidente Cesar Gaviria. ?l maneja el partido liberal como si fuera su coto de caza y profesa un liberalismo alejado de las ideas que ha sobrevivido hasta hoy gracias a la prebendas y a los contratos con el Gobierno de Santos y de Duque.
Alejandro proviene, como el profesor Antanas Mockus, de la academia. Trabaj¨® primero como tecn¨®crata en el primer Gobierno de Uribe y luego como ministro de salud del Gobierno Santos. All¨ª se enfrent¨® al poder de las grandes farmac¨¦uticas porque se meti¨® a regular el precio de ciertos medicamentos y a cuestionar el sistema de patentes, una decisi¨®n que fue considerada por la embajada norteamericana como un acto agresivo y un intento por cambiar las reglas de juego de la inversi¨®n extranjera. Es un obsesivo opositor de la pol¨ªtica prohibicionista de Estados Unidos contra la droga, habla de Spinoza y de Aldous Huxley como si fueran autores conocidos por todos los colombianos y escribe ensayos de manera desaforada sobre la naturaleza humana. Sus contradictores, que los tiene, dicen que Alejandro es en el fondo un neoliberal con piel de oveja, pero sus admiradores, en cambio, ven en ¨¦l a un hombre progresista que se atreve a decir que est¨¢ a favor de la despenalizaci¨®n del aborto cuando ni siquiera Petro se atreve a meterse en esas aguas.
Sorprende que una mente tan avezada haya decidido aceptar las maquinarias de un partido que ya no defiende el ideario liberal. Esa colectividad ha protagonizado varios esc¨¢ndalos de corrupci¨®n y representa a la pol¨ªtica clientelista y corrupta, que ofrece apoyo a cambio de puestos y que por supuesto no est¨¢ interesada en cambios que alteren el estatus quo.
Para alguien que se meti¨® a la pol¨ªtica porque quiere revalorarla y devolverle la dignidad, este apoyo de las grandes clientelas es un comienzo farragoso y no puede ser m¨¢s desacertado. Mientras Alejandro piensa en c¨®mo hacer cambios hacia una sociedad m¨¢s equitativa y menos corrupta, el partido liberal del otro Gaviria, protagonista de esc¨¢ndalos como el de la parapol¨ªtica y de Odebrecht, est¨¢ pensando en c¨®mo no salir del poder. Incluso varios de sus congresistas aparecen mencionados en el ¨²ltimo esc¨¢ndalo de corrupci¨®n en el que el Gobierno Duque le entreg¨® un millonario contrato de internet a una red de corruptos.
Alejandro ha dicho que aceptar el apoyo de Cesar Gaviria y sus huestes no le quita ni libertad de acci¨®n ni lo constri?e a la hora de impulsar los cambios que quiere hacer. Sin embargo, tambi¨¦n es cierto que el clientelismo cuando apoya a un candidato nunca lo hace gratis.
Es evidente que la candidatura de Alejandro no solo cuenta con la maquinaria del Partido Liberal. Tambi¨¦n tiene a grandes empresarios que se le han alineado y que le est¨¢n ayudando. Solo as¨ª se puede entender que en tan solo 15 d¨ªas haya conseguido 300 mil firmas de un mill¨®n que necesita para poder inscribir su candidatura; una proeza que le puede haber costado cerca de tres mil millones de pesos.
Detr¨¢s de Alejandro Gaviria parece estar el olimpo del poder. Tiene el apoyo de expresidentes, se habla tambi¨¦n de Juan Manuel Santos y de poderosos empresarios. Sin embargo, no la tiene f¨¢cil. Una cosa es que tenga el apoyo del Olimpo y otra que logre convencer a la gente de que se puede bailar y comer al mismo tiempo.
Va a ser interesante ver c¨®mo va a desatar las contradicciones que tiene con su otro Gaviria y si va a lograr dominar esa fiera o si la fiera va a terminar dom¨¢ndolo.
Desde que Ivan Duque lleg¨® al poder hace cuatro a?os, sin mayor trayectoria ni m¨¦rito distinto al de haber sido escogido por el expresidente Uribe, la pol¨ªtica en Colombia se empeque?eci¨® de tal manera que la mayor¨ªa de los candidatos que hay en la contienda electoral cuatro a?os despu¨¦s, son tan anodinos como lo era Duque. Muchos de ellos faltos de m¨¦ritos esperan el mismo milagrito que llev¨® a Duque al poder y conf¨ªan que estas pr¨®ximas elecciones van a ser m¨¢s de lo mismo, y que cualquiera puede llegar a la presidencia de Colombia si tiene detr¨¢s a un expresidente para que le alinee al establecimiento y le logre el milagrito.
Sin embargo, no hay nada que sugiera que las pr¨®ximas elecciones van a ser m¨¢s de lo mismo. Los cuatro a?os de Duque han desgastado al uribismo que hoy carga con los mismos niveles de desaprobaci¨®n que tiene su ungido. Su dedazo, antes imbatible, ya no hace milagros. Por el contrario, hay un pa¨ªs hastiado de los dedazos, y de que siempre sean los mismos quienes ganan las elecciones.
Por eso resulta ins¨®lito que Alejandro Gaviria, que no es ning¨²n anodino, insista en aliarse con las maquinarias de la corrupci¨®n cuando el pa¨ªs est¨¢ pidiendo otras salidas.
En un pa¨ªs gobernado por una clase pol¨ªtica endog¨¢mica resulta muy refrescante que alguien como Alejandro Gaviria, entre a la contienda. Pero que lo haga solo, sin lastres que secuestren su agenda de cambio.
Los liderazgos que necesitan de los expresidentes para despegar no pueden ser pioneros de ning¨²n cambio. Ni Uribe, ni Santos ni C¨¦sar Gaviria deber¨ªan seguir definiendo el destino electoral de un pa¨ªs que ya se cans¨® de ellos.
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