El dilema del Partido Popular
De la respuesta de los populares a la ultraderecha puede depender el consenso sobre los principios en los que se asienta nuestro sistema pol¨ªtico
Una pregunta sobrevuela la convenci¨®n del Partido Popular, compartida con el conjunto de sus hom¨®logos en Europa. ?Qu¨¦ relaci¨®n establecer con las formaciones de ultraderecha para evitar que se apropien del espacio conservador? Si se alejan mucho, les dejan terreno libre; si se acercan demasiado, pueden acabar devorados. Como contaba Elsa Garc¨ªa de Blas en estas p¨¢ginas, los populares no lo tienen claro. Un d¨ªa emiten se?ales de acercamiento y al siguiente todo lo contrario.
El calendario ha querido que los populares puedan contar con algunas lecciones que dejan los comicios alemanes, donde los ultras de Alternativa para Alemania no s¨®lo no han crecido, sino que han retrocedido varios puntos. Es cierto que con una clara divisi¨®n entre la antigua Alemania Oriental y la Occidental, pero el cord¨®n sanitario liderado por Merkel y aplicado a rajatabla por el conjunto de fuerzas pol¨ªticas parece haber sido clave para impedir el crecimiento de la ultraderecha. Crecimiento que ha sucedido, sin embargo, en aquellos territorios como Turingia donde los conservadores m¨¢s han coqueteado con los extremistas. El fracaso de la CDU hay que buscarlo en otro sitio, como se?alan todos los an¨¢lisis.
El debate es conocido en la Ciencia Pol¨ªtica. Beatriz Acha repasa en su trabajo Analizar el auge de la ultraderecha (Gedisa) los tres tipos de actitudes que adoptan los partidos cuando les surge un competidor: la contenciosa, disputando los postulados del otro; la acomodaticia, acerc¨¢ndose a ¨¦l para reducir su espacio; y la que podr¨ªamos denominar ¡°indiferente¡±, ignorando deliberadamente los temas sobre los que se basan los discursos ultras dej¨¢ndolos fuera del marco de lo aceptable. Para esto ¨²ltimo quiz¨¢ sea demasiado tarde, ya que la evidencia muestra que s¨®lo es eficaz en los momentos muy iniciales de la aparici¨®n del competidor.
Teniendo en cuenta que, trat¨¢ndose de la ultraderecha, estamos hablando de opciones que cuestionan los valores democr¨¢ticos, de la respuesta de los populares puede depender el consenso sobre los principios en los que se asienta nuestro sistema pol¨ªtico. Ellos mismos lo est¨¢n comprobando: Ayuso se vio obligada a desmarcarse de sus socios de Vox en relaci¨®n al cartel que comparaba el dinero invertido en acompa?ar a los ni?os y ni?as que llegan solos a Espa?a con la pensi¨®n de una anciana. Recientemente, desde Nueva York, ten¨ªa que hacer piruetas discursivas para distanciarse del discurso xen¨®fobo de Vox sin enfadar a sus socios. Extremos que no le impiden, sin embargo, seguir teni¨¦ndoles como aliados y permitir que influyan en las pol¨ªticas de la Comunidad de Madrid.
Ojal¨¢ acierte el PP en la soluci¨®n a este dilema y ojal¨¢ hagan lo propio el resto de formaciones pol¨ªticas y medios de comunicaci¨®n trabajando en dos direcciones: impedir que las propuestas que violentan los valores de convivencia democr¨¢ticos tengan reflejo alguno en las pol¨ªticas p¨²blicas, y acudir a atajar, sin dilaci¨®n, las causas del descontento que capitaliza la ultraderecha.
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