Atisbos de la pr¨®xima guerra
En la globalizaci¨®n hiperconectada, el poder lo dar¨¢ el interruptor que pueda cortar los servicios y las comunicaciones del pa¨ªs a someter
Nada preocupa tanto como la salud mental de los m¨¢s j¨®venes, perturbada por la adicci¨®n a las redes sociales. Tambi¨¦n la polarizaci¨®n y el uso de datos privados para la manipulaci¨®n algor¨ªtmica de las mentes, sobre todo en campa?as electorales, con el peligro que significa para nuestras democracias. Debido, sin duda, al car¨¢cter monopol¨ªstico de las grandes tecnol¨®gicas, m¨¢s poderosas que muchos gobiernos, y a su capacidad de adaptaci¨®n ante las presiones de reg¨ªmenes autoritarios como los de China o Rusia.
La inquietud ha llegado en Washington hasta el punto de unir a senadores dem¨®cratas y republicanos, especialmente despu¨¦s de escuchar el demoledor testimonio de Frances Haugen sobre la codicia de Facebook, la empresa en la que trabaj¨®, y su disposici¨®n a preservar sus enormes beneficios aun a costa de la salud de los ciudadanos y de la democracia. No hay novedad en sentido estricto si se tiene en cuenta el papel jugado por la compa?¨ªa de Mark Zuckerberg en la elecci¨®n de Donald Trump en 2016, con los perfiles personales que proporcion¨® a Cambridge Analytica para que fueran utilizados en la campa?a electoral sin autorizaci¨®n de sus propietarios.
Haugen compareci¨® en el Senado al d¨ªa siguiente de la aver¨ªa que interrumpi¨® el servicio de Facebook y de sus filiales Instagram y WhatsApp, primera, tercera y cuarta red social en n¨²mero de usuarios, dejando as¨ª incomunicada a casi una tercera parte de la humanidad. Hay pocas explicaciones sobre el origen del fallo. Una de las caracter¨ªsticas de las grandes tecnol¨®gicas es la doblez de su comportamiento: venden transparencia pero practican la opacidad, eluden la regla de juego pero se erigen en jueces secretos de las decisiones que toman sobre los abusos de sus usuarios, como sucedi¨® con la suspensi¨®n de la cuenta de Trump en Twitter.
Si ha sido un ciberataque, tampoco lo sabremos. En las ciberguerras el atacante no tiene inter¨¦s alguno en ser identificado. Con Facebook atacada y fundida durante cinco horas, este es un momento excepcional para saber c¨®mo funcionar¨¢ el nuevo arte de la guerra, mediante unas contiendas sin bombas ni invasiones, que amenazan con dejar a oscuras, paralizar y dejar indefensas a sociedades enteras. En la globalizaci¨®n hiperconectada, el poder lo dar¨¢ el interruptor que pueda cortar los servicios y las comunicaciones del pa¨ªs a someter. Responde al ideal de la guerra seg¨²n Sun Tzu, que se vence sin librar batalla, aunque como resultado no cabe descartar que se produzcan disturbios y v¨ªctimas.
La marcha hacia un mundo hipercomunicado nos sigue proporcionando la inevitable cara sombr¨ªa de este dios Jano de doble rostro que es cualquier tecnolog¨ªa cuando nadie la domina ni la conduce. Nos enfrentamos a la aver¨ªa letal de una globalizaci¨®n hostil a la regulaci¨®n e incapaz de limitar el poder de los monopolios. Sin regla de juego, vamos de cabeza a la dictadura.
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