Fumando Facebook
Los d¨ªas risue?os de 2007 han pasado. Parece el momento adecuado de tomar cartas en el asunto, de atar en corto a esta red social y compa?¨ªa, de legislar en serio
El otro d¨ªa se cay¨® Facebook durante horas, y el estruendo mundial que gener¨® me despert¨® del sue?o de los justos. Record¨¦ entonces la tarde de mayo de 2007 en la que un amigo me habl¨® por primera vez de un lugar en ¡°internet¡± donde pod¨ªa encontrar a Fulanita de tal, una amiga de una amiga que me ten¨ªa admirado desde que la conoc¨ª en una fiesta de cumplea?os, y a la que no me atrev¨ª a cruzar dos palabras en directo. As¨ª que me di de alta en es...
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El otro d¨ªa se cay¨® Facebook durante horas, y el estruendo mundial que gener¨® me despert¨® del sue?o de los justos. Record¨¦ entonces la tarde de mayo de 2007 en la que un amigo me habl¨® por primera vez de un lugar en ¡°internet¡± donde pod¨ªa encontrar a Fulanita de tal, una amiga de una amiga que me ten¨ªa admirado desde que la conoc¨ª en una fiesta de cumplea?os, y a la que no me atrev¨ª a cruzar dos palabras en directo. As¨ª que me di de alta en ese sitio, encontr¨¦ a Fulanita, y en aquel espacio anaer¨®bico e impalpable la pude admirar, averiguar sus gustos, tocarle el inter¨¦s, y hasta convencerla para que diera un paseo conmigo. Y all¨ª mismo me encontraron amigos de infancia, familiares remotos, desconocidos saludados, y un sin fin de sombras de mi pasado que me hicieron entender que aquel programa no era s¨®lo mi nueva discoteca o mi plaza del pueblo, sino que era adem¨¢s una m¨¢quina del tiempo y un festival de m¨ª mismo donde la gente ven¨ªa a asomarse a mi perfil para ver mi vida sin ser vistos, y en el que yo pod¨ªa hacer lo mismo con ellos.
Se llamaba, ya lo sabes, Facebook, y no mentir¨¦ si digo que a mi generaci¨®n (millenials, ¨²ltimos dinosaurios crecidos sin ordenador) nos meti¨® de una patada en el siglo XXI y transform¨® el sentido de la frase ¡°Estoy conectado¡±. A partir de entonces, lo estuvimos muchas horas. Internet dej¨® de ser la librer¨ªa ex¨®tica en la que consultabas alguna rareza, o una nube m¨¢gica de donde bajabas gratis tus canciones favoritas, y pas¨® a ser el bar m¨¢s marchoso en el comedor de tu casa, donde conoc¨ªas gente, cotilleabas, discut¨ªas de temas, ligabas, sent¨ªas. Y lo hac¨ªas sin pagar un duro y porque te daba la gana.
Pas¨¦ alimentando aquel perro guardi¨¢n de mi soledad durante varios a?os, con im¨¢genes de mis viajes, mis fiestas, y mis besos, hasta que un buen d¨ªa alguien tuvo la ocurrencia de montar una cena de exalumnos reunidos por el poder de Facebook, y tras una velada en que me hablaron de mis personas recientes y mis ¨²ltimos paraderos como si los conocieran, y en la que trat¨¦ de matizar sin suerte algunos recuerdos embarazosos que todos ellos guardaban de mis castigos y mis suspensos, me di cuenta en seguida pero terriblemente tarde que hab¨ªa creado un monstruo. Que ten¨ªa un doble llamado como yo all¨¢ afuera, en la red. Que empezaba a ser m¨¢s cierto o mejor recordado que yo mismo. Y que todo ser humano que aspirara a una vida decente ten¨ªa derecho al olvido.
Dej¨¦ Facebook. Hace a?os que no entro all¨ª, raramente pienso en ¨¦l, y s¨®lo el derrumbe reciente me hizo volver esta vista a atr¨¢s.
Facebook a¨²n no ha explicado lo que pas¨® el otro d¨ªa. Pudo ser un fallo humano. Seg¨²n me cuentan amigos programadores, pudo ser que un empleado metiera un c¨®digo err¨®neo repetido millones de veces y que eso fuera suficiente para colapsarlo todo. A lo mejor ese empleado pudo escuchar lo que Frances Hugen cont¨® frente al Senado de Estados Unidos el d¨ªa anterior a la ca¨ªda mundial. Hugen trabaj¨® como gerente en Facebook y lo dej¨® en 2021. Lo hizo por dudas y por remordimientos. Hugen guarda documentos. Hugen les dijo a los senadores que la empresa se dedicaba a ganar dinero sin importarle la seguridad de la gente, sin un debido control de los mensajes de odio, sin un inter¨¦s real por cortar los bulos, sin un cuidado cre¨ªble de los datos personales, y sin tener en cuenta el impacto demencial que tiene esa plaza p¨²blica de comentarios, puyas, y lapidaciones sobre la autoestima de millones de adolescentes. Cuando acercas demasiado tu mano a una llama, te quemas. Tardamos d¨¦cadas en denunciar alto y claro lo que pod¨ªa pasar al fumar, porque cuando dabas una calada parec¨ªa no pasar nada. Los datos personales, las fotos digitales, la autoestima, o la verdad no huelen, no pesan, no tienen sabor. Y por eso cuando las pierdes al principio no lo notas. Pero estamos fumando Facebook.
Los d¨ªas risue?os de 2007 han pasado. Parece el momento adecuado de tomar cartas en el asunto, de atar en corto a Facebook y compa?¨ªa, de legislar en serio. Otro amigo abogado me cuenta que existen grietas en los contratos que aceptamos con Facebook, que est¨¢n ganando millonadas a costa de algo tuyo sin que t¨² te lleves tu parte correspondiente.
Me dice que una causa as¨ª apoyada con 10.000 firmas podr¨ªa provocar un cambio. Pero no es s¨®lo un asunto de ley ni gobiernos, sino encontrar esas 10.000 personas que han empezado a notar el humo virtual en sus pulmones. Porque Facebook es ya el 60% de la poblaci¨®n mundial. Y este Facebook Frankenstein lo hemos montado con nuestras fotos, nuestros datos, nuestra vida. T¨² y yo.