Charly Garc¨ªa: el gran sobreviviente
Era un ni?o prodigio, a los 13 a?os ya se hab¨ªa recibido de profesor de m¨²sica cl¨¢sica. Luego escuch¨® a los Beatles y le explot¨® el mundo. No par¨® de componer y crear canciones que marcaron la historia musical de Argentina
En 1988, cuando Bruce Springsteen aterriz¨® en Buenos Aires para el macroconcierto de Amnist¨ªa Internacional, un excitado Charly Garc¨ªa le grit¨® en la cara: ¡°Ac¨¢ el jefe soy yo¡±.
A Springsteen no le cay¨® bien la broma, pero a los pocos minutos qued¨® mudo al ver c¨®mo Garc¨ªa arengaba a todo un estadio que coreaba su nombre, bailaba y cantaba sus canciones al un¨ªsono.
El 23 de octubre Charly Garc¨ªa cumple 70 a?os, de los cuales, los ¨²ltimos 50, se los pas¨® sobreviviendo a todo: a la dictadura, a las drogas, al rock, a la modernidad, a la pol¨ªtica, a la Argentina, a la locura, a tirarse a una piscina desde el noveno piso, a s¨ª mismo.
Charly cumple siete incre¨ªbles d¨¦cadas rodeado del amor incondicional de sus compatriotas (se alistan sendos homenajes) y viviendo de ser la leyenda m¨¢xima del rock en espa?ol de todo el continente.
Ni?o prodigio, de o¨ªdo absoluto, a los 13 a?os ya se hab¨ªa recibido de profesor de m¨²sica cl¨¢sica. Luego escuch¨® a los Beatles y le explot¨® el mundo. Desde entonces, no par¨® de componer y crear canciones que marcar¨ªan la historia musical de Argentina.
Primero fue Sui G¨¦neris. Junto a su amigo de la escuela Nito Mestre, crearon el d¨²o de canciones de estilo folk y ac¨²stico, guitarra, flauta y piano, con letras de intensidad adolescente, que se convirtieron en hitos sonoros en a?os del peronismo represor de los setenta. Se separaron en unos apote¨®sicos conciertos grabados para disco y cine.
Un a?o despu¨¦s, un Charly influenciado por el rock sinf¨®nico, arm¨® Garc¨ªa y La m¨¢quina de hacer p¨¢jaros, pero una guerra de egos no lo dej¨® grabar m¨¢s de dos discos. Decidi¨®, seg¨²n sus propias palabras, ser Garc¨ªa sin La m¨¢quina, y se march¨® a pasar una temporada a Brasil, pa¨ªs de su mujer Zoca Pederneiras.
All¨ª convoc¨® a David Leb¨®n y al baterista Oscar Moro y a sus familias. Luego, se sum¨® un joven Pedro Aznar. Lejos del terror militar argentino, y en una playa frente al mar, crearon Ser¨² Gir¨¢n, el grupo con el que tocar¨ªan la cima. Desafiaron al p¨²blico, a la cr¨ªtica, a la industria. Ganaron todas las batallas, y esos discos experimentales por momentos, melanc¨®licos y si acaso pol¨ªticos, fueron un llamado a la libertad de una juventud oprimida bajo las botas que extend¨ªan su terror por todo el pa¨ªs.
Muchos artistas de la ¨¦poca fueron perseguidos y debieron exiliarse, pero Charly supo esquivar la censura, de la misma manera por la que los dem¨¢s fueron condenados: haciendo canciones.
Sus letras, sabias en met¨¢foras, se atrev¨ªan a decir las cosas de manera diferente, y generaban una complicidad ¨²nica y generacional.
A comienzo de los ochenta, Charly ya era la voz de los j¨®venes. Los que se hab¨ªan enamorado con sus primeras canciones, ahora estaban a punto de hacerse adultos (perdiendo la ingenuidad, digamos) con canciones como Alicia en el Pa¨ªs, o la estramb¨®tica Encuentro con el Diablo, convertida en mito -desmentido-, despu¨¦s de una supuesta reuni¨®n a la que fueron convocados en la casa de gobierno.
En ese tiempo, los militares perd¨ªan apoyo popular, y las canciones de Charly comenzaban a convertirse en algo m¨¢s que canciones: eran ventanas que se abr¨ªan y dejaban entrar la luz.
Y una noche, simb¨®licamente, la dictadura inici¨® su fin: Mercedes Sosa volvi¨® del exilio, y cant¨® junto a Charly Garc¨ªa sobre un escenario cubierto de flores, ante un teatro repleto. Mercedes Sosa regres¨® a Argentina en febrero de 1982, a¨²n en dictadura y sin garant¨ªas constitucionales. Lo hizo por unos d¨ªas del verano, para dar unos conciertos y volver a su exilio. Fue una verdadera osad¨ªa, llena de peligros, casualidades venturosas y el fuerte deseo de la artista por reencontrarse con su p¨²blico. Su hijo Fabi¨¢n tuvo que acordar con las autoridades las canciones y los invitados. En esa reuni¨®n, puso una lista sobre el escritorio y el militar puso su pistola al lado. As¨ª estaba el ambiente.
El viaje de Mercedes Sosa a los escenarios argentinos, con los militares en el poder, fue un hecho trascendental en lo art¨ªstico, lo pol¨ªtico y social, pero sobre todo en lo generacional. La gran dama del folclore, la voz de Latinoam¨¦rica, toma la decisi¨®n est¨¦tica y social de invitar a cantar con ella a artistas de distintas extracciones, m¨²sicos de varios g¨¦neros y generaciones. Folclore, tango y el rock. Y a Charly Garc¨ªa.
Luego del ¨²ltimo delirio militar de la Guerra de Malvinas, el Gobierno se derrumba y convoca a elecciones, que gana Ra¨²l Alfons¨ªn. Con la llegada de la democracia, la estela de Charly Garc¨ªa sobre su pa¨ªs ser¨ªa incombustible: entrega la modernidad a una sociedad que solo unos meses atr¨¢s ten¨ªa prohibido escuchar cualquier m¨²sica en ingl¨¦s. Charly Garc¨ªa public¨® Yendo de la cama al living en 1982, Clics modernos en 1983 y Piano bar en 1984. Con solo esos tres ¨¢lbumes en 20 meses, los primeros de su etapa solista, le puso ritmo y poes¨ªa a la nueva vida de una sociedad libre. Le dispuso iron¨ªa y sorna a la propia historia y se convirti¨® en la banda sonora de un pa¨ªs que volv¨ªa a nacer. A la par, el movimiento musical de Buenos Aires bull¨ªa de propuestas musicales dis¨ªmiles e interesantes, pero con un denominador com¨²n: la democracia ser¨¢ bailable, o no ser¨¢.
Las canciones de Charly Garc¨ªa se convert¨ªan as¨ª en el acto fundacional de un nuevo pa¨ªs. Ante el dolor del pasado, la alegr¨ªa del futuro.
Pertenecer a un pa¨ªs joven como la Argentina, con una historia trastocada constantemente por la violencia institucional pone en dilema identidades colectivas como el himno nacional. ?A qui¨¦n pertenece? ?A los militares? ?A la escuela? ?Al pasado? Charly Garc¨ªa, al cabo s¨ªmbolo de la resistencia cultural de los j¨®venes a la dictadura, resolver¨ªa el asunto. ?l, hacedor ¨²nico de himnos generacionales, toma el propio Himno Nacional Argentino y lo despoja de las reminiscencias militares. En el disco Filosof¨ªa barata y zapatos de goma de 1990 lo reversiona con guitarras el¨¦ctricas, como en alg¨²n momento lo hab¨ªa hecho Jimi Hendrix con el norteamericano y hoy se toca y canta en las escuelas argentinas.
Los a?os ochenta y buena parte de los noventa, ser¨ªan el cat¨¢logo p¨²blico de la lucha de Charly con sus obsesiones. Acosado por sus infiernos personales, cada grito de locura brindaba un gesto genial para su p¨²blico. Los dolores sacrificiales de Charly Garc¨ªa (el amor, la muerte, la soledad, las drogas) se reconvert¨ªan en las canciones que cantaba media Argentina.
De sus bandas, sal¨ªan nuevos ¨ªdolos como Fito P¨¢ez, Andr¨¦s Calamaro o Fabiana Cantilo. Era venerado en cualquier pa¨ªs de Latinoam¨¦rica y de alguna manera en Espa?a, pero sus giras ca¨®ticas y desplantes de estrella de rock, impidieron la proyecci¨®n que s¨ª tuvieron otros m¨²sicos.
Si un a?o paseaba en limusina por Buenos Aires tirando billetes por la ventana, una d¨¦cada despu¨¦s propon¨ªa que cada argentino le diera un d¨®lar para resolver una crisis econ¨®mica. Le hubieran dado dos.
Tocadiscos, walkman, discman, iTunes, Spotify, 50 a?os y la misma emoci¨®n de poner por una canci¨®n de Charly y ver qu¨¦ mundo se abre. Los archivos y las redes est¨¢ repleta de sus excesos y ocurrencias. Pero por sobre todo eso, de su genialidad.
Charly Garc¨ªa llega a los 70 a?os, con una voz que ha perdido fuerza y encanto, pero sobreviviendo a todo, incluso a una sociedad que desear¨ªa medirse en su grandeza. Si Charly fue el arrullo en las noches duras, fue m¨¢s poderoso con su ind¨®mita luz que nos encendi¨® a todos cuando m¨¢s lo necesit¨¢bamos.
Gracias por tanto, Charly. Feliz cumplea?os.
Gast¨®n Garc¨ªa Marinozzi es escritor y periodista. Autor de Viaje al fin de la memoria (Tusquets), El libro de las mentiras (Alfaguara) y Qui¨¦n dijo que todo est¨¢ perdido, Biograf¨ªa de una canci¨®n (Turner).
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