La desolaci¨®n centroamericana
Las soluciones concebidas por EE UU para reducir la violencia, la corrupci¨®n y la emigraci¨®n en la regi¨®n nunca tuvieron ¨¦xito, ni lo tendr¨¢n con el Gobierno de Biden si el progreso del territorio depende de la decencia de los poderes nacionales en la ejecuci¨®n de los planes de desarrollo y la creaci¨®n de empleo
Las soluciones concebidas por Estados Unidos para reducir la violencia, la corrupci¨®n y la emigraci¨®n en Guatemala, El Salvador y Honduras nunca tuvieron ¨¦xito, ni lo tendr¨¢n con el Gobierno de Joe Biden si el progreso del Tri¨¢ngulo Norte de Centroam¨¦rica depende de la decencia de los poderes nacionales en la ejecuci¨®n de los planes de desarrollo y la creaci¨®n de empleo. Kamala Harris supedit¨® los cambios profundos a la integridad moral, una manera de renunciar a ellos porque la ¨²nica integraci¨®n regional visible es la de las mafias al abordaje de las instituciones y los recursos financieros, hermanadas con el compadrazgo empresarial y los c¨¢rteles.
La construcci¨®n de espacios comunes de democracia y generaci¨®n de oportunidades es un desider¨¢tum inviable con el tiranuelo de El Salvador, entronizado con el benepl¨¢cito de la mayor¨ªa y el entusiasmo de las oligarqu¨ªas enriquecidas durante medio siglo de reg¨ªmenes militares, tongos electorales y golpes de Estado; tampoco es posible compartir programas de desinfecci¨®n con las administraciones que disolvieron en Guatemala y Honduras las fiscal¨ªas internacionales contra la impunidad, ni con presidentes bajo sospecha. El hondure?o afronta el tr¨¢fico de influencias de su hermano, condenado en Nueva York a cadena perpetua por narcotr¨¢fico.
Sin retroceder hasta la incriminaci¨®n de los encomenderos, una Comisi¨®n de la Verdad sobre las causas de tantas desgracias encontrar¨ªa en las pol¨ªticas de Washington de los setenta elementos de juicio y culpables. La Casa Blanca, la CIA y la geopol¨ªtica militarizaron los Estados centroamericanos, protegiendo a las clases dominantes y olvidando a las paup¨¦rrimas, para combatir la subversi¨®n leninista y procubana surgida durante la Guerra Fr¨ªa. Lejos de patrocinar algo de justicia distributiva, la impidieron fomentando los cacicazgos y las razias. Aquellas trincheras y sepulturas, con 200.000 ind¨ªgenas mayas bajo tierra, se saldaron con los acuerdos de paz de los ochenta y unas democracias precarizadas.
Abismos sociales sin resolver afianzan la desvertebraci¨®n y el ¨¦xodo hacia el Norte, que Biden pretende contener porfiando con borradores reactivos, sin apenas articulaci¨®n regional, y transferencias de efectivo, vulnerables a la malversaci¨®n de contratistas y funcionarios porque la probidad es un ovni. Aunque las prioridades gringas nunca fueron la libertad y la democracia sino la seguridad y los negocios, puestos a soportar extraterritorialidades, apl¨ªquese la ley Magnitsky contra la corrupci¨®n, y la lupa de los hombres de negro de los departamentos del Tesoro y de Justicia sobre las cuentas de los comisionistas, ministerios y cuerpos de seguridad locales.
Si la determinaci¨®n de EE UU para encofrar dictaduras durante los conflictos armados del siglo XX se tradujera en coerci¨®n contra la cala?a que no rinde cuentas, declinar¨ªan los coyotes y la desolaci¨®n centroamericana. Reciclando fracasos y palabrer¨ªa mientras las peonadas de Texas ganan 10 veces m¨¢s que las de Quetzaltenango, las oleadas migratorias seguir¨¢n batiendo marcas.
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