?No oyes ladrar a los perros?
La nueva estrella de la pol¨ªtica francesa, ?ric Zemmour, hace gala de la energ¨ªa y la complicidad que se gastan los nuevos mastines de la ultraderecha, mientras los esponjosos conejos de la democracia discuten si son galgos o podencos
El pasado 4 de octubre, el fil¨®sofo Michel Onfray debati¨®, ante m¨¢s de 4.000 personas, con ?ric Zemmour, el pol¨ªtico de extrema derecha que amenaza con sorpasar a Marine Le Pen en las pr¨®ximas elecciones francesas. Acabo de escuchar las dos eternas horas que dura el v¨ªdeo, y creo que nunca comprend¨ª tan ¨ªntimamente aquella frase de Juan Carlos Onetti seg¨²n la cual no hay peor mentira que aquella que cuenta todos los hechos sin respetar el alma de los mismos. Ciertamente, la suma de dos medias verdades nunca dar¨¢ lugar a una verdad entera.
Lo primero que me llam¨® la atenci¨®n es el contraste entre la crueldad inmisericorde de lo que all¨ª se dijo y la cordialidad, las risas y el esfuerzo de comprensi¨®n que ambos contendientes se prodigaron (y que siempre le niegan a sus aut¨¦nticos rivales). Nada m¨¢s obsceno que ese clima de festiva franqueza cuando de lo que se est¨¢ hablando es del sufrimiento de millones de personas. Pero, como suele decirse, ¡°reuni¨®n de pastores, oveja muerta¡±.
Tambi¨¦n me pareci¨® depresivo el estilo fingidamente t¨ªmido, modesto y bondadoso de Zemmour, quien no solo se present¨® como la v¨ªctima de un encarnizamiento medi¨¢tico (la doxa, la llam¨®, con trivial pedanter¨ªa), sino que lleg¨® a afirmar, en un doble loop de virtuosismo emp¨¢tico, que compadece a quienes le critican (¡°a los que nos quieren destruir¡±), porque ¡°no le da?an a ¨¦l, sino que se da?an a s¨ª mismos¡±. Y, como si se tratase del hipnotista de Mario y el mago, de Thomas Mann, exhibi¨® una habilidad abracadabrante para ganarse el aplauso de ese mismo p¨²blico al que no ces¨® de despreciar, pues en varias ocasiones afirm¨® que, aunque el pueblo no tiene el nivel necesario para comprenderlo, ¨¦l est¨¢ convencido de que algo le llega, puesto que le vota.
Tras unos minutos de distendida y amable (para ellos) conversaci¨®n, el debate desemboc¨® en el asiduo tema de los inmigrantes. En primer lugar, Zemmour neg¨® hasta tres veces haber hablado de ¡°remigraci¨®n¡± (un modesto eufemismo acu?ado para referirse a las deportaciones masivas). Eso no quita ¡ªa?adi¨®¡ª que no haya que suspender inmediatamente todo tipo de inmigraci¨®n, legal e ilegal. Aunque no deber¨ªan preocuparse los que ya son franceses ¡ªpuntualiz¨®¡ª, porque solo se expulsar¨ªa a los clandestinos y a los delincuentes extranjeros, a la vez que se les retirar¨ªa la nacionalidad francesa a todos los binacionales culpables de alg¨²n delito, tras lo cual se los deportar¨ªa.
Para lograrlo, Zemmour dijo que bastar¨ªa con suprimir la ayuda econ¨®mica a los pa¨ªses subdesarrollados que no acepten a los inmigrantes ilegales deportados; abolir la renovaci¨®n autom¨¢tica del derecho de residencia, que deber¨ªa renovarse a?o a a?o, y solo si el demandante tiene trabajo; y, sobre todo, no perder el tiempo renegociando el Acuerdo de Schengen, porque la burocracia es lenta, sino salt¨¢rselo a la torera (o haci¨¦ndose el sueco, que parece que es m¨¢s franc¨¦s). Se trata, en definitiva, de luchar contra la inmigraci¨®n ilegal violando la legalidad vigente. Todo muy coherente, sobre todo con la moda de saltarse las leyes alegando leg¨ªtima defensa nacional.
Acto seguido, Zemmour invoc¨® a De Gaulle, quien dijo, con su ret¨®rica castrense, que el destino de Francia es asimilar a individuos, no a pueblos (aunque en su momento no tuvo problema en conquistarlos). Tambi¨¦n critic¨® a los que no les ponen nombres franceses a sus hijos, por considerarlo un indicio de que no desean integrarse realmente; y espet¨® que los musulmanes solo pueden volverse franceses si se alejan del islam. Aunque tampoco parec¨ªa cre¨¦rselo mucho, porque, seg¨²n dijo, su convicci¨®n en la existencia de inconscientes colectivos (el nuevo nombre del viejo Volkgeist, o esp¨ªritu o fantasma de los pueblos), le ha hecho comprender que el inconsciente colectivo del islam est¨¢ atravesado por la pulsi¨®n irrefrenable de invadir Europa. Lo cual no deja de ser una invitaci¨®n para que otros hablen del inconsciente colectivo de la Europa colonial.
La respuesta de Onfray, en el que a¨²n conservaba cierta confianza, me doli¨® m¨¢s, si cabe, pues siempre me interesaron sus libros. Pero, inaccesible a la piedad, el fil¨®sofo empez¨® elogiando la valent¨ªa del pol¨ªtico, pues ¡°est¨¢n los que se atreven y los que no se atreven.¡± Y a continuaci¨®n recuper¨® la cr¨ªtica contra el neoliberalismo para atacar a ese otro ¡°liberalismo de la inmigraci¨®n¡±, que aboga por un laisser faire, laisser passer, no ya del dinero, sino de las personas. Pero una de cal y otra de arena. Pues luego a?adi¨®, con un tono que promet¨ªa cierta moderaci¨®n, que a ¨¦l le basta con respetar la ley: ¡°Si hay ilegales, se los expulsa¡±, pues ¡ªaclar¨® el viejo libertario¡ª ¡°no puede ser una crueldad respetar la ley.¡± Tu quoque, Onfrayus?
A la vez (y este punto resulta especialmente interesante de este lado de los Pirineos, donde los plebiscitos se asocian directamente a una supuesta defensa de la democracia radical), Onfray sostuvo que har¨ªa falta votar todas estas cuestiones en un refer¨¦ndum. Aunque no dijo claramente en qu¨¦ cuestiones estaba pensando. ?Deportaciones masivas s¨ª o no, pena de muerte s¨ª o no, independencia s¨ª o no, limitaci¨®n de las fortunas s¨ª o no? Parece que al final necesitaremos un refer¨¦ndum para decidir qu¨¦ refer¨¦ndums queremos realizar. ?S¨ª o no?
Pero, a pesar de haberse presentado como un dem¨®crata radical, Onfray no dudar¨¢ en demonizar toda pol¨ªtica, porque, seg¨²n ¨¦l, es un riesgo hacer ideolog¨ªa con estos temas. (sic) ?Su conclusi¨®n? Que lo mejor es que ¡°la gente normal los vote¡±. A lo que a?adi¨®, en un alarde de llaneza, que: ¡°Si me muestras que tienes el deseo de ser franc¨¦s, no hay problema, pero si no quieres serlo, si eres un delincuente, si crees, como dice Houellebecq, que Francia es un hotel, entonces, no.¡± Y, por si no hab¨ªa quedado claro, habl¨® de la ¡°necesidad de hacer una gran limpieza¡±, porque ¡°la gente vive en una gran inseguridad¡±, y ya est¨¢ bien de escuchar a ¡°la izquierda ang¨¦lica¡±, que sostiene que ¡°la inmigraci¨®n es una bendici¨®n¡±. Pero como todas estas cosas no pueden hacerse libremente dentro del contexto tir¨¢nico de la Uni¨®n Europea, hay que salir cuanto antes de Europa, para lo cual hace falta otro refer¨¦ndum.
No quiero seguir, porque es cuento triste. Tampoco quiero asustar a nadie, ni asustarme a m¨ª mismo, porque eso es precisamente lo que quieren. En el mejor de los peores mundos posibles, Le Pen o Zemmour pasar¨¢n a la segunda vuelta y perder¨¢n contra Macron (o ya si eso contra Hidalgo). Pero alg¨²n d¨ªa lo conseguir¨¢n, porque es incre¨ªble la energ¨ªa y la complicidad que se gastan los nuevos mastines de la ultraderecha, mientras los esponjosos conejos de la democracia discuten si son galgos o podencos. Mejor dicho, alg¨²n d¨ªa lo conseguir¨¢n si los dem¨¢s no nos unimos para impedirlo. En uno de sus mejores relatos, titulado ?No oyes ladrar los perros?, Juan Rulfo narra la historia de un padre que huye por el desierto con su hijo herido a cuestas. Como es de noche, trata de orientarse con el ladrido de los perros (sirenas de las sombras que le prometen el refugio de las casas, a la vez que se disponen a despedazarlos a mordiscos). Estamos en las mismas, solo que ahora son los amos los que andan sueltos...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.