Vuelven los son¨¢mbulos
Irrealidad. La sensaci¨®n nos acompa?a cuando desaparece de pronto un mundo que nos era familiar, y es la poderosa imagen que utiliza John Gray para describir c¨®mo Occidente, sin percatarse siquiera, ya no es el motor impulsor de la historia
Irrealidad. La sensaci¨®n nos acompa?a cuando desaparece de pronto un mundo que nos era familiar, y es la poderosa imagen que utiliza John Gray para describir c¨®mo Occidente, sin percatarse siquiera, ya no es el motor impulsor de la historia. Porque es vital entender d¨®nde estamos y lo que realmente amenaza a esta inusual forma de vida que merecer¨ªa la pena defender. Y por eso fue revelador el desmelene de Guy Verhofstadt en el Parlamento de Estrasburgo, interpelando a un estupefacto primer ministro polaco sin escatimar dardos en su denuncia del ¡°juego siniestro¡± del mandatario, impulsor de esa nueva ¡°amenaza existencial¡± para la Uni¨®n, pero sobre todo para los ciudadanos polacos, que implica el fallo de su Tribunal Constitucional.
La situaci¨®n es grav¨ªsima. No solo se invalidan los art¨ªculos que justificaron el Brexit, sino que se deja de reconocer la supremac¨ªa del derecho comunitario y el control de los tribunales europeos sobre las jurisdicciones nacionales. Es, de hecho, un ataque directo a toda la arquitectura existencial de la Uni¨®n, y lo que est¨¢ en juego es la idea misma del orden liberal, el respeto a las reglas y al Estado de derecho, los contrapesos que evitan que un partido, en este caso el PiS polaco, acumule tanto poder que pueda permitirse remover los obst¨¢culos institucionales que quiera para afianzarlo. Ya habr¨¢n adivinado de qu¨¦ va todo esto: se llama populismo y nostalgia de la soberan¨ªa, y es una pugna contra la idea misma de democracia.
Es una guerra rabiosamente de moda. La vemos, se?alaba Verhofstadt, en los fallos de un Tribunal Constitucional polaco ¡°politizado¡± por un primer ministro para quien el poder es m¨¢s importante que las reglas y la voluntad del pueblo al que dice representar; en esa relativizaci¨®n de la democracia que tambi¨¦n se olfatea en nuestro pa¨ªs, en los fuegos de artificio intelectual de quien la juzga disfuncional frente al consentimiento informe de la tribu. Y tiene que ver con un viejo rescoldo teol¨®gico: el ejercicio del poder soberano en las so?adas fronteras nacionales. Fue el impulso del Brexit y del proc¨¦s el basamento de la larga ola reaccionaria que ahora se renueva en la campa?a presidencial francesa. Seg¨²n Le Monde, todos los candidatos de derechas, desde ?ric Zemmour hasta Xavier Bertrand, pasando por Michel Barnier o el exministro socialista Arnaud Montebourg, est¨¢n dispuestos a suspender las garant¨ªas del Estado de derecho en nombre de la ¡°soberan¨ªa nacional y la lucha contra la inmigraci¨®n¡±. La verborrea populista de Le Pen habita el discurso del gaullista Nicolas Dupont-Aignan sobre ¡°la pol¨ªtica de sumisi¨®n a Bruselas¡±, y estalla en boca del mism¨ªsimo negociador del Brexit, Michel Barnier, quien pide para Francia ¡°un escudo constitucional¡± para recuperar ¡°nuestra libertad de maniobra¡±. Vuelven, parece, los son¨¢mbulos europeos de 1914 que describe Christopher Clark, ¡°obsesionados con sus sue?os, pero ciegos ante la realidad de los horrores que ellos mismos estaban a punto de engendrar¡±.
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