Sin motivaci¨®n com¨²n
Ojal¨¢ la lucha contra el cambio clim¨¢tico consiga inspirar y movilizar a seres humanos agotados, descre¨ªdos y asustados despu¨¦s de una pandemia
Parece una huelga masiva, pero desestructurada, sin protestas en la calle. En Estados Unidos, millones de trabajadores est¨¢n abandonando sus empleos en oficinas porque han ahorrado y, como hay m¨¢s oferta que demanda, pueden permitirse el riesgo de buscar otra cosa. Otros se niegan a volver a los puestos que desempe?aban antes de la pandemia en bares y supermercados, cobrando menos del salario m¨ªnimo y en condiciones que ya no est¨¢n dispuestos a tolerar. Solamente en agosto dimitieron casi cuatro millones y medio de personas. Es un fen¨®meno que ya tiene nombre, la Gran Renuncia, y preocupa tanto como la Gran Recesi¨®n. No solo rompe el mercado laboral, sino que muestra un hoyo m¨¢s profundo: cuanto m¨¢s necesita el pa¨ªs ir hacia la recuperaci¨®n, m¨¢s ciudadanos eligen desengancharse del sistema tal y como est¨¢ planteado.
Al otro lado del mundo, en China, tienen un problema con algunos ingredientes parecidos. Mientras el Gobierno trata de apuntalar la econom¨ªa, en internet se extiende el movimiento ¡°tumbarse¡± o tangping. Literalmente quiere decir acostarse boca arriba sin hacer absolutamente nada. En una sociedad tremendamente competitiva, muchos j¨®venes chinos creen que parar es el mayor acto de rebeld¨ªa y por eso llenan las redes sociales de sus fotos vegetando en el sof¨¢. Muchas im¨¢genes han sido censuradas, al igual que art¨ªculos y foros de discusi¨®n. Los ¡°tumbados¡± son una minor¨ªa entre la poblaci¨®n, pero inc¨®moda: el Partido Comunista habla de cultura del esfuerzo y de ambici¨®n de prosperar, pero ellos dicen que ya no desean nada. Ni consumir ni casarse ni tener hijos. No les importa incumplir las expectativas de padres, profesores o jefes: son la resistencia pasiva.
Quienes rechazan trabajar y producir quiz¨¢s est¨¦n protestando por su dignidad. O puede que les falte una motivaci¨®n com¨²n. Cada ¨¦poca en la historia ha tenido la suya: el esp¨ªritu de reconstrucci¨®n tras las dos guerras mundiales, la Transici¨®n espa?ola hacia la democracia, los movimientos sociales del 68... Detr¨¢s de todos esos momentos hay algo de mito, pero en esencia sirvieron para aglutinar y mover a las sociedades. Al margen de mensajes pol¨ªticos, los ciudadanos albergaban cierta esperanza com¨²n e individual en el futuro. Confiaban en que, yendo en determinada direcci¨®n, sus vidas podr¨ªan mejorar. Hoy para millones de personas ¡ªen pa¨ªses muy distintos, con gobiernos que no pueden ser m¨¢s dispares¡ª no existe nada parecido.
Nuestro vector de lucha hoy podr¨ªa ser el cambio clim¨¢tico. Una encuesta en 10 pa¨ªses encabezada por la Universidad de Bath (Reino Unido) ha concluido que para el 60% de los j¨®venes es prioritario el problema ambiental. Lo ven al mismo tiempo como un problema social e individual. Es una de las pocas causas que ojal¨¢ consigan inspirar y movilizar a seres humanos agotados, descre¨ªdos y asustados despu¨¦s de una pandemia.
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