La Pen¨ªnsula inevitable
La cr¨ªtica situaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a puede ser comprendida a trav¨¦s de las reflexiones expresadas a lo largo del tiempo por pensadores y pol¨ªticos que han estudiado este pa¨ªs
Lo que sigue no es propiamente un art¨ªculo, sino una serie de citas ¨²tiles para tomar conciencia de la cr¨ªtica situaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a. La primera es de la Historia de Espa?a, de Pierre Vilar (1947): ¡°El Oc¨¦ano. El Mediterr¨¢neo. La cordillera Pirenaica. Entre estos l¨ªmites perfectamente diferenciados, parece como si el medio natural se ofreciera al destino particular de un grupo humano, a la elaboraci¨®n de una unidad hist¨®rica¡±. Esta es la Pen¨ªnsula inevitable, la que es irrevocablemente nuestra, el inmediato escenario de nuestras acciones a lo largo de los siglos. Unos siglos en los que Portugal emprendi¨® su propio camino. Pudo ser de otro modo, pero fue as¨ª. Y as¨ª la naturaleza y la historia han conformado Espa?a, como la naturaleza y la historia conformaron el hex¨¢gono franc¨¦s. Es la ¡°textura hist¨®rica de las formas pol¨ªticas¡± estudiada por Michael Stolleis. Cierto que todo lo que nace muere, pero tambi¨¦n lo es que las entidades hist¨®ricas fruto de un proceso secular exigen tiempo y causas muy hondas para que el tejido generado se desgarre. Porque desgarro es, y no liviano. M¨¢xime cuando todas sus partes se han beneficiado rec¨ªprocamente: por ejemplo, unas por las transferencias recibidas de otras, y estas por gozar de un mercado cautivo arancelariamente. En todo caso, el ¨¢mbito inmediato de las comunidades peninsulares est¨¢ en la Pen¨ªnsula. De ah¨ª la necesidad de articular jur¨ªdicamente Espa?a mediante un Estado que, con respeto al autogobierno de sus nacionalidades y regiones, defina y garantice la protecci¨®n del inter¨¦s general de todas ellas.
La segunda cita es de Espa?a invertebrada, de Ortega y Gasset (1922): ¡°Ser¨¢ casualidad, pero el desprendimiento de las ¨²ltimas posesiones ultramarinas parece ser la se?al para el comienzo de la dispersi¨®n peninsular¡±. Lo que Ortega anunciaba se ha consumado. El proceso de dispersi¨®n peninsular ha alcanzado un cl¨ªmax nunca visto. El riesgo de ruptura es hoy muy serio por la p¨¦rdida total del sentido de pertenencia a Espa?a de una parte significativa de la sociedad catalana. Pero no es este el ¨²nico factor disgregador: la dial¨¦ctica centro-periferia y la proliferaci¨®n de movimientos como Teruel Existe pueden postergar los intereses generales en aras de sus fines particulares. M¨¢xime cuando la capital parece optar por ¡°Madrid existe¡±. Ahora bien, la causa principal de disgregaci¨®n no es la fuerza disolvente de estos movimientos, sino la impotencia de un Estado y un Gobierno d¨¦biles para proponer a todos los espa?oles ¡°un sugestivo proyecto de vida en com¨²n¡±.
La tercera cita es de Entender la historia de Espa?a, de Joseph P¨¦rez, (2012): ¡°Algo se est¨¢ rompiendo en Espa?a. (¡) Es posible que llegue un d¨ªa en el que la mayor¨ªa de los catalanes y de los vascos dejen de sentirse espa?oles. Espa?a quedar¨ªa entonces separada de territorios con los que ha tenido una larga historia com¨²n. Dejar¨ªa de ser la Espa?a que ha sido durante siglos (¡)¡±. Todo puede pasar, y si es el desguace de Espa?a, no ser¨¢ bueno para nadie. ?Estamos a tiempo de evitarlo? Al menos, de intentarlo. E intentarlo supone que el Partido Socialista y el Partido Popular consens¨²en unos temas b¨¢sicos para evitar que el Gobierno quede a merced de pactos ocasionales con unos partidos, por supuesto democr¨¢ticos y merecedores de respeto, pero cuyos objetivos son la independencia de su territorio o la abrogaci¨®n del R¨¦gimen del 78. No se trata de recuperar un turnismo inviable e indeseable, sino de asegurar la subsistencia del entramado institucional para reformarlo sin demolerlo. As¨ª, deber¨ªa haberse evitado que el actual debate presupuestario pendiese de las admoniciones de unos y del desplante de otros. Pero, al final, deciden las personas, lo que hace focalizar la atenci¨®n en el presidente del Gobierno y el l¨ªder del Partido Popular con una cuarta cita.
Es de Manuel Aza?a, tomada de su ¨²ltima intervenci¨®n parlamentaria como presidente del Gobierno, en abril de 1936: ¡°Cuando se est¨¢ al frente de un gran pueblo (¡), el alma m¨¢s fr¨ªvola se cubre de gravedad pensando en la fecundidad hist¨®rica de los aciertos y los errores¡±. Esta es la responsabilidad personal de Pedro S¨¢nchez y Pablo Casado. Sus aciertos y sus errores determinar¨¢n el futuro de Espa?a. Est¨¢ en riesgo su continuidad. Deben tomar conciencia de ello y actuar en consecuencia, apart¨¢ndose de ambos extremos (Podemos y Vox), pero sin rehuir el di¨¢logo con todos los partidos. Lo que exige a ambos una fortaleza que s¨®lo se alcanza desde el centro, as¨ª como cerrar un acuerdo de m¨ªnimos en los temas sist¨¦micos. Un acuerdo que no quede luego enervado por aquellos partidos que atentan contra el sistema. El tiempo se agota y el escenario global que apunta no ser¨¢ pac¨ªfico, ni en lo econ¨®mico ni en lo social ni en lo pol¨ªtico.
?Es tremendismo pol¨ªtico? Claudio Magris, advierte ¡ªen El infinito viajar¡ª que ¡°los presuntos hombres pr¨¢cticos (¡) siempre creen, hasta el d¨ªa anterior a su ca¨ªda, que el muro de Berl¨ªn est¨¢ destinado a durar¡±.
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