Maldito realismo (o el fracaso de la pintura)
Hay cierto recelo cuando se atisba algo que pueda oler a canon de buen gusto y ejecuci¨®n art¨ªstica que pueda valer para todos los tiempos y lugares. Seguimos con la querella de los antiguos y los modernos

Este verano present¨¦ una exposici¨®n en el Faro de Santander con este t¨ªtulo, Maldito realismo. En el cat¨¢logo escrib¨ª una carta a mi madre. Aunque en s¨ª es contradictorio escribir una carta personal, ¨ªntima, que luego ser¨¢ publicada, ese formato epistolar me sirvi¨® de refugio para hablar de ciertas experiencias personales con la pintura. De c¨®mo ya en 1985, cuando me seleccionaron en la Primera Muestra de Arte Joven y se expon¨ªan dos cuadros m¨ªos en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid, un cr¨ªtico espet¨® delante de ellos: ¡°?Hay que desterrar el realismo de la faz de la tierra!¡±. En ese mismo a?o me suspend¨ªan en la asignatura Pintura en la Facultad de Bellas Artes donde estudiaba. En el ¨²ltimo curso de la carrera hab¨ªa una ley no escrita: se pod¨ªa pintar como se quisiera salvo representar de una forma fidedigna el modelo que nos pon¨ªan delante.
Eso no era ni creativo ni moderno. Y quiz¨¢s fue esa prohibici¨®n, con mi esp¨ªritu de ir a contracorriente, lo que me impuls¨® a seguir mi intuici¨®n y oponerme a la ortodoxia de esa academia de lo moderno. Pero tuvo su coste: no llegu¨¦ a licenciarme a falta de dos asignaturas, Pintura y Pintura de Paisaje, que es justo a lo que me he venido dedicando desde entonces. ?A ver si de tanto practicar alg¨²n d¨ªa merezco que me aprueben! O ni por esas, porque un estudiante actual de Bellas Artes me cuenta que su profesor le recrimina que est¨¦ ¡°dominado por la realidad¡±. Volver¨ªa a catear, seguro, porque sigo pintando paisajes, retratos, todo lo que encuentro en esa realidad en la que vivo. Me cautiva captar una luz determinada, y ese proceder no est¨¢ exento de misterio. En cada cuadro sigo meti¨¦ndome hasta el fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo. ?Cielo o infierno!, que dir¨ªa Baudelaire. Pero no defiendo el t¨¦rmino realismo. M¨¢s de una vez he renunciado a participar en muestras que lo reivindican cuando no entiendo su uso o no comparto sus tesis.
En un art¨ªculo sobre mi exposici¨®n en el Faro de Santander ¡ªrevista Letras Libres, octubre 2021¡ª escribe el profesor Luis Beltr¨¢n Almer¨ªa: ¡°No solo el realismo espa?ol, el realismo en general, es un t¨¦rmino que tanto los cr¨ªticos del arte como los cr¨ªticos literarios emplean para tapar sus limitaciones conceptuales¡±. Admito que no es f¨¢cil encontrar algo original, trascendente, en esa pintura mal llamada realista, y ya puestos, en la pintura en general. Pero ?no ocurre lo mismo con el resto de las manifestaciones art¨ªsticas, incluidas las literarias? ?No ser¨¢ esto debido a que lo que nos parece natural nos est¨¢ tendiendo una trampa? Ante la pintura realista tengo a veces la sensaci¨®n de que reaccionamos como ante el porno: en privado hay quien se regodea con ella, pero no se atreve a reconocerlo en p¨²blico. Recuerdo, por ejemplo, la cara de emoci¨®n que puso un comisario cuando le ense?¨¦ el cuadro que me hab¨ªa encargado para su casa, aunque esa pintura nunca la elegir¨ªa para el tipo de exposiciones que organiza. Hay quien considera que ciertos goces que provoca el arte deber¨ªan quedar en la intimidad. ?No es esta actitud de rubor la misma que suele provocar lo referente al sexo?: si esto me gusta, debe ser pecaminoso. Hay cierto recelo cuando se atisba algo que pueda oler a canon de buen gusto y ejecuci¨®n art¨ªstica que pueda valer para todos los tiempos y lugares. Seguimos con la vieja querella de los antiguos y los modernos.
Aquel cr¨ªtico de la Primera Muestra de Arte Joven, tan de moda entonces, hoy se hubiera quedado corto desterrando s¨®lo al realismo, porque cualquier gesto con pinceladas suele estar mal visto dentro de los c¨ªrculos legitimadores del arte, ya pertenezca a una pintura realista, abstracta o atmosf¨¦rica.
Si el mundo es un pa?uelo, el del arte es un babero. Y a ese cr¨ªtico, tiempo despu¨¦s de aquella exposici¨®n en el C¨ªrculo de Bellas Artes, me lo sol¨ªa encontrar tomando copas en las alegres noches madrile?as. Me lo acab¨® presentando nuestro com¨²n amigo Juan Hidalgo. E irremediablemente surgi¨® el tema de aquella muestra. Tuve entonces ocasi¨®n de explicarle algo sobre unas f¨®rmulas ¨¢uricas que se escond¨ªan tras las pinturas, unas estructuras con ciertas espirales. Enseguida me respondi¨® que ese esquema oculto ten¨ªa que haberlo mostrado tambi¨¦n, y entonces, dijo, ¡°otro gallo cantar¨ªa¡±. Lo de la referencia al gallo no se me olvida porque aquel encuentro tuvo lugar en el Bar Cock. Este nuevo exabrupto del cr¨ªtico me confirm¨® lo que ya sospechaba, que mi pintura de por s¨ª, sin un contexto, estaba irremediablemente abocada al fracaso. Sin una narrativa, est¨¢bamos perdidos: perdida la pintura, y perdido yo.
Por si quedaran dudas, el director del Museo Reina Sof¨ªa, Manuel Borja-Villel, lo deja bien claro cuando proclama que ¡°el museo no debe acumular tesoros, sino relatos¡±. Y qui¨¦n soy yo, para pensar que todo tesoro, si realmente lo es, contiene siempre un relato. Es verdad que Rilke, en su correspondencia con un joven poeta, escribe que ¡°las obras de arte son de una soledad infinita, y ning¨²n medio de acercamiento es m¨¢s in¨²til que la cr¨ªtica¡±, y acaso sea imposible hacer una obra inefable. El cr¨ªtico norteamericano Arthur Danto afirma que no puede existir una obra de arte sin un marco te¨®rico. Esta expresi¨®n es sugerente, porque todos tenemos esa imagen de lo que es el marco y su funci¨®n, especialmente en la pintura.
Mientras para unos es solo un elemento decorativo, para otros es parte esencial de la obra. Algunos creadores lo dejan al libre albedr¨ªo del que cuelgue su obra. Tambi¨¦n hay quien piensa que el marco es lo importante y el cuadro est¨¢ de sobra. Y todas estas posturas son aplicables tanto al marco f¨ªsico como al te¨®rico.
Pero si, adem¨¢s, una obra tiene el benepl¨¢cito del p¨²blico tendr¨¢ m¨¢s papeletas para ser vilipendiada por la cr¨ªtica y la academia de lo moderno, prontos a tildarla de populista. Y yo, pobre de m¨ª, en aquella Muestra de Arte Joven gan¨¦ el Premio del P¨²blico.
Para reconfortar a mi querida madre tambi¨¦n le contaba en mi carta c¨®mo en una de mis primeras exposiciones en Am¨¦rica, en el Carnegie Museum of Art de Pittsburgh, bat¨ª el r¨¦cord de visitantes. Algo nada despreciable, siendo el primer museo de Estados Unidos dedicado al arte contempor¨¢neo. Tambi¨¦n se agradecen los elogios de los transe¨²ntes cuando me ven pintar, aunque me distraigan o hagan comentarios espont¨¢neos como ¡°parece una fotograf¨ªa¡±, que en s¨ª no lo considero algo positivo, porque ?qu¨¦ sentido tendr¨ªa el esfuerzo de muchas horas de trabajo en la calle si con una fotograf¨ªa acabar¨ªa consiguiendo lo mismo? Por el contrario, al ser tan ins¨®lito encontrar cierta pintura en algunas ferias de arte, como Arco, cuando alguien vio de lejos una panor¨¢mica que expon¨ªa all¨ª le o¨ª decir: ¡°Esa fotograf¨ªa parece un cuadro¡±.
Con tan solo un t¨ªtulo, dos palabras, se enmarca esta obra. Maldito realismo. Nada escapa a una narrativa para la cr¨ªtica actual. Solo espero que el marco contribuya a disfrutarla. Y dejo ya de escribir. Me voy a pintar. Hay una luz espl¨¦ndida, ahora.
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