Nuevo realismo ¡®hipster¡¯
Con d¨¦cadas de tradici¨®n y reinvenci¨®n, la pintura figurativa busca nuevos espacios para hablar de la vida contempor¨¢nea
Si se teclea Botero en Google, sale J Balvin hablando de colores. J Balvin el cantante. El de Bob Esponja. El partner de cualquier Grammy Latino. La banda sonora de Tik Tok. ?Qu¨¦ hace el pr¨ªncipe del reguet¨®n hablando del rey del volumen? En un primer momento, la asociaci¨®n parece estramb¨®tica, aunque a los minutos de su cr¨ªtica de arte en spanglish ambos artistas de Medell¨ªn est¨¢n cada vez m¨¢s cerca. Los dos son famosos, les gusta lo ampuloso y mueven f¨¢cilmente a las masas a la pista de baile y a la del museo. No hay doblez en su literalidad. Ni media sospecha de un doble sentido al que acogerse. Nada. Lo que vemos es lo que es. Un realismo demod¨¦ y un hit que invita a buscar un paraguas. Una doble alianza popular. As¨ª es el perreo boterista que se baila ahora en Madrid desde la mayor retrospectiva de Fernando Botero en CentroCentro. Los chistes sobre los cuerpos del posconfinamiento se oyen ya en la puerta. Las cr¨ªticas sobre el porqu¨¦ de una exposici¨®n a comisi¨®n organizada por Arthemisia, la empresa italiana especializada en productos de entretenimiento popular, crecen en fueros algo m¨¢s internos.
Lo cierto es que el realismo vende para hablar del ¡°estado de las cosas¡±. Lo hizo en 1960, cuando la fijaci¨®n por la realidad del mundo moderno, en sinton¨ªa con los postulados neodad¨¢s norteamericanos, inspir¨® el primer manifiesto del nuevo realismo que Pierre Restany public¨® en Mil¨¢n y que al instante se instal¨® en Par¨ªs. Lo hizo al tiempo que Antonio L¨®pez empezaba El Campo del Moro, dando los primeros pasos para situarse al lado de los c¨¦lebres paisajistas. Justo cuando Isabel Baquedano se abr¨ªa camino en la ¨®rbita de la figuraci¨®n realista. El objetivo era claro: frente a la esclerosis de las tendencias dominantes, los nuevos realismos consideraban el mundo como un gran cuadro, como una obra fundamental dotada de significados universales. Como una piedra filosofal. La realidad sociol¨®gica era aire puro en esa pintura reducida al hecho visual y su car¨¢cter literal, en una b¨²squeda por darle un nuevo sentido a la naturaleza contempor¨¢nea. Una apropiaci¨®n de lo real que vuelve a ser la ley de nuestro presente, especialmente entre los artistas m¨¢s j¨®venes.
Jordan Casteel (1989) es un ejemplo. Cuando lleg¨® al campus como estudiante, su madre la llev¨® al comedor, no para comer, sino para saludar al personal de la cocina, las personas que realmente la cuidar¨ªan. Diez a?os despu¨¦s de licenciarse, todav¨ªa llama por tel¨¦fono a Betty, una panadera, que protagoniza uno de sus cuadros. Esa alquimia particular, la que comienza con un saludo nervioso y transforma a los extra?os en familia, es el n¨²cleo de su trabajo. Con 31 a?os, ha sido celebrada por sus grandes retratos de amigos y vecinos, siempre negros y muchas veces inmigrantes, que ahora cuelgan del New Museum. Es su primera exposici¨®n institucional, aunque sus obras circulan ya por el Vogue de este mes y por la High Line de Nueva York en su primer encargo de arte p¨²blico, Fallou, que ya ha comprado el rapero Swizz Beatz.
Casteel traslada a la pintura una nueva perspectiva de la vida contempor¨¢nea en Nueva York que, de otro modo, ser¨ªa dif¨ªcil encontrar en los museos. Un jornalero, una cajera, una limpiadora, un conserje. La misma radiograf¨ªa realizan tambi¨¦n la mexicana Aliza Nisenbaum (1977) y la nigeriana Njideka Akunyili Crosby (1983) con una pintura convertida en militancia pol¨ªtica. Son artistas que responden a un realismo emp¨¢tico y alternativo para hablar de lo propio y lo ajeno bajo una mirada que no duda en honrar al vecino: sin distancias, sin complejos, sin clich¨¦s. El uso hipster de la pintura realista. En tiempos de identidades l¨ªquidas, la figuraci¨®n vuelve a dibujar un nuevo marco est¨¦tico para hablar de las mitolog¨ªas cotidianas a partir de un cuerpo f¨ªsico dominado por preocupaciones internas. Ese es el nuevo bodeg¨®n: una pintura introspectiva, tierna y buc¨®lica a la vez, que los artistas proyectan bajo una construcci¨®n mental de lo real antiheroica y vulnerable. El alter ego de Shona McAndrew (1990) sentado en el sof¨¢ mirando la nada. Dea G¨®mez (1989) y Diego Omil (1988), que forman Los Brav¨², estirando el cuello tras el palo de un selfi. Gala Kn?rr (1984), entre memes, deep fakes y emojis. Olos retratos de Amy Sherald (1973), que este mes han llegado a otra portada, la de Vanity Fair, desde la que homenajea a Breonna Taylor.
Hay, tambi¨¦n, un realismo m¨¢gico bien instalado en las galer¨ªas y el mercado, nieto de Gustav Klimt, que da una dimensi¨®n m¨¢s prosaica y po¨¦tica al d¨ªa a d¨ªa. Mar¨ªa Berr¨ªo (1982) lo sintetiza como pocas con su atm¨®sfera de mundo cotidiano confundido, ca¨®tico y perdido, que en unos d¨ªas instalar¨¢ en la galer¨ªa Victoria Mir¨® de Londres. Tambi¨¦n hay un realismo de tintes surrealistas, por donde fluye la figuraci¨®n de Yann Leto (1979), Jessie Makinson (1985), Hulda Guzm¨¢n (1984) o Nathan Cash Davidson (1988), que adem¨¢s de artista es rapero. Y luego est¨¢ el realismo pop: mucho m¨¢s ecl¨¦ctico, narrativo, con gancho. El universo entero de Tala Madani (1981). Los culos de Celia Hempton (1981) y los de Pere Llobera (1970), pintores que no esquivan el lado m¨¢s extra?o y perturbador de la existencia. Ella expone ahora en la galer¨ªa Southard Reid de Londres. ?l, en la F2 de Madrid. Una pintura con mancha y acumulaci¨®n, con trama y preguntas, hermana del ojo de Luc Tuymans y su reinvenci¨®n de la historia, y de la exploraci¨®n animal de Maria Lassnig. Intensidad en la mirada, la experiencia viendo el molde de las cosas y no la cosa en s¨ª, eso que define qu¨¦ es arte y que no. Ese dilema.
Jordan Casteel: Within Reach. New Museum. Nueva York. Hasta el 1 de marzo de 2021.
Mar¨ªa Berr¨ªo: Flowered Songs and Broken Currents. Victoria Mir¨®. Londres. Del 6 de octubre al 27 de noviembre.
Celia Hempton. Galer¨ªa Southard Reid. Londres. Hasta el 24 de octubre.
Pere Llobera. Una perfecci¨®n m¨¢s peque?a. F2. Madrid. Hasta el 31 de octubre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.