Digitalizar es vigilar
Trasladar cualquier actividad al mundo digital es convertirla en datos, crear un registro, poner etiquetas y hacerlo rastreable, por eso es necesario proteger espacios de privacidad anal¨®gica
![redes sociales carissa veliz](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/2RCI7IZN7VBB5HDHWX25VJ4AVQ.gif?auth=ee81dbc745621c11afc15d9f240da531964b120f6282cac1d5ec938e8c794397&width=414)
Las grandes tecnol¨®gicas quieren seguir creciendo, porque las empresas que no van de subida van de bajada, y nadie quiere ir de bajada. Pero han sido tan exitosas y son tan gigantescas, que no es f¨¢cil encontrar sitio hacia donde crecer. Como Alicia en el Pa¨ªs de las Maravillas, atrapada en la casa del conejo despu¨¦s de haber crecido demasiado, las tecnol¨®gicas tienen los brazos y las piernas sali¨¦ndoseles por las ventanas y la chimenea de la casa de la democracia.
Una posibilidad para crecer a¨²n m¨¢s es intentar atraer nuevos clientes. ?Pero c¨®mo encontrar un p¨²blico nuevo cuando la gran mayor¨ªa de los adultos con acceso a internet en el mundo entero ya son tus usuarios? Una opci¨®n, que Facebook est¨¢ persiguiendo sin escr¨²pulos, es concentrarse en ni?os cada vez m¨¢s peque?os. El nuevo grupo de inter¨¦s para la tecnol¨®gica son ni?os de seis a nueve a?os. Si por la empresa fuera, todo beb¨¦ nacer¨ªa con cuenta de Facebook. Esta opci¨®n es limitada, porque tarde o temprano se captar¨¢ a todos los ni?os vulnerables a ser expuestos a su tecnolog¨ªa, y tambi¨¦n tiene sus riesgos. Hay varias investigaciones a Facebook e Instagram en Estados Unidos por haber causado da?os a menores a sabiendas. ?Y hacia d¨®nde se crece entonces?
Otra posibilidad es digitalizar cada vez m¨¢s aspectos del mundo. A pesar del r¨¢pido avance de las tecnolog¨ªas digitales, la mayor parte de nuestra realidad sigue siendo anal¨®gica, a¨²n despu¨¦s de la pandemia del coronavirus. La mayor¨ªa de nuestras compras no son por internet. La mayor¨ªa de los lectores prefieren libros en papel. Son anal¨®gicos muchos de nuestros espacios urbanos, nuestras casas, nuestra ropa, muchas de nuestras conversaciones, nuestras percepciones, nuestros pensamientos y nuestros seres queridos.
Los gigantes tecnol¨®gicos comparten el deseo de digitalizar el mundo porque es una forma f¨¢cil de ganar terreno, de agrandar la casa. Todo lo anal¨®gico es un recurso en potencia. Algo que se puede convertir en datos para luego comercializar. Por eso Facebook ha sacado unas nuevas gafas con Ray-Ban que tienen micr¨®fonos y c¨¢mara. M¨¢s captura de datos. Por eso el nuevo sistema operativo del iPhone puede digitalizar texto y n¨²meros desde una imagen, puede escanear edificios para que sean reconocidos en la aplicaci¨®n de mapas, tiene algoritmos que pueden identificar objetos en un v¨ªdeo en tiempo real, y hace posible convertir fotos en modelos tridimensionales para usarse en la realidad virtual. Por eso Microsoft est¨¢ proponiendo una plataforma que crea avatares tridimensionales para tener reuniones m¨¢s interactivas. Y por eso Facebook ¡ªperd¨®n, Meta¡ª est¨¢ insistiendo en su metaverso.
Los titanes tecnol¨®gicos nos aseguran que sus nuevas invenciones respetar¨¢n nuestra privacidad, por supuesto. Lo que omiten es lo que llamo la ley de hierro de la digitalizaci¨®n: digitalizar es vigilar. No existe tal cosa como una digitalizaci¨®n sin vigilancia. El acto mismo de convertir en datos lo que no lo era es una forma de vigilancia. Digitalizar implica crear un registro, poner etiquetas a las cosas para que sea m¨¢s f¨¢cil encontrarlas y seguirlas. Digitalizar equivale a hacer rastreable aquello que no lo era. ?Y qu¨¦ es rastrear, si no vigilar?
Hace unas semanas tuve una conversaci¨®n con un par de ingenieros que no conceb¨ªan que pudiera haber un problema de privacidad por digitalizar el mundo. Demasiada gente entusiasta de la tecnolog¨ªa digital est¨¢ bajo la impresi¨®n, tan conveniente como equivocada, de que si las personas consienten a la recolecci¨®n de datos, y si el procesamiento de datos sucede dentro de nuestro propio tel¨¦fono u ordenador, no hay ning¨²n problema de privacidad.
Primero: no existe consentimiento informado en la recolecci¨®n de datos. El consentimiento que damos ni es consentimiento, porque no es verdaderamente voluntario, ni es informado, porque nadie tiene ni idea de d¨®nde pueden acabar esos datos y qu¨¦ inferencias pueden sugerir en el futuro. Segundo: la creaci¨®n de datos es moralmente problem¨¢tica en s¨ª misma. Los datos no son fen¨®menos naturales, como setas que vamos encontrando por el bosque. Los datos los creamos, y ese acto de creaci¨®n conlleva una responsabilidad moral y un deber de cuidado hacia los sujetos de datos.
?Qu¨¦ problema de privacidad puede haber si los datos est¨¢n en el tel¨¦fono de cada usuario?, me pregunta el ingeniero, asumiendo que los usuarios tienen control sobre sus tel¨¦fonos, e ignorando los muchos ejemplos que muestran lo contrario.
En el mejor de los casos, nuestros tel¨¦fonos tienen vida propia. Tienen habilidades aut¨®nomas, como la capacidad de mandar datos a terceros sin que nos demos cuenta, y la mayor¨ªa de nosotros tiene poca idea de c¨®mo funcionan. Adem¨¢s, todo tel¨¦fono conectado a internet es hackeable. ?Y qu¨¦ hay de los maltratadores que est¨¢n aprovechando las tecnolog¨ªas para controlar a sus parejas e hijos? Si un maltratador te fuerza a compartir tu contrase?a, esos datos que ha creado tu tel¨¦fono sin que t¨² se lo pidas (d¨®nde has estado, a qui¨¦n has llamado, etc¨¦tera) pueden jugar en tu contra. ?Y qu¨¦ pasa cuando un agente de aduanas te pide en la frontera de Estados Unidos que desbloquees el tel¨¦fono? ?O si te lo pide la polic¨ªa? ?Y qui¨¦n te puede garantizar que una aseguradora no te pedir¨¢ acceso a esos datos en el futuro? Tan pronto como los datos personales han sido creados y guardados, hay un riesgo de privacidad para el sujeto de datos.
Por supuesto, pedir a las empresas tecnol¨®gicas que no digitalicen el mundo es como pedir a los constructores que hagan el favor de no pavimentar los espacios naturales. A menos que la sociedad ponga l¨ªmites legales, nadie hace caso. Por eso los gobiernos establecen ¨¢reas protegidas cuando se trata de construir.
Necesitamos ¨¢reas protegidas similares cuando se trata de la vigilancia. Est¨¢ en la naturaleza de las empresas tecnol¨®gicas convertir lo anal¨®gico en digital. Pero convertir todo en un esp¨ªa potencial es una amenaza para la libertad y la democracia. La vigilancia conduce a sociedades de control, lo que a su vez conduce a la disminuci¨®n de la libertad. Cuando sabemos que nos vigilan, nos autocensuramos, y cuando otros saben demasiado sobre nosotros, pueden predecir, influir y manipular nuestro comportamiento.
Hay algunos datos que es mejor no crear. Hay datos que es mejor no tener. Hay algunas experiencias de las que nunca deber¨ªa quedar registro.
Me gustar¨ªa tener un tel¨¦fono que no creara datos sin que se lo pida, o que los borrara poco tiempo despu¨¦s de haberlos creado. Quiero un tel¨¦fono sin reconocimiento facial, en el que la c¨¢mara y los micr¨®fonos se puedan desactivar mec¨¢nicamente, por ejemplo.
Hace poco m¨¢s de una d¨¦cada, disfrutar de la tecnolog¨ªa digital era un lujo. Cada vez m¨¢s, el lujo es poder disfrutar de espacio y tiempo lejos de la tecnolog¨ªa digital. Por eso las ¨¦lites de Silicon Valley cr¨ªan a sus hijos sin pantallas. Hace falta defender el mundo anal¨®gico. Si dejamos que la realidad virtual prolifere sin l¨ªmites, la vigilancia ser¨¢ igualmente ilimitada. Solo con rastrear tu mirada, las empresas podr¨ªan reconocer tu identidad, tu etnicidad, tus emociones, aspectos de tu salud mental y f¨ªsica, y m¨¢s. Si queremos mantener nuestras democracias y libertad en la era digital, m¨¢s nos vale poner l¨ªmites a aquello que se digitaliza.
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