Pr¨¢cticas excluyentes
En el coro de homenajes en honor de Almudena Grandes han brillado por su ausencia las mudas voces del alcalde y la presidenta, empe?ados en negar su reconocimiento institucional a la figura p¨²blica de la eximia escritora madrile?a
En el coro de homenajes en honor de Almudena Grandes han brillado por su ausencia las mudas voces del alcalde y la presidenta, empe?ados en negar su reconocimiento institucional a la figura p¨²blica de la eximia escritora madrile?a. ?C¨®mo explicar tama?o desprop¨®sito? La raz¨®n m¨¢s evidente es el politizado sectarismo que polariza nuestro espacio p¨²blico. Una politizaci¨®n que se contagia a todas las instituciones, incluidos el arte y la cultura, como se deduce de que tampoco la Real Academia se dignase reconocer a Almudena como una de los suyos, ignor¨¢ndola por roja y por mujer. De ah¨ª que el anatema contra Almudena parezca un ajuste de cuentas, una rencorosa muestra de venganza por su toma de partido. Esto es as¨ª, pero a¨²n hay algo m¨¢s.
La sectaria confrontaci¨®n que nos aqueja es un subproducto de la compulsi¨®n excluyente que caracteriza a nuestra cultura p¨²blica. Uno de los principales expertos en pol¨ªtica comparada, Robert Fishman, que precisamente profesa desde hace tiempo en la universidad madrile?a, acaba de publicar un libro, Pr¨¢ctica democr¨¢tica e inclusi¨®n (Catarata, 2021), donde define la cultura pol¨ªtica de nuestra democracia, por comparaci¨®n con el entorno occidental, como caracterizada por dos rasgos patol¨®gicos. Ante todo, el de concretarse en una pr¨¢ctica pol¨ªtica que propende a incumplir el esp¨ªritu, cuando no la letra, de las normas democr¨¢ticas. Es el c¨¦lebre pase foral, que se resum¨ªa en el axioma ¡°se acata pero no se cumple¡±. Como el secesionismo catal¨¢n, que alardea de incumplir las sentencias del TS. O como el PP, que se resiste a cumplir el mandato constitucional de renovar el CGPJ.
Y el objeto de esa pr¨¢ctica an¨®mica es excluir al adversario del espacio p¨²blico com¨²n. Como el secesionismo catal¨¢n, que excluye al castellano de la ense?anza p¨²blica. Como el Pacto del Tinell, que excluy¨® al PP de todas las instituciones catalanas. Como el Gobierno popular de la Comunidad de Madrid, que ha alcanzado un compromiso parlamentario con la ultraderecha para excluir todas las enmiendas de la oposici¨®n. O como las autoridades madrile?as, que han condenado a Almudena Grandes a ser excluida de su reconocimiento institucional.
Fishman hace derivar esa pr¨¢ctica excluyente del h¨¢bito adquirido durante la Transici¨®n, pero en realidad procede de un pasado m¨¢s remoto, seg¨²n explica la teor¨ªa de la dependencia de la trayectoria. La cultura p¨²blica espa?ola ha sido excluyente desde la modernidad temprana, cuando la conflictiva coexistencia de las tres religiones monote¨ªstas se resolvi¨® por la imposici¨®n del monopolio inquisitorial con exclusi¨®n forzosa de todos los infieles. De ah¨ª procede nuestra incapacidad por admitir y reconocer el pluralismo pol¨ªtico, lo que impide alcanzar compromisos consensuados con las formaciones adversarias. Y desde entonces las luchas de poder en Espa?a siempre cursan como una guerra de religi¨®n (pol¨ªtica), donde todo se permite con tal de excluir del espacio p¨²blico a los infieles, tachados de malditos por no ser de los nuestros. Como Almudena Grandes: bendita sea.
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