Bajo tierra
Lo que diferencia a unos cr¨¢neos de otros no es el tiempo que han pasado dormidos sino los sue?os que en su d¨ªa albergaron
Cuando se escarba un poco en el suelo en cualquier lugar del planeta a veces aparece un cr¨¢neo que puede ser de hom¨ªnido, de primate, de croma?¨®n, de neandertal. O de un compa?ero de la oficina. A pocos metros bajo tierra yacen todos los sue?os de la humanidad en los miles de millones de cr¨¢neos que permanecen enterrados desde el inicio de la historia. El laboratorio dictamina su antig¨¹edad, pero lo que diferencia a unos cr¨¢neos de otros no es el tiempo que han pasado bajo tierra dormidos sino los sue?os que en su d¨ªa albergaron. Entre todos ellos uno fue el primero en soplar por el hueco de una ca?a y al comprobar que esa acci¨®n produc¨ªa un sonido placentero sigui¨® soplando sin saber que en esos siete tonos musicales ya estaba incluido todo Mozart. Otro fue el primero en dibujar en la pared de la gruta la imagen de un venado. En los trazos de esa figura ya estaba incluido todo Picasso. Otro fue el primero en agitar las caderas convulsivamente como un mill¨®n de a?os despu¨¦s lo har¨ªan Josephine Baker y Elvis Presley o en expresar un delicado sentimiento con los pies y los brazos sin ser todav¨ªa Margot Fonteyn. Uno de ellos fue el primero en montar una piedra sobre otra piedra y a su manera ya hab¨ªa comenzado a construir el Parten¨®n. Cualquiera de esos cr¨¢neos pudo pertenecer a alguien que fue el primero en balbucir un canto r¨ªtmico o en grabar con el dedo un signo en una tablilla de barro. El sue?o de la belleza sigue enterrado en cada cr¨¢neo a la espera de germinar con una semilla nueva. Ninguna batalla de la historia ni haza?a de los h¨¦roes ha dejado rastro sobre la tierra, salvo el caudal de sangre que ha provocado. Solo el arte ha dado sentido a la ca¨®tica aventura de la vida y cuando esta se extinga, m¨¢s all¨¢ de la crueldad humana, el sue?o de belleza a¨²n seguir¨¢ siendo el ¨²nico motivo para sentirse orgulloso de haber pasado por este perro mundo.
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