Almudena Grandes en primer plano
La escritora pose¨ªa la enorme capacidad de llegar a un amplio espectro de lectores dentro y fuera de Espa?a, conozcan o no nuestra historia, voten a uno u otro partido
Vivo lejos. No lejos de m¨ª mismo, claro. Voy por la calle. Hay librer¨ªas. De unos a?os a esta parte echo de menos la presencia de autores espa?oles en sus escaparates. Dentro, si uno busca por las estanter¨ªas, algo encuentra, no mucho. Acaso, me digo, Espa?a sea torpe a la hora de promocionar sus mitos en el exterior; o est¨¢, como de costumbre, demasiado ocupada consigo misma y con sus viejos pleitos vecinales; tal vez, simplemente, atraviese una fase de decaimiento creativo, contingencia que puede sobrevenirle a cualquier grupo humano, seg¨²n me han dicho.
El caso es que, desde que inhalo aire centroeuropeo, no siempre fue as¨ª. Quiz¨¢ la cosa cambie (un poco, moment¨¢neamente) dentro de un a?o, si Espa?a logra la proeza de esconder fuera de casa sus peleas internas y ejerce sin complejos como invitado de honor en la Feria del Libro de Fr¨¢ncfort.
D¨¦cadas atr¨¢s, las obras de los escritores espa?oles entraban de tiempo en tiempo en las listas de libros m¨¢s vendidos de mi pa¨ªs de residencia, lo que implicaba rese?as, atenci¨®n medi¨¢tica, lectores. Javier Mar¨ªas, Carlos Ruiz Zaf¨®n o Rafael Chirbes eran novelistas altamente apreciados por estos pagos n¨®rdicos. Tambi¨¦n los t¨ªtulos de Almudena Grandes, de quien me he propuesto acordarme en este escrito, merec¨ªan un espacio notorio en las librer¨ªas de Centroeuropa y con ellos, claro est¨¢, el discurso adjunto de la autora: su convicci¨®n de que Espa?a es un pa¨ªs an¨®malo que adeuda un relato de compensaci¨®n a los derrotados de la Guerra Civil, su idea de que la llamada Transici¨®n implic¨® un pacto para una memoria parcial e incluso para la desmemoria, su tenaz descreimiento de una tercera Espa?a, el sue?o de una nueva rep¨²blica, Gald¨®s como modelo para la novelizaci¨®n de la historia de Espa?a...
Yo asist¨ª hace a?os a la presentaci¨®n de una novela de Almudena Grandes en una librer¨ªa de Hannover, con entrada de pago y aforo completo. La traductora ley¨® pasajes de la obra, rito este, junto con el del susodicho desembolso, que en Espa?a no suele practicarse. Almudena arrastra esa tarde molestias de voz que para entonces acaso ya fueran de naturaleza cr¨®nica. La ronquera no le impide ejercer de excelente comunicadora. La he visto en repetidas ocasiones hablar en p¨²blico. A veces tuve el gusto de compartir estrado con ella. No abrigo duda de que su capacidad para lograr una conexi¨®n elocuente con quienes iban a escucharla constitu¨ªa una de sus habilidades mayores. Gustaba de repetir ademanes. Con frecuencia se apartaba la melena de la cara. Otras veces alzaba los ojos como si quisiera leer unos apuntes fijados en el techo. Y a la hora de rebatir o discrepar, cosa que parec¨ªa llevar en los genes, acostumbraba a disparar razones a trav¨¦s de la sonrisa.
La recuerdo, al t¨¦rmino de la referida presentaci¨®n, andando por las calles semivac¨ªas de Hannover, en la noche prematura, camino de un restaurante con otras personas. Estaba deseando, dijo, salir de la librer¨ªa para echarse un cigarro. Por aquellos tiempos a¨²n no se hab¨ªa pasado al artilugio electr¨®nico. ¡°?Por qu¨¦ fumas, Almudena?¡± ¡°Ya s¨¦, no deber¨ªa, pero es que me da mucho placer.¡± Y al doblar la esquina, bocanadas de humo mezcladas (hac¨ªa fr¨ªo) con el vaho del aliento, sac¨® el m¨®vil para hablar con su hija. ¡°Es que se lo he prometido¡±.
Compart¨ªamos editorial, lo que propiciaba todos los a?os alg¨²n que otro encuentro de grupo, a menudo en torno a una mesa bien abastecida. Almudena era por m¨¦ritos propios el mascar¨®n de proa de Tusquets Editores. Usted puede escribir todo lo bien que quiera, pero eso no garantiza que vaya a imprimir sello, personalidad, car¨¢cter, a su casa editorial, si es que la tiene. Tusquets resulta inconcebible sin el nombre, los rasgos faciales, la voz cascada, los libros de Almudena Grandes. Yo dir¨ªa, a riesgo incluso de incurrir en un rasgo beatificador, que ella era el alma de la editorial. Los dem¨¢s inquilinos del cat¨¢logo ¨¦ramos, somos, s¨ª, autores de la casa y a mucha honra y ojal¨¢ que por muchos a?os; aportamos t¨ªtulos con mayor o menor fortuna, lo cual tampoco est¨¢ mal; pero el cargo de figura emblem¨¢tica lo ejerc¨ªa en exclusiva Almudena Grandes.
Me viene ahora otro recuerdo, este posterior, de 2018. Un taxi fletado por la organizaci¨®n de la Feria Internacional del Libro de Tur¨ªn nos lleva a los dos al aeropuerto. A m¨ª me dicen en esos instantes que a la mujer llena de vitalidad y proyectos que va a mi lado le quedan tres a?os de vida, y me niego a creerlo con todas mis fuerzas a menos que se considere la posibilidad de un accidente fat¨ªdico. Hace un rato, en medio del barullo ferial, la he o¨ªdo hablar fluidamente en italiano. ¡°?Y t¨² d¨®nde aprendiste el idioma?¡± ¡°Es que mi primer marido era italiano.¡± Y a continuaci¨®n, mujer locuaz, comunicativa y altamente sociable, me habla de su facilidad para el aprendizaje de las lenguas.
El aeropuerto est¨¢ lejos y yo sigo con mis pesquisas, escarbando meticuloso, a fuer de novelista, en la vida del pr¨®jimo. Le pregunto a Almudena el porqu¨¦ de su dedicaci¨®n asidua a la escritura de textos de contenido pol¨ªtico, actividad que a m¨ª me parece erosionante y de escaso provecho literario. Me responde que se encuentra muy a gusto en el formato del articulismo. La atrae, seg¨²n dice, la pol¨ªtica porque estudi¨® Historia, le tienta mucho participar en el debate general de las ideas y aspira a contribuir, desde su espacio fijo del peri¨®dico, al cambio del estado de cosas en nuestro pa¨ªs.
Luego, a solas, me quedo pensando en la admirable estrategia de esta mujer que tuvo la perspicacia de trazar una separaci¨®n neta entre la creaci¨®n propiamente literaria y las inevitables sujeciones de la prosa coyuntural; que descargaba, pues, lastre ideol¨®gico en sus columnas del peri¨®dico, en sus intervenciones radiof¨®nicas y ante el p¨²blico, y pod¨ªa permitirse y de hecho se permit¨ªa favorecer los criterios art¨ªsticos cuando abordaba, con disciplina de hierro, el trabajo en su novela de turno.
A mi modo de ver, la circunstancia de que el peso de sus vastas construcciones novelescas recaiga por entero sobre la peripecia de los personajes, singularizado cada cual de modo que ninguno quede reducido a un arquetipo, y no sobre principios, tesis o ideas, acerca las obras de esta escritora a los Episodios Nacionales de Gald¨®s m¨¢s que cualesquiera otras concomitancias de ¨ªndole formal. Yo intuyo que tal es la raz¨®n principal por la que sus libros resultan significativos para un amplio espectro de lectores dentro y fuera de Espa?a, conozcan o no nuestra historia, voten a uno u otro partido.
Ya he mencionado al principio de esta breve y quiz¨¢ excesivamente melanc¨®lica ristra de evocaciones la dimensi¨®n internacional de Almudena Grandes como escritora. No en vano yo tuve confirmaci¨®n de su fallecimiento por el teletexto de la primera cadena p¨²blica alemana, poco despu¨¦s de que sonara el tel¨¦fono en petici¨®n de una r¨¢pida necrolog¨ªa, tarea que declin¨¦ por falta de serenidad y facultades. Otro d¨ªa le¨ª en el peri¨®dico de Hannover al que estoy suscrito que le hab¨ªan negado el nombramiento de hija predilecta de su ciudad. Hace falta ser tarugos.
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